¡Recicla! ¡Consume esto! ¡No consumas aquello! ¡Lleva una vida zero plastic pero no a coste zero! ¡Cuida al planeta! Cualquier hijo de vecino recibe continuamente mensajes más o menos incisivos sobre el impacto de sus acciones en el medioambiente. ¿Reciben las grandes empresas la misma presión? Concienciar sí. Hacer todo lo que está en nuestra mano sí. Obrar milagros no. ¿Y si en vez de sufrir ansiedad cada vez que tomamos un refresco pusiéramos el foco en las corporaciones billonarias que producen esa lata? Y no vale un ligero greenwashing ni la parida del tapón. Hacen falta medidas innovadoras que produzcan un cambio significativo. Y han de venir de las empresas.
Plantéate el escenario: tienes cierta conciencia ecológica, decides ir a un festival porque piensas que la cultura y el ocio es un derecho, es la hora de cenar y no encuentras ninguna opción sostenible. Has dado mil vueltas y efectivamente en todos los puestos te sirven la comida con cien mil plásticos. ¿No cenas? ¿Te fustigas porque deberías haber traído tu bocata? ¿Te vas sin ver tu grupo favorito? Hace años que los festivales han asumido que es su responsabilidad minimizar todos sus residuos generados por la restauración. Hoy en día chocaría que te entregaran la comida en un envase no sostenible. Se encontró una solución para ello y se aplicó.
Cómo gestionar los vasos es el próximo reto. No es sencillo liderar ese cambio pero tampoco imposible. Mientras que otros festivales le prestan más o menos atenciones, Cruïlla lleva muchas ediciones experimentando. Recordamos por ejemplo cuando presentaron un vaso hecho de materiales orgánicos que en apariencia parecía plástico pero en realidad era biodegradable. Este año, explicaron en rueda de prensa, se descartó porque era necesario un proceso químico. Y se está apostando por otro modelo: el de reutilizar los vasos. No hablamos de reciclar, ya que solo tendrían 4-5 vidas. Sino simplemente lavarlos, iniciativa con la que tendrán 150 vidas. Se reduce a su vez el consumo de agua, ya que si para fabricar 200.000 vasos se utilizan 300.000 litros de agua, para lavar los mismos hacen falta 12.000 litros. Para llevarlo a cabo han renunciado a su marca. Alguien beberá de ese mismo vaso en una festa major u otro evento similar sin saber que partió del Cruïlla. Veremos si esta es la definitiva o si será necesario seguir probando soluciones.
La sostenibilidad ya no es un valor, es una necesidad imperiosa”
El primer estudio que recoge estas y más informaciones está previsto para este otoño. “No queremos quedarnos todas estas iniciativas e innovaciones para nosotros, sino que queremos generar una metodología para que otros festivales puedan seguirla”, adelanta Jordi Herreruela, director del Cruïlla. Es solo uno más entre tantos otros pasos: “antes se valoraba únicamente el impacto económico, quizá ahora comience a valorarse también el impacto medioambiental y social”. El impacto económico que genera es evidente que depende de la empresa, igual que debería serlo su impacto medioambiental y social. Y rendir cuentas si ese impacto es negativo debería ser responsabilidad de las mismas empresas, no solamente del ciudadano. Un dato: “la mitad de las emisiones de la aviación son causadas por solo el 1% de la población mundial”, ya que según un informe de Greenpace, “los jets privados causan entre 5 y 14 veces más emisiones de CO2 por pasajero que un avión comercial medio”. Perfecto alentar a los usuarios a utilizar otros medios de transporte, pero más perfecto aún cortarle las alas a ciertos millonarios, que además suelen ser o los directivos de esas mismas empresas contaminantes o los gobiernos que las consienten o las celebrities que las publicitan.
Los festivales son empresas, desarrollan una actividad y por tanto generan un impacto, que es necesario reducir o compensar. Están en el punto de mira precisamente porque son visibles y masivos, pero igual que en un mundo justo las empresas deberían pagar impuestos en proporción a sus ingresos, también deberían contribuir en su justa medida. Reducir residuos y emisiones, convirtiéndose en el primer gran festival en nuestro país que se alimenta de energía renovable, explica Herreruela, “nos lo podemos permitir siendo Cruïlla, un festival pequeño sufre más pero es posible; a nivel económico tiene el coste de un artista medio: sumas un artista o haces todo esto”. Añade que, ahora mismo y cada vez más, “la sostenibilidad ya no es un valor, es una necesidad imperiosa”. Que cada uno contribuya según lo que le corresponda.
Más allá de las iniciativas sostenibles y solidarias –destacan por ejemplo sus colaboraciones con Intermón Oxfam así como asociaciones de apoyo a diferentes colectivos sociales–, Cruïlla quiere seguir diferenciándose del resto de eventos por su carácter local, su programación ecléctica y por la inclusión de otras disciplinas como los monólogos en el ya consolidado Cruïlla Comedy. A más demanda, más oferta. Llegados a este momento en el que afloran los grandes eventos y en el que los usuarios no escogen a la ligera, diferenciarse y hacer las cosas bien es la única manera de que tu público siga siéndote fiel.
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