O te eclipsa o te horroriza, pero el K-pop no deja indiferente a nadie. Bandas de cinco o más personas, canciones pegadizas, coreografías imposibles y una estética impecable. Desde hace más de una década, este género musical de grupos prefabricados no ha hecho otra cosa que extenderse más allá de sus fronteras. En Barcelona, su comunidad de seguidores vibra por sí sola. Y es por esto que en esta serie de artículos vamos a explicar las diferentes caras de un género que no es solo música; también es fenómeno social, cultural y artístico. Continuamos desmenuzando el funcionamiento de su industria y su lado más crítico.
Las boy y las girlbands no son nada nuevo. Si miramos muy atrás en el tiempo podemos encontrar conceptos parecidos en la fábrica de éxitos Motown y grupos como The Temptations, The Supremes y The Jackson 5. O ya en los noventa los idolatrados Backstreet Boys y las reinas Spice Girls, entre un largo etcétera que enloqueció a los teenagers de esos años.
La diferencia con el K-pop es que ha llevado la idea de cazatalentos y la creación de grupos prefabricados al extremo: con un sistema estricto, lleno de normas y que acaba con la libertad y felicidad de los artistas desde una edad muy temprana. La adolescencia no es una etapa en la que estar aislado de tu familia y trabajar durante más de doce horas al día para construirte un futuro que, lo des todo o no, será incierto. Pero la industria del K-pop funciona así. Vamos por partes.
Adolescencia, normas y explotación
Toda vida artística de un miembro de K-pop empieza en el mismo punto: las audiciones. Varias veces al año, las empresas de entretenimiento de este género convocan audiciones tanto nacionales como internacionales para reclutar futuros artistas. Cada agencia impone su mínimo y máximo de edad para apuntarse, pero suelen participar chicas y chicos adolescentes e incluso en ocasiones niñas y niños menores de 10 años. El problema está en que las personas que pasan estas audiciones y quieren entrar en la agencia de management deben firmar un contrato riguroso e intolerable para ciertas edades.
Entrenamientos de canto, rap, baile e interpretación durante unas doce horas al día, lecciones de comportamiento público e idiomas, controles de peso semanales, control de los teléfonos móviles, la prohibición de tener pareja o hasta la prohibición de cambiar de peinado sin el consentimiento de la agencia.. Estas son algunas de las normas comunes según explica la cantante Grazy Grace en su canal de YouTube.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido? Pues espera porque no se acaba aquí: también están obligados a vivir en pisos proporcionados por la agencia —a menudo en situaciones muy precarias y sin apenas comida— junto a otros aprendices. Es decir, se les separa de su familia —además, los que no son de la capital, Seúl, viven aún más distanciados de su casa— y se les aísla en una vida de explotación y control. Una vida, además, que en muchas ocasiones está llena de competitividad y bullying entre aprendices porque solo aquél que aguante más llegará hasta el final. Aún no hemos ni debutado y ya empezamos mal.
Artistas vs. agencias
Ya no es que incluso entrenando tantas horas diarias puede que no consigas el éxito, es que ni entrar en una agencia te garantiza debutar. Solo a aquellos aprendices que destaquen y llamen la atención de los directores de la agencia se les dará la gran oportunidad de entrar en un grupo con otros aprendices. Una vez reunidos unos cuantos miembros —de personalidades distintas como parte de la estrategia de comunicación, como hemos visto—, se les otorga una posición —cantante principal, rapero principal, bailarín principal, etc.—, se les pone un nombre y se los prepara durante meses para debutar con un single y, por supuesto, una coreografía.
