Este año, por fin, los festivales de música se han podido celebrar con normalidad. Aparentemente, al menos. Reconozco que no las tenía todas conmigo y que, a pesar de que me encanta la música en directo, la idea de ir a un festival me tiraba para atrás y me daba una pereza como nunca antes. Tanta pereza, que vendí mi abono del Primavera Sound y preferí irme de vacaciones con unas amigas a Copenhague. Por cierto, maravillosa ciudad que os recomiendo visitar. Y de paso vimos a Wilco. Combinar un viaje y un concierto en la mejor compañía es apuesta segura. No lo cambio por todos los Primavera del mundo. La sola idea de verme entre la marabunta del Fòrum me quitó todas las ganas de ir, si es que a estas alturas tenía alguna.
Luego llegó el Azkena, y todo cambió. Eso no significa que vuelva al Primavera. Creo que esa puerta ya se ha cerrado definitivamente. Me apetecen otro tipo de festivales en los que la mayoría de la gente vaya a disfrutar de la música y no a los que voy a enfadarme por las situaciones que vivo, la mayoría de veces extramusicales, que enturbian la experiencia musical. Festivales en los que no veas un mar de móviles haciendo fotos en vez de que la gente esté prestando atención al concierto. Festivales en los que veas al público dándolo todo y no molestando todo el rato. Lo que pasa es que el Azkena es otra cosa. Una en la que te puedes sentir cómoda, disfrutar del mejor rock y encima encontrarte con medio mundo.
Este Azkena, después de tres años de sequía, ha sido también el del reencuentro. Siempre que voy, sé que voy a cruzarme con muchas compañeras y compañeros a los que aprecio y sigo, muchas veces virtualmente porque no viven en Barcelona. Amistades también y colegas de conciertos. Sé que cuando llega el Azkena, nos veremos allí. Además, siempre voy con la troupe de compañeros fotógrafos de Barcelona con lo que las risas están aseguradas, eso también es un plus.
En lo musical, que os puedo decir. El Azkena celebraba su 20 aniversario y tiró la casa por la ventana. Vimos muy buenos conciertos. Desde Hiss Golden Messenger, pasando por Morgan o Fu Manchu el primer día. Hasta Surfort, Jerry Cantrell, Drive-By Truckers, Afghan Whigs o Social Distortion el segundo día. Y el ultimo día, DeWolff, Israel Nash, Emmylou Harris, Robyn Hitchcock, Suzi Quatro o Daniel Romano’s Outfit. Sin olvidar, a Patti Smith. Oh, Patti. Palabras mayores.
El concierto de Patti Smith fue uno de los mejores de todas las ediciones del Azkena y, de hecho, es lo que comenta con cada persona que me encontraba tras el mismo. Con una sonrisa de oreja a oreja, íbamos flotando por el recinto como en una nube. Patti nos tocó con su gracia. Es difícil describir las emociones que se vivieron en el concierto. Como se crea comunidad gracias a la música y a una chamana que consiguió ponernos a todos en trance. Y no estoy exagerando. Adoramos su entrega, su expresividad, su sinceridad. Es una jefa. Nos regaló un setlist redondo. El público cantó como nunca. Lloró. Se emocionó. En los bises, Emmylou se subió al escenario para hacer coros en People Have The Power y fue apoteósico verlas juntas. Otro de los grandes conciertos de festival fue el suyo. ¡Qué elegancia y saber hacer el de Emmylou! Vaya noche de damas vivimos en sábado en el Azkena.
Después del concierto de Patti, no tuve cuerpo para ver ningún otro concierto hasta un rato después. Necesitaba procesarlo, disfrutar de cada momento, hacerlo mío. Esos son los grandes conciertos. Los que recuerdas años después, los que se te quedan grabados en la retina. Yo estuve allí, recordaremos con emoción.
Me fui del Azkena tras ver otro concierto espectacular, el de Daniel Romano’s Outfit. ¡Madre mía, pero que chute de energía! Un directo arrollador con una Julianna Riolino desatada. Atención que saca disco en solitario en octubre. Se llamará All Blue. Después de ver a Patti subirnos a los cielos y al Romano y los suyos ofrecernos tremenda bofetada sónica, no me quedó otra que irme y cerrar mi Azkena de este año.
Decir que me lo pasé bien y vi buenos conciertos es quedarse corta. Además, no os podéis imaginar lo bien que comimos. Vitoria-Gasteiz y el País Vasco tiene una oferta gastronómica espectacular. Y qué decir de los pinchos. Ay los pinchos. Ir a la Azkena es como sentirse en casa. Ojalá todos los festivales los viviera así.
Autora de este artículo
