Hubo un tiempo en el que Keane ascendió a la cima del pop mundial. La banda británica era una auténtica máquina de generar éxitos y no había radiofórmula en el globo que no pinchara alguno de sus temas cada hora. Más de una década después, y tras siete años de parón musical, los ingleses demostraron este jueves en la Sala Razzmatazz de Barcelona que continúan teniendo fuelle en un concierto marcado doblemente por la nostalgia: Por un lado, la que destilan por sí mismos los temas del cuarteto inglés y, por otro, la de una década, los 2000, que nunca volverá.
Con puntualidad británica y ya peinando alguna cana, Tim Rice-Oxley (piano y sintetizadores), Tom Chaplin (voz), Richard Hughes (batería) y Jesse Quin (bajo y guitarra) aparecieron a las 21.00 horas sobre el escenario de Razzmatazz. Pese a que oficialmente se trataba de un concierto de la gira de presentación de su nuevo trabajo Cause and Effect (Universal Music, 2019), este acabó convirtiéndose en un pretexto para repasar los grandes éxitos que han marcado la carrera de la banda de post-britpop de Battle.
Tras un tímido arranque con la amena Chase the night away, uno de los cortes más interesantes del último álbum de la banda que pareció enganchar al público a contrapié, Razzmatazz despertó con los clásicos Silenced by the night y Everybody’s changing, dos de las canciones más reconocibles de la banda.
“Es fantástico volver a estar en Barcelona, han pasado siete años desde la última vez”, se encargó de recordar un muy comunicativo Tom Chaplin desde el escenario. Siete años en los que los integrantes de Keane no han estado precisamente descansando. Mientras que Tim Rice-Oxley, compositor de la banda, se ha divorciado de la que había sido su pareja, el propio Chaplin ha vivido varios pasos por clínicas de desintoxicación para superar sus adicciones al alcohol y las drogas.
Acto seguido, la antibelicista Is it any wonder? dio paso a la redentora balada Strange Room, en la que Rice-Oxley narra una noche de 2014 en la que despertó detenido en el calabozo tras haber sufrido un accidente de tráfico por conducir ebrio. “Esta canción fue la que hizo arrancar esto de nuevo”, confesó Chaplin antes de interpretarla.
Tras este momento de liberación personal, el concierto volvió a ganar intensidad a medida que se sucedían algunos de los clásicos más recordados de Keane. La intensa Disconnected vino acompañada de Bend & Break, uno de los temas más representativos de Hopes and fears (Universal Music, 2004), álbum debut que catapultó a la banda en sus inicios y que ayer fue el más celebrado por el público barcelonés.
Como si de una montaña rusa se tratara, el concierto volvió a caer en intensidad y con otra lacrimógena balada, en este caso Try again, con la que Chaplin tuvo la oportunidad de mostrar toda su potencia vocal y que el público acompañó encendiendo las linternas de sus teléfonos móviles. En lo que sería la versión millenial del ya extinto pero clásico gesto de ondear mecheros.
La música de Keane explota satisfactoriamente emociones como la melancolía, siempre mezclándola con un punto de optimismo y épica. Esto se genera gracias a una utilización, a veces incluso exagerada, del componente emotivo del sonido del piano, que gana fuerza ante la ausencia de guitarras. Este jueves, la interpretación de algunos de los clásicos de sus primeros trabajos como Nothing in my way o Bedshaped volvieron a demostrar hasta qué punto resulta efectiva esta mezcla, generando una sensación de nostalgia generalizada entre el respetable.
Consciente de que el concierto empezaba a llegar a su fin, la banda continuó su descarga continua de grandes clásicos pop con This is the last time, que efectivamente retumbó en la Razzmatazz como si fuera la última vez. Justo después llegó el gran momento de la noche, con la interpretación de Somewhere only we know, la canción indiscutiblemente más conocida de la banda, que fue coreada de principio a fin por el público presente en la sala.
Para terminar, la luminosa y festiva Crystal Ball precedió a la nostálgica Sovereign light café que cerró un concierto que sirvió de reencuentro entre una banda que ha flirteado en los últimos tiempos con su desaparición y su público. Una especie de redención para un grupo que, pese a ser consciente de que sus mejores años ya pasaron, sabe que aún puede ofrecer a sus fans noches como la de ayer en la Sala Razzmatazz de Barcelona. Esperemos que no haga falta volver a esperar siete años más para volver a verlos en los escenarios de nuestro país.







Autores de este artículo

Pere Millan Roca

Montse Melero
Hacer fotos es la única cosa que me permite estar atenta durante más de diez minutos seguidos. Busco emoción, luces, color, reflejos, sombras, a ti en primera fila... soy como un gato negro, te costará distinguirme y también doy un poco menos de mala suerte.