No pienses que las normas mencionadas anteriormente se acaban una vez debutan porque, de hecho, se endurecen. Hay que pensar que en el mundo del K-pop, la estética tiene un peso muy importante. Tan importante que hay un rol en las bandas que se llama ‘visual’: así es, los más guapos tienen el rol de cantante, bailarín o lo que sea, pero además tienen el papel de ‘ser guapo’. Por tanto, durante toda la vida de un artista está prohibido subir mínimamente de peso y, además, las agencias también te pueden llegar a ‘sugerir’ que pases por el quirófano para hacerte algún que otro retoque estético. Esta presión por ser perfectos muchas veces provoca que los artistas se pasen con el bisturí o incluso se suiciden por estar insatisfechos con ellos mismos.
Muy triste, tanto como que las agencias tampoco les dejen tener su propia vida personal: los fans son las verdaderas personas que están detrás del éxito del K-pop y los fans se creen que sus artistas son sus novios y novias. Suena raro, pero realmente es así. De aquí que cuando la prensa rosa descubre que tal artista está saliendo con tal artista sea todo un escándalo. ¿Solución? No dating.
El hecho de que uno de los puntos clave de la estrategia de marketing del K-pop sea que los miembros de las bandas estén activos en las redes sociales hace que reciban el calor y el apoyo directo de fans alrededor del mundo. Pero también el odio. El cyberbullying de haters y trolls hacia artistas en el mundo del K-pop es un problema muy serio y recurrente. Ningún artista se libra de recibir todo tipo de acoso digital: desde comentarios negativos hasta amenazas de muerte. En un país donde la tasa de suicidios es una de las más altas del mundo y una de las principales causas de muerte antes de los 40, en los últimos años, el suicidio de tres artistas muy jóvenes ha puesto en el punto de mira el cyberbullying. Los fans han pedido al gobierno de Corea que aplique medidas para pararlo y la parlamentaria Park Sun-sook ya ha repetido en varias ocasiones que “los artistas están expuestos sin defensa a la violencia virtual y es hora que la ley y la sociedad los proteja”. Por ahora, las agencias de entretenimiento también se han puesto firmes para luchar contra estos casos. Qué mínimo. Si se ven con el derecho de controlar sus artistas, también pueden protegerlos.
Demasiada oferta para un país tan pequeño
Cuando decimos que en la industria del K-pop alcanzar el éxito es difícil, no lo decimos porque ganarse el corazón de los fans pueda ser una tarea complicada; lo decimos por este gráfico que os mostramos aquí. Cuatro colores que indican las cuatro generaciones de K-pop que ha habido desde la aparición del género hasta la actualidad y el nombre de bandas debutadas en cada una de ellas. Por ejemplo, entre el año 2003 y el 2011 debutaron 223 bandas, en un solo género musical, en un solo país. ¿Te imaginas intentar hacer lugar para 223 Ariana Grande o 46 Lady Gaga en un país de 50 millones de habitantes (EEUU tiene 330)? Imposible.
La industria musical del K-pop ya hace años que está explotando su propio mercado: en un país tan pequeño no se puede intentar que más de 223 bandas —si además contamos las bandas veteranas— puedan tener la carrera y reconocimiento que se merecen, que tengan presencia en todos los programas televisivos musicales o radios, que tengan un lugar en el cartel de los festivales de todo el territorio, que puedan asistir a los premios musicales de final de año o que puedan programar su propia pequeña gira por el país. Demasiada oferta para una demanda que, por muy grande que sea, no puede absorber tanta novedad. Lo peor de todo no es que esto provoque que muchas bandas no reciban el amor que se merecen, también provoca que tengan una vida muy corta y se disuelvan al cabo de pocos años porque bandas nuevas les pisan los talones.
Hay tantas cosas por arreglar en esta industria musical que no acabaríamos nunca si intentáramos repasar y explicaros todo su lado oscuro —el que conocemos, claro—. Pero si algo bueno tiene el crecimiento de la popularidad del K-pop es que sus métodos cada vez están más expuestos al resto del mundo, que los fans cada vez tienen más voz para denunciar lo que no les gusta y poco a poco la oscuridad se ve teñida por rayos de luz, de verdad. Que siga así.
Autora de este artículo
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