La infinidad de galardones recibidos por Vicente Amigo, a lo largo de sus treinta y dos años de carrera en solitario, le avalan por sí solos. Por si esto fuera poco, le idolatran hasta sus colegas y potenciales rivales de profesión. El insigne guitarrista estadounidense Pat Metheny llegó a decir de él que era “el mejor guitarrista del mundo”, sobran comentarios.
Con todo y a pesar de su indiscutible categoría como instrumentista, en nuestra humilde opinión la vida discográfica de Vicente Amigo posee altibajos. Su tendencia al ‘soft’ o a utilizar arreglos excesivamente edulcorados le han alejado, a menudo, de la pureza originaria. Autenticidad a la que retornó en 2017 con la edición de Memoria de los sentidos (Sony Music), sobresaliente disco que recibió el Grammy latino al mejor álbum de música flamenca.
Esa esencia primigenia fue la que pudimos gozar en su concierto del Palau de la Música Catalana. Con Antonio Fernández (guitarra, coros y palmas), Ewen Vernal (bajo eléctrico), Rafael Usero (cantaor) y el solicitado percusionista Paquito González (también estuvo acompañando a Miguel Poveda dos días atrás) el resultado no podía resultar más genuino.
Rey de la digitación
Las luces del coliseo se apagan y aparece el divo guitarra en mano. Una salva de aplausos le recibe (se triplicarían al finalizar).
Su presentación fue un largo solo de lucimiento en la que mostró esa perfecta digitación que le ha hecho célebre, redondeada con el apoyo de palmas. Ya con el combo al completo (una máquina engrasadísima) interpretó unos tangos muy vivos, prosiguiendo con la primera joya de la noche: Autorretrato. Esta pieza descriptiva y cristalina, incluida en el álbum Paseo de Gracia (Sony Music, 2009) fue una de sus mejores colaboraciones con el superlativo Enrique Morente, Rafael Usero le sustituyó dignamente.
Paquito González, músico estratosférico, se lució en Estación de primavera y Amoralí primera muestra de su último trabajo, destinada a formar parte de una futura selección de grandes éxitos.
Terminada Talavante (cantada con mucho sentimiento por Usero), Amigo volvió a exhibir sus mágicos dedos en la soleá Sevilla, escoltado únicamente por las palmas de González y Usero, complemento imprescindible.
Exuberancia, sensibilidad y conclusión
Vicente Amigo (parco en palabras pero generoso repartiendo notas magnetizadoras) preparó un recital a conciencia, de exquisitez inusitada. Alternó efusión (Azules y corintos) con delicadeza, como en Bolero a los padres, maravilla dedicada al recientemente fallecido Chick Corea, adecuadísimo homenaje.
Para rematar escogió Guadameci otra perla de Memoria de los sentidos, acogida como si de un clásico se tratara. En este premiado disco hay mucha música con la que embelesarse. De obligada audición.
Sin utilizar el truco de esfumarse y aparecer antes del bis (el tiempo apremiaba) Amigo y los suyos interpretaron, en la fase de propinas, la solemne Requiem, combinada con la no menos imponente Roma. Lejos de acabar con los frecuentes fuegos de artificio que intentan elevar el tono de manera grandilocuente, el epílogo fue relajado, placentero, fascinante. La consecuencia de ese cambio resultó igual de fructífera, todo el Palau puesto en pie ovacionó su apuesta por el salero ponderado, formidable acierto.
En su primer concierto desde el pasado agosto, Vicente Amigo volvió, fresco y con ganas. El “tocaor” nacido en Guadalcanal (Sevilla) aunque criado en Córdoba ofreció su enésima clase magistral de técnica guitarrística, emanando también todo el arte que lleva guardado en su alma andalusí. Académico, sí, pero preñado de belleza.
Vigoroso, más flamenco que nunca Don Vicente arrasó. Una vuelta a los orígenes sincera, sin trampas. El monstruo de las seis cuerdas está muy vivo. No le dejen escapar.
Érase una vez un barco de papel perdío… Érase una vez un hombre de cartón herío. Érase una vez una playa sin mar, sin niños. Érase una vez que me miré al espejo, hundío
Autorretrato, Vicente Amigo






Autores de este artículo

Barracuda

Montse Melero
Hacer fotos es la única cosa que me permite estar atenta durante más de diez minutos seguidos. Busco emoción, luces, color, reflejos, sombras, a ti en primera fila... soy como un gato negro, te costará distinguirme y también doy un poco menos de mala suerte.