Resulta difícil, aunque la propia Caitlin Moran niegue ser ella, no imaginarse que Johanna Morrigan, más conocida como Dolly Wilde, no es el alter ego de la escritora inglesa. ¿A que cuando leéis sus libros os la imagináis como ella, con la melena negra revuelta, su mechón blanco y el lápiz de ojos negro perfilándole la mirada? A mi sus libros me gustan mucho y me hacen reír de lo lindo. Otra cosa es que como periodista musical me sienta identificada con lo que cuenta. Pero vayamos por partes.
En Cómo ser famosa, Caitlin Moran nos presenta la segunda parte de su trilogía dedicada a esta adolescente que ya ha cumplido los dieciocho años. Por fin ha abandonado su Wolverhampton natal para irse a vivir a Londres y convertirse en periodista musical. Ya está en la gran ciudad, la urbe donde pasan todas las cosas. Además llega en los años 90, en plena efervescencia del britpop, para trabajar como periodista de una de las revistas más importantes del panorama musical. Johanna ha dado el salto y, en esta segunda novela, nos muestra su viaje de autodescubrimiento. Londres supondrá un antes y un después tanto en su vida profesional como personal.
Sigue Moran tan divertida e incisiva como siempre. Feminista punk, sigue dando palos al patriarcado a su desenfrenada manera. Las tres primeras partes del libro son divertídisimas, pero también tratan temas importantes como el abuso de poder, el machismo, el consentimiento, la industria musical y sus triquiñuelas… La última parte es quizás la menos brillante, donde parece que la fórmula se agota. Y aún queda un libro de la trilogía. Vale, que sí, que mola el final, no os lo voy a destripar, pero hay algo que me chirría.
Es muy difícil ganarse la vida con algo que la sociedad en general no valora. La cultura. Y eso aquí es lo que sucede.
Reconozco que me he divertido mucho leyéndolo, como hice con el anterior, pero también que no me siento para nada reflejada en la vida de esta alocada periodista. No dudo que su vida fuera así, la de Caitlin Moran me refiero, pero como periodista musical, sus historias me parecen simple y llanamente ciencia ficción. Es cierto que hubo un momento, el de las vacas gordas, cuando la industria musical estaba en pleno apogeo que seguramente se vivían historias como esta. Y seguro que Moran las ha vivido, pero están tan lejos de mi realidad como periodista que quizás por eso me resultan incluso más cómicas.
¿Es el periodismo musical una fiesta loca constante? Pues mira, no. Nos lo pasamos bien, sí. Vamos a conciertos gratis, también. Pero ni me gano la vida gracias a escribir una columna (¡solo una columna!) en una revista musical, ni estoy todo el día de fiesta en fiesta empinando el codo y ligando con famosos. No sé vosotras y vosotros, pero Inglaterra en los noventas era muy diferente al país en el que nosotros vivíamos y vivimos, sin duda. Es muy difícil ganarse la vida con algo que la sociedad en general no valora. La cultura. Y eso aquí es lo que sucede. ¿Cuántas columnas necesitaríamos para poder vivir? Nos faltan revistas.
Lo que si es cierto es que esas realidades existieron en su momento, quizás incluso aquí, y que casi siempre fueron hombres los que las contaron. Es de agradecer que la divertida pluma de Moran nos lo cuente en primera persona “ficticia” y protagonizada por una mujer. Y más en una época tan macho como la del Britpop en la industria inglesa parecía, perdón por la expresión, un campo de nabos. No sé si ha cambiado tanto, la verdad. Y también se agradece que nos lo cuente desde un punto de vista tan sincero, tan de clase trabajadora, de mujer que se tiene que hacer a sí misma. De mujer con defectos que se permite admitir que los tiene y vivir con ellos. Esta historia contada por un tío hubiera sido más de lo mismo. Y ese tipo de cuento ya nos lo han contado demasiadas veces. Así que bienvenida sea Johanna y sus aventuras.
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