En este monográfico sobre el arte flamenco presentado por David Pérez, ahondamos en los orígenes del cante jondo (no te pierdas la primera parte de esta introducción histórica) y repasamos los distintos palos que conforman el género.
Ópera flamenca y defensa de la pureza del cante jondo: Edad de oro
Entre 1920 y 1955, el interés por el flamenco se extendió como la pólvora, celebrándose espectáculos en plazas de toros y teatros de toda España y principales ciudades del mundo. El éxito social y comercial que se alcanzó en esta época, hizo que se introdujera en los recitales palos más ligeros, en detrimento de los más antiguos y sobrios, que dejaban de interpretarse.
En defensa del flamenco como arte puro y folclore, huyendo de esa creciente fiebre escénica comercial, Federíco García Lorca y Manuel de Falla, organizaron el primer Concurso de Cante Jondo en Granada en 1922. Solo podían participar aficionados y se excluían los palos festeros, como las cantiñas, que Falla y Lorca no consideraban jondos. El presidente del jurado fue Antonio Chacón, que ya era primera figura del cante. El primer premio fue compartido, por ‘El Tenazas’, un cantaor profesional retirado de Morón de la Frontera, y un entonces llamado Manuel Ortega, un niño sevillano de tan solo ocho años, que se daría a conocer y pasaría a la historia del cante jondo como uno de los más grande, Manolo Caracol.
El concurso fue un fracaso debido al inexistente eco que tuvo y al afán de Lorca y Falla por centrarse solo en la búsqueda la pureza y salvaguarda del cante jondo. No se entendió el carácter profesional que tenía ya el flamenco y que, en sí, el latido más puro del género, no era otro que: la mezcolanza y la innovación personal que mantendría el arraigo y el avance vivo de un arte mayúsculo y genuino. Como escribió Juan Ramón Jiménez, “que las alas enraícen / y las raíces vuelen”.
Aunque el concurso tuvo aparentemente poca repercusión, caló en los intelectuales andaluces de la generación del 27 y el flamenco se fue reconociendo y extendiendo en las altas esferas culturales.
En esta edad de oro, se conformó la parte más importante del repertorio flamenco. Sin escatimar en creatividad, maestros de maestros, afianzaron las bases de lo jondo. Destacando nombres como: Antonio Chacón, Manuel Vallejo, Manuel Torre, La Niña de los Peines, Pepe Marchena, Pepe ‘El de la Matrona’, Aurelio Sellé, Bernardo el de los Lobitos o el ya mencionado Manolo Caracol.
La Flamencología: de mero espectáculo, a Arte mayor y objeto de estudio
Tras la estela de aquella primera Colección de Cantes Flamencos (1981) de Demófilo, en la década de 1950, se publicaron numerosos estudios sobre el flamenco, considerando al género popular ya como una de las manifestaciones culturales más ricas de Europa.
En 1954 se publicó una primera grabación recopilatoria: Antología del Cante Flamenco (Hispavox) y poco después, se editó Flamencología (1955), estudio precursor firmado por el escritor Anselmo González Climent, que dignificó la investigación flamenca, marcando las bases e impulsando los posteriores estudios sobre la historia del flamenco.
En 1956, retomando los principios motivadores del certamen de Granada, rescatar la pureza del viejo cante jondo, se organizó el I Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba, esta vez consiguiendo un gran éxito, afianzándose y dando a conocer a Fosforito.
En su tercera edición, el certamen cordobés concede la Llave de Oro del Cante, galardón supremo de lo jondo, a Antonio Mairena. Una labor fundamental en el existir de Antonio Mairena, que los distinguió del resto de artistas flamencos, fue su labor de investigación, su dedicación al rescate de estilos olvidados y la restauración de otros que habían sufrido alteraciones. Fruto de ello es una extensa y rica discografía, más el libro Mundo y formas del cante flamenco, escrito junto al poeta cordobés Ricardo Molina. Un estudio imprescindible y considerado para mucho como “la biblia de lo jondo”.
La dignificación del flamenco sigue su merecido curso y se da un gran paso en 1958, fundándose en Jerez de la Frontera la primera Cátedra de Flamencología y estudios folclóricos andaluces, la más antigua institución académica dedicada al estudio, investigación, conservación, promoción y defensa del arte flamenco.
El Concurso Nacional de Córdoba siguió propiciando la revelación de jóvenes valores, proyectando a quienes eran ya figuras emergentes y consagrando a los grandes artistas hasta la actualidad. Figuras imprescindibles, en todos lo ámbitos del flamenco (como no podía ser de otro modo, se sumó al cante, la guitarra y el baile), han sido reconocidos en el certamen cordobés: Fosforito, Rafael Riqueni, Curro de Utrera, Fernanda y Bernarda de Utrera, José Menese, Paco de Lucía, Vicente Soto Sordera, La Paquera de Jerez, Juan Peña El Lebrijano, Manolo Sanlúcar, Juan Carmona ‘Habichuela’, Mario Maya o Paco Cepero, entre muchos otros.
Imagen de portada © Andrew Atroshenko
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