Bill Callahan es y ha sido siempre un artista especial. Pese a mantenerse lo más alejado posible del foco mediático, el cantautor de Maryland se ha convertido a lo largo de sus más de 30 años de carrera en una de las voces más representativas de la canción de autor estadounidense. Y lo ha hecho desde los márgenes, sin traicionar a su espíritu de trovador indomable, que no está por la labor de seguir muchas de las convenciones artísticas actuales. Ni grandes distribuidoras, ni videoclips, ni giras kilométricas, ni rondas de promoción interminables. Solo canciones. A sus 56 años –muy bien llevados por cierto– el artista ha embriagado a la sala Paral·lel 62 con una cuidada selección de temas de la última etapa de su carrera.
Hablar de Bill Callahan es hacerlo de una voz en mayúsculas. Y es que su condición de barítono es una de las principales señas de identidad de este artesano de la canción afincado en Austin, Texas. En esta ocasión, el músico llegaba a Barcelona para presentar YTILAER (Drag City, 2023), es decir, REALITY, su último disco. En él, el compositor continúa con su particular labor de musicar a través del folk y la americana relatos cotidianos de hombre felizmente casado, aunque manteniendo siempre ese particular sentido del humor irónico, irreverente y por momentos incluso negro.
Sin embargo, tras más de 20 discos de estudio editados –más de la mitad bajo el pseudónimo Smog que abandonó en 2006– Bill Callahan ya no tiene que demostrar nada a nadie. Quizás por eso, más que presentar su último trabajo, el cantautor se ha dedicado a retorcer sus propias canciones hasta darles una nueva identidad, jugueteando con ellas para alejarlas del folk más sobrio y pragmático de sus últimos discos y acercarlas al sonido tántrico y lisérgico de su etapa más psicodélica y lo-fi. Todo ello, con la ayuda inestimable de su banda, formada por unos sobresalientes Matt Kinsey en la guitarra, Jim Ronald White a la batería y Mike St. Clair al saxo, que han acompañado a Callahan durante más de 90 minutos en un recorrido lleno de estridentes curvas de sonido, paisajes oníricos y barrocas filigranas instrumentales.
Una exuberancia interpretativa que contrastaba con la puesta en escena de Callahan, siempre marcada por la máxima austeridad, esta vez rota únicamente por una chaqueta negra de cantante de country. Posiblemente, la gran diferencia sonora entre su habitual propuesta en los discos y su puesta en escena en directo han descolocado a gran parte del público, que ha restado impasible ante las primeras notas de First Bird. “And we’re coming out of dreams”, repetía el trovador con su característica voz a modo de declaración de intenciones.
En cada capítulo del repertorio existía un lapso de tiempo entre el inicio de la canción y el momento en el que el público la reconocía, algo que haría sentir muy orgulloso a Bob Dylan, uno de los ídolos reconocidos del mismo Callahan. Como también el hermetismo mantenido durante toda la noche, ataviado en todo momento con su guitarra Telecaster, el estadounidense no medió palabra con el público en ningún momento.
La minimalista Bowevil sonó sinuosa, mientras que Coyotes, habitualmente una dulce canción de amor, se transformó en una especie de jam instrumental en la que un expresivo solo de saxo hizo olvidar al dulce arreglo de piano que brilla en el álbum. El espíritu mordaz de Smog tampoco faltó a la cita con la galopante Hit the ground running, que fue recibida por el público con aplausos. La intensidad continuó aumentando con la contundente Drainface y se acabó de desbocar con la frenética Partition y la progresiva Planets.
Ya en los bises, Bill Callahan dedicó un guiño al considerado álbum cumbre de su trayectoria, el Sometimes I Wish We Were An Eagle (Drag City, 2009), con la interpretación de una casi irreconocible Too many birds. La velada terminó con Natural information, pieza concebida como una vigorosa canción folk de estructura sencilla y repetitiva que ayer se convirtió en un atrevido último rodeo sonoro. Todo al más puro estilo americano. O mejor dicho, al más puro estilo Bill Callahan.







Autores de este artículo

Pere Millan Roca

Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.