Adriana Calcanhotto es compositora, cantante, arreglista, productora, ilustradora y practica tareas docentes, sin embargo, no sabe hacer pan. Debido a esa carencia (frecuente), la extraordinaria creadora de Porto Alegre decidió, durante la cuarentena y antes de desayunar, escribir una canción cada día, faena simple, comparada con hornear un panecillo. Se puso manos a la obra y en 43 días las nueve canciones que componen Só ya estaban listas para salir a pasear. Disco producido por Arthur Nogueira, con alientos funk y grabado en Rio de Janeiro, ciudad que sustituyó a Coimbra (Portugal) donde residía e impartía clases en su Universidad antes del aislamiento.
Cualquier movimiento de la polifacética artista brasilera es acogido con algarabía por sus adictos y la aparición de estas recientes composiciones, emergían como aliciente para desplazarse hasta la Sala Apolo y volver a encandilarse con el impacto que provoca cada vez que sube a un escenario.
Permanecer tres décadas entre lo más distinguido del Olimpo musical no es tarea fácil y mucho menos si provienes de un país como Brasil, en el que de cada rama crecen maravillas. Calcanhotto es diferente, inventa prodigios desde la sencillez y hechiza tan solo con su presencia. Preparados para otra sesión de rumoroso hipnotismo.
Prolegómenos y novedades
Con puntualidad suiza (brasilera si la hay) Adriana Calcanhotto apareció en escena con su elegancia habitual. A ella no le hacen falta decorados o iluminaciones cegadoras (aunque en el espectáculo Maré de 2008 utilizó esas bazas) para enamorarte con una única y penetrante mirada. Debido a la escrupulosidad horaria, algunos fans (la comunidad brasileña de Barcelona en pleno) llegaron rezagados, pero ni así lograron llenar una Sala Apolo que ofreció un aspecto algo desangelado. Ya se sabe, el calor lleva a la playa y los conciertos, destinados a espacios cerrados, se resienten. Tampoco ayudó la amplitud del local; la intimidad que precisaba la apuesta de Calcanhotto no podía arraigar en esas dimensiones. Con todo, los asistentes se dejaron el alma. El alma y la voz, ya que su diva les dejó vía libre para entonar sus estribillos más famosos y la verdad es que el coro no desafinó en demasía, Brasil tiene buen oído.
El set preparado por la porto alegrense, que rozó la veintena de títulos, consistió en un repaso a su trayectoria más un par de temas de nuevo cuño, quizá esté preparando otro show para ofrecerle vida al citado Só. Del reciente disco, únicamente cantó Corre o munda. La otra novedad fue la estremecedora 2 de junho, basada en los dramáticos hechos acaecidos en la ciudad de Recife en 2020. El relato nos cuenta la desgracia padecida por el niño Miguel Otávio Santana da Silva de 5 años, quien cayó de un 9º por la negligencia de su cuidadora, caso de claras connotaciones racistas: “No país negro e racista, no coracão da América latina, na cidade da Recife”.
Junto a las primicias se permitió el capricho de ofrecer su personal y balanceante lectura del Back to Black (Amy Winehouse) y Resistiré, la cual dignificó; todo lo que toca se convierte en oro. Del resto solo podemos anotar alabanzas y decenas de adjetivos, los obviamos, no acabaríamos.
La magia de la imperfección
Adriana arrancó, luciendo brillantes matices vocales, con la señera Esquadros (1992), completando un genial quinteto: Vais saber, Mais feliz, Inverno o Pelo tempo que durar. En este tramo, aparecieron sus virtudes más loables: elegancia, sencillez, esas pausas imbatibles, la facilidad con la que modula su “pequeña voz” y unas codas (beneficiadas del ardor presente) que pule como nadie.
Llegados a la mayúscula samba lenta Era para ser, intuimos un sutil problema vocal. Tanto quiso apurar que la palabra estuvo a punto de quebrarse; leve problema que la convirtió en humana. Esta circunstancia, que en otros cantantes denota carencia de recursos, se revertió en pura emoción, la exquisitez no existe sin quebrantos. El error o los afanes de agradar, muchas veces, producen desatinos; torpezas que rompen la monotonía para engrandecer el espíritu, sin ellas estaríamos perdidos.
Tomándose un respiro y afinando las cuerdas de su guitarra, meticulosamente, fijó el glorioso segmento final.
Devolva-me, Mentiras, Metade y Vambora avivaron su fuerza sonora provocando el delirio. Reforzada, sin miedo al naufragio, resurgió la sublime Adriana. Nadie puede rebrotar, de ese modo, si no posee el poder de los distinguidos. Saboreando un brebaje sanador (no conocemos el contenido de la bonita taza) extasió con Maresia y cerró, su enésimo capitulo triunfal, cosiendo, cual filigrana, Fico assim sem vocé, la canción infantil que la encumbró en su otro rol: Adriana Partimpim
Acariciando notas, provocando lloros o enfervorizando a devotos y recién llegados, a su indescriptible universo (los hubo), Adriana Calcanhotto impartió su enésima masterclass; para ese fin estudió pedagogía.
Si Maria Bethânia, Marisa Monte o Ed Motta le han rendido honores ¿es necesario añadir algo más? Quizás sí, arrodillarse.
Ainda tem o seu perfume pela casa. Ainda tem vôce na sala. Porque meu coracão dispara quando tem o sei cheiro dentro de um libr, na cinza das horas”
Vambora, Adriana Calcanhotto
Autores de este artículo
Barracuda
Dani Alvarez
Bolerista y fotógrafo. Como fotógrafo, especializado en fotografía de espectáculos. Dentro de la fotografía de espectáculos, especializado en jazz. Dentro del jazz, especializado en músicos que piensan. Trabajo poco, la verdad.