Es posible que La flauta mágica de Wolfgang Amadeus Mozart sea la ópera de todas las óperas. Seas aficionado de la música clásica o no, seguro que reconoces el título de la obra, o te suena la melodía cautivadora de la aria de la Reina de la Noche, una de las arias más famosas de toda la historia. La ópera sigue siendo muy popular hoy en día, 230 años después de estrenarse por primera vez en el Freihaus-Teater auf der Widen de Viena –ahora mismo la puedes ver en el escenario principal del Royal Opera House en Londres, por si te encuentras por allí este otoño–.
Mozart compuso La flauta mágica en un año particularmente interesante en su vida, un año que también sería el último. El compositor clásico fue muy productivo ese año, y La flauta fue solo una entre un montón de composiciones: sacó el concierto de piano K. 595 en B♭, el concierto de clarinete K. 622, un quinteto de cuerdas K. 614 en E♭, el motete Ave verum corpus K. 618 e inconcluso el Réquiem K. 626. Sin embargo, durante aquel mismo periodo, Mozart tuvo problemas económicos graves. El emperador José II de Austria murió en 1790 y a su sucesor, Leopoldo II, no le gustaba tanto la música ni el idealismo del compositor.
Con la falta del patrocinio real, su mujer Constanze dio a luz a su último hijo Franz, algo que solo contribuyó a sus preocupaciones financieras. Wolfgang Amadeus Mozart necesitó más trabajo, y sobre todo, dinero.
La flauta mágica como obra popular
Emanual Schikander, un amigo de Mozart de Salzburgo, también se encontraba en apuros, y escribió el libreto de La flauta mágica y le encargó que compusiera la música. Los dos querían un éxito -una buena crítica y popularidad, pero también, y sobre todo, un éxito financiero–. Por eso, La flauta mágica es una obra diseñada para ser un hit.
La forma de la ópera, un singspiel que incluye una mezcla de canto y ‘spoken word’, fue muy popular en aquel entonces. Pero la principal razón por la que atrajo a tanta gente, fue que era un fantástico cuento de hadas. El argumento es magnífico: incluye brujería, misterio y amor, y a su vez, un dramatísmo que la música escenográfica de Mozart acentúa con maestría. En el centro, hay una lucha por el poder entre el bien y el mal, visto en el conflicto entre los personajes de Sarastro (el Sacerdote del Sol) y la Reina de la Noche sobre la custodia y educación de la princesa Pamina, hija de la Reina.
Lo sobrenatural era muy popular entre el público de Viena, ya que aparecía como temática principal en las óperas más conocidas de entonces, como Dido y Aeneas de Henry Purcell o Alcina de Handel, pero también tenía raíces en los cuentos populares y la comedia musical vienesa, un género por el que Mozart y Schikander mostraban un gran interés. Para poner un ejemplo, antes de componer La flauta, Mozart hizo el borrador de una comedia titulada Die Liebesprobe con un enano, un gigante y una hechicera de protagonistas. También podríamos mencionar a Don Giovanni, la famosa ópera en italiano estrenada en 1787, que mezcla aspectos de comedia, melodrama y fantasía, aunque técnicamente hablando, esta es una ópera buffa (una forma de óperas cómicas italianas).
Con todos estos ingredientes, La flauta mágica atrajo a una audiencia variada y se hizo muy popular entre toda clase de personas, incluso las que no solían asistir a la ópera, aficionados de los cuentos de hadas y la comedia musical.
La flauta mágica como obra ilustrada
Pero escondida dentro de este cuento de hadas hay otra historia, algo que revela otro tipo de magia que hay en la obra, la magia de una alegoría. La flauta mágica también trata de los ideales de la ilustración, especialmente el de los masones, grupo en que Mozart, Schikander y sus compañeros formaron parte. Se puede interpretar en el conflicto principal entre Sarastro y la Reina de la Noche como la lucha del ‘bien’ contra el ‘mal’, o también el conflicto entre la búsqueda de iluminación, conocimiento y aprendizaje, y aquellos que la quieren represar, particularmente la emperatriz María Teresa I de Habsburgo (representada por la Reina de la Noche), infame por su deseo de reprimir la masonería.
Se enfatiza esta historia en la música también. Por ejemplo, el color del canto de la Reina alcanza notas increíblemente altas, algo que genera inquietud e incomodidad, y que hace que no queramos confiar en ella. No obstante, la voz de la razón se reflleja en Sarastro; sus arias son calmadas, profundas y relajantes. Mozart hace que apoyemos al hombre en su búsqueda de iluminación, y odiemos a la mujer que le quiere parar.
Así pues, La flauta mágica es una obra compleja y un espectáculo popular al mismo tiempo, con una alegoría importante sobre los ideales de la ilustración. Una ópera espectacular que entretiene al público y que nos revela lo que pensaban Mozart y sus compañeros durante una época de conflicto entre los que valoran la razón y las fuerzas de poder que la resistieron. Es una ópera ilustrada para el hombre común. Creo que el pensador icónico de la época, Johann Wolfgang von Goethe, expresó la magia de la obra claramente en la siguiente cita: “Se necesita más cultura para percibir las virtudes del texto de La flauta mágica que para señalar sus defectos”.
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