Hubo un momento en que Micah P. Hinson era el personaje preferido de la postmodernidad. Grandes canciones que fusionaban la tradición folk americana con arreglos siniestros y un historial problemático, con adicciones y un cúmulo de fatalidades vitales. Es decir, el perfecto perdedor del que apiadarse y venir a ver más por curiosidad que por interés hacia su propuesta artística.
Hinson había dejado que el personaje se lo comiera y ofrecía conciertos que se acercaban peligrosamente a la tomadura de pelo. Sorprendentemente, mientras sus directos parecían descender en una espiral sin fin, sus discos mantenían un alto nivel artístico. El tiempo ha ido pasando, el cantautor de Tennessee ha dejado de ser un personaje mediático, los postmodernos le han abandonado, y se ha asentado en un terreno más minoritario que, fuera de lo visto en su último concierto, le ha permitido olvidar sus fantasmas y volver a ser una gran propuesta con la que emocionarse.
La noche comenzó con Julián Mayorga, que ya dejó claro que la velada iba a ser especial. Si David Byrne ha dejado de lado el art-pop de Nueva York para acercarse, de manera idiosincrática, a las sonoridades latinas, parece que Mayorga está recorriendo el camino de manera inversa. Pertrechado con su Stratocaster y con pistas pregrabadas, nos ofreció un compendio de ritmos tremendamente contagiosos que él deformaba con su presencia en el escenario, un delicioso antiespectáculo que nos dejó con ganas de más. Vitalista, divertido, juguetón, fue como un gran reverso de la propuesta artística de Micah P. Hinson.
A diferencias de otras ocasiones, en las que se había presentado sólo en el escenario o con músicos incorporados en el último momento, como para cubrir el expediente, en esta ocasión Hinson se acompañó de un batería de toque exquisito y de un detallista multiinstrumentista (guitarra, banjo y teclados) que dotaron a su música de la delicadeza que merece. La solvencia de los músicos ya dejó claro que, en esta gira, Hinson se ha tomado a sí mismo en serio.
Inició el concierto con Wasted Days And Wasted Nights, de su último y gran disco I Lie To You, una ocasión para el lucimiento de su voz rota. Aunque durante el concierto tuvo momentos para el recuerdo de sus anteriores álbums, con temas de sus inicios como Seems Almost Impossible y la iniciática Beneath The Rose, dedicó buena parte de la actuación a su última producción, de la que, aparte de la citada Wasted Days and Wasted Nights, sonaron Walking On Eggshells, 500 Miles, The Days Of My Youth, Please Daddy, Don’t Get Drunk This Christmas, You And Me, Carelessly, Ignore The Days, People y la maravillosa What Does it Matter Now?, que nos erizó el vello ante su inconmensurable tristeza, de proporciones siderales.
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