Los géneros musicales jamaicanos (ska, reggae, dub, dancehall, etc…) hace demasiado tiempo que viven de recuerdos, permaneciendo instalados en aquellos paraísos perdidos tan añorados que no volverán. Muchos de los pioneros han fallecido o su avanzada edad no les permite excesivas alegrías. Las nuevas generaciones no han sabido preservar el inmenso legado erigido en las décadas de los 60, 70 e incluso los 80 y han sido engullidas por nocivas tendencias que nada tienen que ver (les pueden poner el lazo que deseen) con el espíritu primitivo.
Instalados en este negro punto, cualquier cosa que recuerde a las raíces es bienvenida. Escuchar el nombre de The Skatalites todavía nos produce agradables cosquillas nostálgicas. La legendaria banda nunca nos ha abandonado, a pesar de los múltiples cambios de formación, y la llama rítmica sigue, tímidamente, encendida. Otro tema es saber si sus actuales componentes (sin ningún miembro original) merecen o deben seguir luciendo el nombre de aquel grupo que en 1964 abrió las puertas a sonoridades desconocidas y revolucionarias. Debate abierto y mucho más desde que Lester Sterling lo dejó definitivamente.
También es cierto que el nivel instrumental se ha mantenido, notablemente, gracias a las aportaciones de músicos de la categoría de Val Douglas, Sparrow Thompson, Vin Gordon (quien finalmente no acudió a la convocatoria) o el percusionista Larry McDonald, (Toots & The Maytals, The Wailers) el reclamo para la gira 2022.
Algunas preguntas nos rondaban, por la cabeza, horas antes de la descarga skatalítica: ¿el público respondería como años atrás cuando reventaba la sala? ¿escucharíamos aquellas improvisaciones jazzísticas que tan bien completaban los temas? ¿añadirían alguna novedad al habitual y trillado repertorio? Las respuestas justo después de 10,9,8,7,6, 5,4,3,2,1…FREEDOM!!!
Respuestas y Calypso
Aunque el lleno no fue de reventón, como en épocas pretéritas, ni la euforia, desencadenada por Lloyd Brevett al grito de libertad, fue la misma, el entusiasta público respondió a la llamada y vibró con fidelidad, de eso se trataba.
En cuanto a las intervenciones instrumentales, tan solo deberíamos reseñar a Larry McDonald (inmenso toda la noche), el poderío de Val Douglas, quien destacó, especialmente, en Rock Fort Rock y el muy acertado Sparrow Thompson, tanto en la batería como cantando (estupendo mix a lo Mighty Sparrow). James Smith (quien tocó en Burning Spear) estuvo poco afortunado; desde su trompeta surgieron varias notas chillonas, aunque peor nos lo puso Natty Frenchy, flojísimo en sus solos con la guitarra; lastre duro de roer. El resto de la banda cumplió, sin alardes. Hubo brío, pero falto ese feeling jamaicano tan característico; lo rectilíneo no casa con el Caribe.
Si hablamos de variaciones en el set, convendría destacar un Addis Ababa con Larry McDonald ofreciendo mucho calor desde los bongós, Two for one (guiños a Tequila, la canción) y un recordatorio a la madre de la criatura (mento aparte): el calypso. No ofrecieron pureza, pero la intervención de McDonald en el rol de Lord Tanamo con I’m in the mood for ska y el citado Thompson, condecorando a Sparrow, fueron de lo mejor de la velada; strictly jamaican style.
Éxitos de siempre
En el apartado de hits reconocibles, se cruzaron los aciertos y las torpezas. Al buen inicio con la arrebatadora Freedom Sounds le sucedieron una Garden of love interpretada, al menos, un tono más bajo de lo corriente, un James Bond Theme que no hubiera agradado a su compositor John Barry (le faltó gancho), la enérgica Simmer down (Thompson la realzó con su recia voz) y Real Rock que junto a la citada Rock Fort Rock sí alcanzaron la altura ambicionada.
Ya se escucharon los consabidos coros antes de empezar y estallaron cuando llegó el turno de Guns of Navarone y Phoenix city. Pasarán los años y los “lolololololo” seguirán atronando por donde quieran que vayan. Una ceremonia necesaria, aunque suene cansina, sin ella nada sería lo mismo. Los fans esperan ese momento como agua de mayo (chiste fácil) y no les vamos a fastidiar la fiesta, al fin y al cabo, a un concierto de los Skatalites se va, básicamente, a saltar y pasárselo bien. Música del pueblo para el pueblo.
Sería injusto no resaltar el empeño de la banda en dotar a la melodía creada por Dimitri Tiomkin de elementos atractivos para sacarla del marasmo. Introdujeron morcillas de On Broadway y El Manisero, consiguiendo que los cañones fueran más amenos; un acierto.
El reprise de Freedom sounds y una vigorosa lectura de Bridge view cerraron un show triunfante y estimable. Pese a los debes señalados, uno esperaba bastante menos.
Nos equivocaríamos si comparamos a estos The Skatalites con formaciones anteriores, no lleva a ninguna parte. Sería mejor hacerlo con grupillos que intentan copiarlos y únicamente logran satisfacer un capricho con música de Fiesta Mayor tronada. Por mucho que hayan decaído, la banda que escuchamos en la sala Apolo (su casa de siempre) y con McDonald de estrella, les dan sopas con hondas. Al Ska lo que es del Ska.
P.D.: La agrupación barcelonesa Drop Collective se encargó del precalentamiento. Diez músicos que tienen el buen vicio de unir Ska y Jazz con gusto (el cover de I’m beginning to see the light de Ellington fue una excelente muestra). Todavía están algo verdes (sobre todo en el aspecto vocal), no obstante, la base es buena y los frutos caerán solos.










Autores de este artículo

Barracuda

Dani Alvarez
Bolerista y fotógrafo. Como fotógrafo, especializado en fotografía de espectáculos. Dentro de la fotografía de espectáculos, especializado en jazz. Dentro del jazz, especializado en músicos que piensan. Trabajo poco, la verdad.