Ya no hay otro nuevo horizonte. Tenemos que establecerlo aquí.
El libro Hotel California empieza con esta cita muy apropiada de The Eagles, uno de los grupos que jugaron un gran papel en la formación de la mentalidad de Laurel Canyon.
La historia del cañón empieza con el aterrizaje de The Byrds en 1965, unos chavales enamorados con el sueño del Estado Dorado, esta cultura de la playa y la juventud, una imagen que los jóvenes californianos The Beach Boys proyectaban en sus himnos melosos en los sesenta.
Situado en los Hollywood Hills en California, Laurel Canyon era una zona provincial, espiritual y sobre todo desconocida, que se convirtió en un destino moderno y seductor, un lugar que atraía a artistas que tenían una conciencia compartida, que buscaban un nuevo espíritu y una vida alternada.
Hotel California, el libro de Barney Hoskyns ya traducido al castellano por Elvira Asensi, está saturado con una cantidad rebosante de relatos contados por los músicos célebres de Laurel Canyon. Algunos de los incluidos son Niel Young, Joni Mitchell, David Crosby, Stephen Stills, Graham Nash, David Geffen, Carole King, Randy Newman, Phil Spector, Frank Zappa, Fleetwood Mac, Van Dyke Parks, Buffalo Springfield, James Taylor, Jim Morrison, The Mamas and Papas, Doug Weston, Elliot Roberts, Paul Rothschild, Peter Fonda y muchos más.
El cantautor americano y vecino del cañón, Chriss Darrow, explica en el libro, “queríamos ser vaqueros… Como pensábamos que habían sido en los años veinte o treinta”. El ámbito en los cañones escondidos en las montañas e inundados en el sol, era puntuado por el deseo de volver a tiempos más sencillos, tranquilos, apartados de la ciudad y el bullicio infernal. En Topanga Canyon justo al lado de Laurel, Hoskyns nos revela que solo se podía montar a caballo. Y es verdad que en la música que los artistas produjeron se puede notar esta búsqueda de la sencillez, en los vocales y guitarras suaves y relajadas, en las letras consideradas y a menudo optimistas.
Pero eso no venía sin un estilo de vida que rayaba en lo hedonista, nos recuerda Hoskyns. La tranquilidad que definía la vida en el monte fue interrumpida drásticamente por el consumo de drogas abusivo y las relaciones sentimentales que resultaban ser tormentosas. Muchos artistas se engancharon a la cocaína y el LSD, por no hablar de la cantidad de canutos que se fumaban casi todos.
Este lado de la vida en el cañón está encapsulado en una frase de Graham Nash, el músico revolucionario y miembro del supergrupo folk rock, Crosby, Stills and Nash. Dijo que “se respiraba una gran libertad”, “una sensación de que podíamos hacer lo que quisiéramos.”
Al fin y al cabo, Laurel Canyon era una meca para los que buscaban una “contracultura molona”, y como todo los movimientos contraculturales, se acabó y murió su espíritu.
Al fin y al cabo, Laurel Canyon era una meca para los que buscaban una “contracultura molona”, y como todos los movimientos contraculturales, se acabó y murió su espíritu. Se ralentizó a mediados de los setenta cuando el paraíso que se había establecido se convirtió en “un infierno de egoísmo y capitalismo desbocado”, un resultado quizás inevitable para los vecinos de un barrio tan estrambótico. Hoskyns pone el ejemplo del club, El Troubador. Aquel fue el lugar de referencia en el cañón, un lugar donde los folkies tocaban sus canciones, creaban, y quedaban hasta la madrugada. Pero como todo el resto, no pudo adaptarse a la manera en la que industria musical se desarrollaba. En palabras de Hoskyns, “era un lugar triste donde rondaban los fantasmas de sus años gloriosos”, un poco como el cañón en sí a su fin.
Hotel California es un libro que narra el verdadero ambiente que se vivió en el cañón y cómo se desarrolló ese pensamiento revolucionario que marcó toda una era tanto en lo musical como en lo cultural. A través de los relatos de numerosos músicos que vivieron allí en esa época, Hoskyns nos permite adentrarnos y experimentar los recuerdos vividos y sentimientos apasionados de sus verdaderos habitantes.
El hecho de que aparezcan tantos artistas –que contribuyeron a crear una red hiperconectada con muchos vínculos variados entre personas, un poco incestuoso todo– hace que el libro sea complejo por naturaleza. Hay muchos personajes y muchas tramas y a veces es difícil seguir el ritmo. Incluir tantas experiencias diferentes que vienen de varias personas distintas, es una carga de la que Hoskyns no se libra completamente, pero es importante, ya que la música y el mito del cañón fue en gran parte producto del colectivo y el espacio que crearon juntos.
Imagen de portada © Henry Diltz
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