Los osos polares no lloran
Un chico de no más de 25 años fumaba maria acompañado de un grupo de skaters. Hasta aquí, una noche más en la Plaça del Àngels, conocida mundialmente como “la del MACBA”. Solo que el jueves fue un día especial, porque daba comienzo el Festival Barcelona Acció Musical (BAM).
Isaac Ulam vino acompañado de un coro que entonaba los temas de Ratpenat (Bankrobber, 2016), su tercer álbum en solitario. Con algunos elementos estéticos un tanto excéntricos (el gorro de turco del guitarrista al estilo Terbutalina o la carátula del CD que recuerda a Blade Runner), el cantautor de Blanes se identifica por mezclar estilos bajo un halo de intensidad. Mientras que en Temple d’aigua i llum (Bankrobber, 2013) se convirtió en un trovador de nuestro tiempo, en Ratpenat ha modernizado el folk tradicional, pero sin restarle importancia a uno de los instrumentos más importantes: la voz. He creuat el riu y otros temas que se escucharon en el primer concierto de les Festes de la Mercè dejaron claro que Isaac Ulam es igual de punk que los de la actual exposición del Museu d’Art Contemperani de Barcelona, pero a su manera: transformando las canciones populares en sonidos modernos, y despidiéndose del público con un “gracias, tío”.
El chico que fumaba maria vestía todo de negro, a excepción de una chaqueta granate de terciopelo. Le daba un toque a su imagen. Se chocó las manos con todos sus amigos y se despidió de ellos. ¿Dónde fue? Quizá a casa para hacerle la cena a su abuela y a su hermana pequeña o a un antro de perdición en el Raval para seguir drogándose. Nunca lo sabremos.
Francisco Contreras Molina, El Niño de Elche, es de Elche. Comenzó su concierto con un recital poético que dejó alucinado al público. De un segundo a otro, toda la plaza se llenó y no cabía ni una colilla más. Colgaos y hipsters compartían espacio rodeados de servesa beer amigo. El Niño dejó el libro y empezó a coger el ritmo ragatanga. Entre otros temas, hizo la cover de Eisbär, el hit del grupo suizo Grauzone, traduciendo su estribillo como «los osos polares no lloran». Por lo demás, hace flamenco, o algo así, porque tanto te mezcla ritmos electrónicos con los sonidos más tradicionales como te despliega todas sus dotes de ‘cantaor’. Puede ser que esa fusión de tablao y underground sea lo que hace que El Niño de Elche guste tanto a tanta gente, prueba de ello es que Voces del extremo (autoproducción, 2015) ha sido considerado por Rockdelux o El País como el mejor disco nacional del pasado año. Voces el extremo, además de ser un encuentro anual de poesía en Huelva y el nombre que se le da al movimiento de la Poesía de la Conciencia que lucha contra la inercia capitalista, es un disco lleno de pasión, atrevimiento y vanguardia. Como el propio BAM.










Autores de este artículo

Paula Pérez Fraga

Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.