Bum. Bum. Bum. Bum. Late un diminuto corazón. Al son de sus palpitaciones, una mujer se retuerce sentada en una silla. Está embarazada. ¿Siente dolor?, ¿placer?, ¿miedo? El pasado miércoles 18 de julio, tres mujeres, artistas y madres, tomaron el escenario del Teatre Grec de Barcelona para mostrarnos sin tapujos cuál es la esencia de la maternidad.
Rocío
Hace unos cuatro meses y medio, la bailaora Rocío Molina se sometió a una fecundación in vitro. A raíz de ello empezó a crecer vida en su interior. La artista pensó que el embarazo le impediría bailar, pero no fue así: del deseo de bailar y de tener un hijo nació Grito pelao. Junto con su madre, Lola Cruz, y la cantante Silvia Pérez Cruz, las tres nos cuentan en este espectáculo su experiencia con la maternidad expresándose como mejor saben hacerlo, bailando y cantando.
Es realmente increíble ver cómo se mueve Rocío en el escenario y aún lo es más contemplar su evolución. A medida que avanza su embarazo la artista va moldeando su forma de bailar. “El feto ya tiene el tamaño de un mango”, bromeaba en el escenario. La bailaora ya no salta como hace cuatro meses y se mueve más lentamente, pero sus movimientos alcanzan una fuerza inhumana y consiguen ponernos los pelos de punta en más de una ocasión durante las –eso sí, excesivas– dos horas que dura la performance.
Lola
Lola Cruz no es artista profesional pero pisa el escenario como si lo fuera. Durante diez años estudió ballet en la ópera de Bruselas, después volvió a España y tuvo a Rocío. En realidad, Lola quería que su hija se llamase María pero, debido a complicaciones que tuvo durante el parto, hizo un trato con la Virgen del Rocío. Le llevó una ofrenda y le prometió que si todo salía bien le pondría el nombre de Rocío a su hija.
La madre de Rocío es uno de los pilares clave del espectáculo. No solo baila mano a mano con su hija sino que también consigue darle las fuerzas necesarias para que hable frente al público, cosa que la bailaora nunca había hecho antes. Rocío hasta se atreve a cantar aunando su voz con la de la imponente Silvia Pérez Cruz. En algunos momentos Lola se suma al baile, en otros tan sólo contempla a su hija: “Mamá, siéntate que te voy a bailar”.
Silvia
Hace diez años y tras 18 horas de parto, Silvia Pérez Cruz dio a luz a su hija, que casualmente también se llama Lola (le puso este nombre por Lola Flores, según dijo en Jot Down). El dolor que sintió era terrible. De repente, una mujer se acercó a ella, apoyó su mano en el hombro y le dijo: “lo siento mucho”. Parecía que de verdad lo sentía, conocía perfectamente ese dolor. “Me imaginé que detrás de ella había otra mujer apoyando la mano sobre su hombro. Por primera vez me sentí conectada a todas las mujeres de la historia”, cuenta Silvia.
La cantante ejerce la función de faro dentro del espectáculo porque su música es la luz que guía los pasos de Rocío. Con nuevas composiciones y, como siempre, llevando su voz hasta lugares recónditos, Silvia crece en Grito pelao: canta, observa, corre, baila y escucha. Algo arriesgado que, a veces, hace que la actuación parezca no tener sentido.
Del agua a la tierra
Con la ecografía del bebé de Rocío reflejada en la inmensa pared del teatro, la bailaora confesaba que sintió miedo cuando se quedó embarazada, pero que ahora está más preparada para amar que nunca. “Me enamoré de mi misma”, explica. Y con esta declaración, Silvia empezaba a cantar el poema For a fatherless son (Para un hijo sin padre) de Sylvia Plath.
Una fuente en medio del escenario. El agua simboliza la vida que crece en el vientre y la arena que rodea el escenario, la vida terrenal. Desnuda, la bailaora se sumergió en el agua de la fuente. Bailaba, se retorcía. Al salir se puso una bata y, arropada por sus dos compañeras, le cantó una canción de amor a su hija. Simplemente, bello.
Grito pelao
- Dirección artística: Carlos Marquerie, Rocío Molina, Sílvia Pérez Cruz
- Dramaturgia: Carlos Marquerie
- Interpretación: Rocío Molina (baile), Sílvia Pérez Cruz (voz), Lola Cruz (danza)
- Músicos: Eduardo Trassierra (guitarra), Carlos Montfort (violín), José Manuel Ramos ‘Oruco’ (compás), Carlos Gárate (electrónica)
- Producción: Danza Molina
- Año: 2018




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