Reconozco que cuando se anunció la nueva gira de Pearl Jam, la primera reacción fue la de emoción. Los he visto unas cuantas veces ya, me gustan mucho y sus conciertos siempre me han hecho disfrutar de grandes momentos. Como otros muchas amigas y amigos, nos apuntamos a este nuevo sistema de sorteo de entradas para evitar reventas y “proteger a los verdaderos fans”. Te apuntas en una lista, si te toca puedes comprar, sino entras en lista de espera. Si las entradas no se agotan, quizás consigas el preciado objetivo. Me apunté, cierto, pero al poco rato empecé a darle vueltas y decidí que no me la iba a comprar. Lo siento, pero yo me bajo del carro.
Hace unas semanas me había comprado una entrada para Patti Smith en Pedralbes, que ya me costó lo suyo, aunque no tanto como lo que cuestan en pista las de Pearl Jam: 165 euros. Este es el grupo que se enfrentó a Ticketmaster por los precios abusivos de las entradas. Pero, es que no son solo ellos. La cosa es generalizada y es vergonzoso. Han adaptado el modelo americano a Europa y por suerte, parece que se están pegando una buena hostia. En Estados Unicos, con las entradas a precios dinámicos según demanda, algunos conciertos han llegado a precios estratosféricos, así que para ellos pagar 200 euros es lo “normal”. Aquí no y a no ser que seas Taylor Swift parece bastante imposible que la gente se acostumbre a algo así.
El resultado es que después de unas horas, la venta para las entradas se puso en abierto para todo el mundo. Un día después ya se vendían entrada a precios más baratos de los originales y muchos fans acérrimos de toda la vida echaban pestes o decidían nunca más volver a pagar por ver a la banda. Incluso me he encontrado con alguna amiga que, a pesar de apuntarse en la lista, no recibió ningún correo ni para el sorteo ni para la lista de espera y otro amigo tuvo que comprarle unas entradas que seguramente después de un día podría haberse comprado a un precio mejor. Lo mismo está pasando en Londres y Berlín. Así que, es generalizado y yo que me alegro. Espero que aprendan la lección. Y si no venden todas las entradas para sus dos conciertos mejor. Por el camino han perdido muchos fans de siempre.
La gente cada vez con menor poder adquisitivo. Las entradas cada vez más caras.
En general, los grandes conciertos se están convirtiendo en eventos para las clases altas. Porque 165 euros no los paga una persona con un sueldo normal de este país sin que le desmonte el presupuesto del mes entero o de varios meses. Esa es la realidad. ¿Hasta cuándo podremos seguir pagándolo? O, mejor dicho, ¿hasta cuándo querremos seguir pagándolo? No es que no me lo pueda permitir. Puedo, pero no me da la gana. Estoy harta de que nos ninguneen así.
Con lo que me he ahorrado de Pearl Jam, me pago un billete de avión para pasar un fin de semana en otra ciudad y ver a una de mis bandas favoritas. Me voy a gastar más, sí, por supuesto, pero la entrada vale un precio razonable y encima voy a pasar un fin de semana en una ciudad maravillosa que no conozco. Puestos a gastar, me monto una experiencia única y no pago una millonada por un concierto que hace unos años me costó 50 y pico euros y ahora me cuesta más del triple. Vemos entradas para conciertos en salas como Razzmatazz o Apolo de más de 40 euros y ya nos parece algo normal, los vemos como precios populares y no es así. Añádele a esto las “graciosísimas” entradas de visibilidad reducida o visibilidad nula. ¿Pero que me estás contando? Por poner un ejemplo. ¿Pagas 80 euros en el concierto de Patti Smith en Pedralbes por ver una maldita palmera? Estas cosas deberían estar prohibidas por ley. Señores promotores, si no se ve una mierda, no es una entrada vendible. ¡Venga ya! Está claro que esto no lleva a nada bueno. La gente cada vez con menor poder adquisitivo. Las entradas cada vez más caras. Los de siempre se cansan y dejan de ir a conciertos y los que se lo pueden permitir, les da igual pagar 8 que 800. Yo me bajo del carro, ¿os bajáis conmigo?
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