“Cuando tenía siete años, en la escuela todos escuchaban techno o reggaetón. Yo les preguntaba: ¿No conocen a Charlie Parker?”. De casta le viene al galgo.
Melissa Aldana pertenece a una familia de músicos (su abuelo y padre también tocaban el saxo tenor) y fue descubierta por el pianista panameño Danilo Pérez cuando tan solo tenía dieciséis años, convirtiéndose en su mentor. A partir de esa envidiable enseñanza, la intérprete chilena (residente en New York) ha subido peldaños con velocidad supersónica: grabó su primer disco, Free fall en 2010; fue la primera mujer instrumentista en ganar la Thelonious Monk International Jazz Competition; en 2019 edita Visions (trabajo influenciado por la artista mexicana Frida Kahlo); en 2020 aparece el primer trabajo (para Blue Note) de Artemis, supergrupo femenino del cual es una de sus líderes, y está a punto de salir al mercado 12 Stars, también de la discográfica fundada por Alfred Lion y Francis Wolff. Ahí es nada
Su tercera presencia en el Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona ya considerada como gran acontecimiento, tuvo lugar en el Conservatori del Liceu donde estuvo flanqueada por Mike Moreno (guitarra), Pablo Menares (contrabajo) y Kush Abadey (batería). Segundos fuera.
Poder femenino
Digámoslo desgañitándonos, todavía es obligatorio: las mujeres en el mundo laboral y en el artístico, particularmente, están menospreciadas. En pos de conseguir llegar, tan solo, a ganarse la vida decentemente, el esfuerzo debe ser titánico, cientos de molinos de viento o monstruos disfrazados de macho lo impedirán. Para subir a los altares, deben sudar sangre y demostrar su calidad cada segundo, muchas caen en el intento y no es por falta de nivel. Únicamente algunas privilegiadas lo consiguen y Melissa Aldana está entre ellas. Hablamos de una sopladora de altísima categoría. Sus estratosféricos solos, llenos de inventiva y elegancia, son el mejor aval posible. Sabíamos, con seguridad, que no nos iba a defraudar.
Clase y calidad por arrobas
Cuando un músico saca adelante el Reflections de Monk, aparentemente sin esfuerzo, con solidez abrumadora y exquisito gusto, tal como la desarrolló Melissa Aldana, puede hacer lo que le venga en gana. Tocar con aires de bossa nova (Emilia), intrincarse por caminos ásperos, tomen de ejemplo las igualmente novedosas La emperatriz e Intuición o apretar el acelerador, así lo hizo con The bluest eye, tema extraído del citado Visions (Motéma, 2019). Aldana ha construido su edificio musical desde la base, las iluminaciones deben brotar después de las armonías, lo contrario es engañarse a uno mismo y a los sufridos melómanos.
La chilena se lo permite porqué posee una técnica prodigiosa que, cruzada con el sabor dulce surgido del alma, obra bellas estampas milagrosas. Por ese sendero mullido transcurrió una velada que rozó la perfección. Atacó las notas sin frivolidades, directas. Ajustó las puntas agudas de modo preciso, sin fallo y todo ello expuesto apasionadamente. Doctorada con 32 primaveras, imaginen hasta dónde puede llegar. El infinito no es una quimera.
Melissa y su banda
Aldana se siente privilegiada de haber podido seleccionar su propia banda y trabajar con ella en sus propios proyectos, tanto en vivo como en directo. Esta feliz connivencia traspasa el escenario. Ejerció de líder, pero dejó a sus compañeros recrearse tenuemente. Lucieron virtudes, sin embargo, las ejecutaron sin bulla, ajustando cada sonido. Moreno estuvo distinguido con su guitarra, Menares calculador en el contrabajo y Abadey sutil con las baquetas y escobillas. Tres solistas de lujo.
No se percibió ningún solo rimbombante, nada sobró, solamente pudimos escuchar música contemporánea y de la grande, valioso tesoro.
Concierto de Melissa Aldana Quartet se saldó con una lección de jazz moderno, equilibrado y sensato. Si lo desean, llámenle ‘Sonido Aldana’. Se lo merece.
P.D.: Según nos contó la propia Melissa, tuvo serios problemas con su instrumento al intentar limpiarlo por dentro, cuando esta estaba a punto de comenzar la gala. Solventado el serio contratiempo (sin su propio saxo no es nadie) salió a escena dándolo todo. Gajes del oficio y muestras de enorme profesionalidad. ¿Cómo la de antaño? Dejémoslo ahí.







Autores de este artículo

Barracuda

Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.