Alejados de todo convencionalismo, las fusiones más inusitadas se dieron cabida en los tres escenarios del recinto de Fabra i Coats: jazz, gospel, soul, shoegaze, art-rock, progresivo, black, death, pagan folk, electrónica, hardcore… Las bandas son imposibles de etiquetar de un solo brochazo.
Y hablando de brochas, Els Colors del Silenci, nombre que recibe uno de los temas del último trabajo de los catalanes Foscor, grupo que tuvo el honor de abrir esta octava edición, me hizo pensar en lo sinestésico y lo pictórico de la música en general, y de la que íbamos a ser testigos durante los siguientes cuatro días en particular. En cada concierto me abstraí e intenté observar la escena como si de un cuadro se tratara. Los claroscuros de las melodías; la gestualidad y corporeidad de los ritmos contundentes de baterías y doble bombos; los temas de representación, desde lo apocalíptico, el caos destructivo, la introspección y las pulsiones de todo tipo –hasta el mero despiporre fiestero, eso también–. Pese a que tanto la pintura como la música forman parte de las denominadas artes tradicionales, son la experimentación y la improvisación lo que las hacen avanzar y evolucionar. Así, nos vimos frente a propuestas tan dispares como el viaje emocional hardcore de Touché Amoré; la misa pagana de las catalanas Falç de Metzinera; el soul satánico black metal de Zeal & Ardor; el enérgico caos de Cocaine Piss o la luz de Tides from Nebula. Como ejercicio mola, pararte unos instantes a observar desde fuera lo que está pasando. Te lo recomiendo, es muy poético. Luego ya sigues con la fiesta.
Los estadounidenses Daughters , con la visceralidad y crudeza que los caracteriza –sobre todo a su maestro de ceremonias Alexis S. F. Marshall– fueron el gancho de la primera jornada warm-up. Su propuesta es tan contundente como su directo y quedó demostrado en AMFest durante la presentación de su último trabajo You won’t get what you want (Ipecac, 2018).
Los platos fuertes de la segunda jornada fueron la delicadeza apocalíptica del trío belga Brutus (válgase notar: encabezado por cantante femenina/batería, mi personal debilidad); Deafheaven, post-rock black metal melódico de impecable directo; y los arriba mencionados Touché Amoré. Sorprendieron Portrayal of guilt, teloneros de los dos anteriores; sobrecogió e hipnotizó Daniel Blumberg en el nuevo tercer escenario Silencios AMFest con su propuesta; y nos hicieron saltar como locos los japoneses Bo Ningen.
El sábado fue todavía más gordo, ya que, por una parte, 12Twelve ofrecían directo después de lustros fuera del circuito musical y después de 16 años de la publicación de su icónico Speritismo, que reunió a antiguos y nuevos fans –memorable su post-rock instrumental con saxofon, melodías jazz y arco de violín para guitarra–. Y por otra parte, Zeal & Ardor, uno de los favoritos del festival y que en un extenso set de hora y cuarto presentaron sus dos discos, Devil is fine de 2017, cuyo single de mismo nombre fue coreado por toda la sala en una evocadora y oscura misa, y Stranger Fruit de 2018. La velada prosiguió con otro de los cabezas de cartel, Pelican, y cerró con la surrealista rave de los autóctonos ZA!
La última jornada del AMFest fue para Puput, una de las propuestas que ha dado el territorio catalán más interesantes de los últimos años, que estuvieron presentando su último trabajo Purga, y los franceses Alcest, entre el metal y el shoegaze y uno de los grupos referentes de la escena. Ainara Legardon y Lisabö cerraron, por lo que se dice se comenta, la mejor edición del festival en cuanto a cartel y organización. Tenemos ganas de que llegue la próxima edición para sentirnos de nuevo como en casa entre
Autores de este artículo

Claudia Blasco Garcia

Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.