Corría el año 1981 cuando los hermanos Gil (Albert y Ricky) se embarcaron en una travesía tan excitante como espinosa: trasladar el espíritu mod a una sociedad, la española, que todavía andaba en pañales en cuanto a referencias soul. El nacimiento de Brighton 64 constituyó una fuerte patada hacia delante y sirvió para que en las fiestas particulares de la época muchos conociéramos por primera vez a grupos como The Who, The Kinks, The Jam o a las grandes estrellas del soul de los 60’s. El baile estaba servido. En aquellas parties, entrelazadas con los grandes clásicos, siempre sonaban canciones del cuarteto barcelonés (ahora transformado en quinteto); quién no había gritado hasta la extenuación aquel estribillo perteneciente a El mejor cocktail que nombraba a tres de los más grandes: “Otis, Jackie Wilson y Sam Cooke”, momentos de éxtasis que pronto terminarían. El cóctel se agrió cuando más explosivo estaba y, salvo apariciones esporádicas, no volvió a ser saboreado con placer hasta 2012, fecha de aparición de Esta vez va en serio (BCore , 2012). Su retorno se celebró con algarabía y ocho años después siguen con nosotros, más maduros y expertos, reuniendo a sus fieles seguidores como en los días de mayor esplendor. La sala Sidecar, donde no cabía una aguja, fue fiel testigo del hecho.
Este ha sido el tercer año consecutivo que Brighton 64, eran invitados al club de la Plaça Reial un 4 de enero, bonito regalo de Reyes. En esta ocasión, la velada se teñía de tintes históricos: estrenaban disco, Como debe ser (BCore, 2019) y Ricky le prestaba el bajo a David Abadía, nuevo miembro del combo, quien tocó por primera vez en directo con el resto de la banda. Junto al bajista, formaron Eric Herrera a la batería, un miembro legendario, el dicharachero teclista Jordi Fontich y como no, unos hermanos Gil pletóricos, entusiasmados y plenos de energía. Las hojas del calendario parecían no haber pasado.
Ricky Gil nunca ha sido un cantante de grandes registros e incluso en sus principios adoptó el cliché típico de la mayoría de los cantantes de la movida madrileña, sin embargo al entonar la primera canción del set previsto, Solo hasta el final, notamos que el paso del tiempo ha cubierto su voz de un manto aterciopelado que la embellece prestándole personalidad. Con la tonalidad perfeccionada y el tremendo empaque de los músicos, el triunfo estuvo cantado desde el pitido inicial.
La fiesta comenzó alternando piezas de sus dos etapas, como La próxima vez o Quan baixis de l’avió, para adentrarse posteriormente en su flamante y reciente trabajo. Como debe ser es un disco audaz y comprometido. Los Gil nunca se habían mostrado tan críticos con el sistema. Al contrario que la mayoría de los melifluos grupos de pop-rock catalanes que sólo hablan de “flors i violes”, ellos se mojan hasta el tuétano, se agradece mucho. Su alegato es abiertamente independentista pero, no nos equivoquemos, va mucho más allá, hablamos de libertades, apartemos las demagogias. Juez y parte (letra demoledora), El estado de la nación o Avui he tornat a casa (versos en recuerdo de su abuelo Augusto Gil Cánovas, exiliado a causa del régimen franquista) formarán muy pronto parte de la lista de sus mejores himnos. El gravísimo problema de la inmigración también planea en el agresivo discurso, Playas del Mediterráneo nos habla bien claro del asunto: “Con un niño en los brazos y cicatrices sobre la piel, una noche más sin responder. Aquí estoy maldita suerte, lucho por sobrevivir”. Menos inspirada resulta La balada de los pérfidos hermanos Gil, interpretada en directo con la colaboración vocal de Irene de la Riva (ex bajista de Grushenka), un pequeño revés dentro de un álbum muy notable.
No podía ser de otro modo, en el tramo final aparecieron, nunca mejor dicho, todas sus bombas: la señalada El mejor cocktail, Bola y cadena (versión de The work song), El tren de la bruja, la estupenda Mala señal, Barcelona blues y En mi ciudad. Tras un breve parón, Ricky entonó una sentida balada acompañado solo del teclado para seguidamente atronar con Igual nos da igual, La casa de la bomba y Haz el amor, final poderoso. Minutos antes algunos de los presentes corearon tímidamente la emblemática frase “We are the mods”, no fue muy seguida, al movimiento le pesa la edad.
Brighton 64 no son finos estilistas, nunca lo han pretendido, lo suyo es el sonido directo, ofrecer guitarrazos fieros, sin trampas, dura droga musical.
Superada la cincuentena los hermanos Gil le pasan la mano por la cara a muchos que creen que se reinventan, cuando en realidad sólo copian. No cambien queridos, les queda mucha cuerda.
P.D.: Entre los veteranos fans pudimos ver al entrañable Flowers y sus inseparables bolsas de discos, símbolo de una época que a empellones sigue resistiéndose a morir.
Sillas plegables de metal, gafas de sol / sandwich de queso y jamón / Los chicos odian lo que ven y sin hablar / ven a los viejos comer / En la casa, la casa de la bomba / el problema es la edad / En la casa, la casa de la bomba / todos miran sin hablar
La casa de la bomba, Brighton 64






Autores de este artículo

Barracuda

Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.