Esta es la situación: Vuelvo en bus a casa y se sienta un chico a mi lado. Miro de reojo y leo en su pantalla que le está declarando su amor a una tal Alejandra. Aparto la vista y la centro en la ventana. Estamos subiendo por Passeig de Gràcia. Calculo cuánto me queda para llegar a casa y quitarme los zapatos, ya es de noche y estoy agotada. Al cabo de un rato vuelvo a mirar su teléfono y justo acababa de escribir “la chica de a mi lado en el bus…”
Me hago la loca mirando de nuevo por la ventana de manera distraída. Pero la curiosidad me puede, espero tres segundos prudenciales y levanto la mirada con la intención de volver a posarla sobre esta conversación ajena cuando de golpe el chico se levanta. Y se baja del autobús. Así, sin más. Sin dejarme ver qué le ha dicho sobre mí a Alejandra después de decirle que está enamorado de ella. La chica de a mi lado en el bus… ¿Es guapa? ¿Es fea? ¿Me está espiando? ¿Lleva un abrigo igual al tuyo? ¿Me recuerda a ti, querida Alejandra? ¿Seguro que también está pensando en Netflix?
Llego a casa pensando que jamás se volverá a repetir ese momento. Que probablemente no volveré a cruzarme con ese chico y si lo hiciera no me acordaría de su cara. Y si me acordara, no tendría valor para preguntárselo. “Oye, ¿te acuerdas de aquel mensaje de WhatsApp que le escribiste a Alejandra sobre una chica en un bus hace dos años? ¡Pues era yo!”. Como poco es de demente. También me doy cuenta de que de todos los asientos libres que había, escogí esa ventana, y que el destino quiso que perdiera el bus anterior para subirme a este.
Lo random del universo quiso que una noche cuando vivía en el Raval escuchara tanto Tame Impala que llegué al final de su repertorio y YouTube no tuvo más remedio que ponerme Glass Animals para saciar mi sed. Era una noche larga así que también me acabé las suyas, que por aquel entonces pertenecían a su debut ZABA (Wolfe Tone Limited, 2014), videoclips incluidos. La casualidad quiso que un día de la semana anterior al concierto entrara perezosamente en Facebook y de primeras me apareciese el evento organizado por Primavera Sound donde anunciaban que los británicos darían un concierto en Barcelona. Casi me caigo de la silla.
Y ahora estoy aquí, en la Sala Apolo, y siento que todo lo que he vivido me ha llevado hasta este preciso instante. Incluso aquello en el autobús. Life itself, Black mambo y Hazey. Comienzan fuerte. La primera de su nuevo álbum How to be a human being (Wolfe Tone Limited, 2016) que presentaban esta noche. Y las otras dos de su debut ZABA. Solo con un acorde y el público loqueaba. Solo dos álbumes y son un boom. Dave Bayley, el cantante, se metió en la boca una púa y la tiro al público. Y joder, hubo gente que se empujó por esa púa babada. Lo que estos chicos de Oxford despiertan es admiración pura.
El batería tenía una maraca en forma de 🍍. Entre sandías y piñas me sentí en sintonía con el mundo. En Black mambo Dave nos demostró que la vida era un fluir. Y eso hicimos todos en The other side of Paradise. Solo relajarnos y fluir. La mezcla de pop electrónico y R&B que hacen da lugar a una música ideal para momentos en los que solo te apetece que se paralice el mundo. Y dice la canción:
I feel so fucking numb
It hits my head and I feel numb
My body’s looking wrong
My body’s looking wrong
My body’s looking wrong
Bye bye baby blue
I wish you could see the wicked truth
Caught up in a rush it’s killing you
Vivimos atrapados en el mundo de la prisa. Glass Animals nos dice ‘eh, relax, vamos a divertirnos un poco’. Y el público movía los brazos como si Dave fuese un MC. También saltaban con ímpetu y chillaban de emoción. Energía pura debajo y encima del escenario. Es en esa misma canción, The other side of Paradise, donde dice My life turns in slow motion. Igual que muchos videoclips del grupo, que utilizan esa técnica para que se muevan las plantas y la plastilina. Sus imágenes a ratos son confortantes, a ratos desconcertantes.
El bolo siguió con los temas de Season 2 Episode 3, Cane shuga, Youth y Agnes del nuevo disco; así como Toes y Gooey del anterior. Este tema me hizo pensar solo por el nombre en la serie de Reino Unido que estoy viendo ahora mismo: The Crown. Estoy segura de que Gooey le gustaría incluso a la Reina de Inglaterra. La banda británica, por muy psicodélicos que sean los jóvenes que la conforman, es más sana que el pan integral. Las drogas quedaron en los ochenta, ahora se lleva más reducir el consumo de grasa y deshacerse de los carbohidratos refinados. Esto no les convierte en sosos, de hecho, el vocalista bajó del escenario y cruzó la sala para continuar con la canción en el otro extremo de la misma. Incluso dejó que una fan le acompañara en su travesía.
En todo caso es una evolución. Igual que su sonido, que de la melancolía de ZABA se ha transformado en las ansias por vivir de How to be a human being, sin perder la personalidad que cada día enamora a más personas por el camino. Prueba de su éxito es que Glass Animals pasaron por el Coachella, entre muchos otros festivales de prestigio, y en apenas unas semanas estarán en el Primavera Sound 2017. Los engranajes encajan cuando ellos suenan. Apolo suplicó por los bises. Pools y, al fin, Pork Soda, fueron las elegidas. Y se acabó. Quizá demasiado breve. Ojalá existiera el repeat de YouTube en la vida real.







Autores de este artículo

Paula Pérez Fraga

Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.