¿Hay algo nuevo que pueda ofrecer un grupo que nunca se baja de los escenarios? Hace algún tiempo, escuchaba al periodista Arturo Paniagua comentar que habría que otorgar la nacionalidad a los miembros de Franz Ferdinand, atendiendo a la cantidad de veces que tocan por estas tierras. No le faltaba razón y la propia banda lo confirmaba la misma noche del martes: este mismo verano superarán las sesenta visitas, casi tres por año, en los más de veinte que llevan sobre los escenarios. No son pocos viajes desde Escocia. Entonces, ¿qué interés puede tener acudir a una nueva cita con el mismo grupo que copa los carteles de todos los festivales nacionales? Nosotros nos hicimos esta misma pregunta tras haber cubierto ya varios conciertos suyos, pero rápidamente encontramos alicientes para la ocasión.
El más obvio, poder verlos en una sala de verdad, alejados de los pabellones y macrofestivales a los que han acostumbrado durante años. Por otra parte, a pesar del desinterés que pueda tener el gran público al respecto, estaba el tener nuevo disco que poder degustar en directo, The Human Fear (Domino, 2025), más aún tratándose de un grupo decidido a tomárselo con mucha calma tras publicar sus dos primeros trabajos en dos años. Buena ocasión, por lo tanto, para comprobar si la maquinaria de Glasgow funciona igual de bien en las distancias cortas y con un repertorio plagado de novedades.
Curiosamente, fue en la misma Razzmatazz donde tocaron por primera vez en Catalunya allá por 2003, antes incluso de publicarse su disco debut. El éxito los llevó a tener que saltar rápidamente a escenarios de mayor aforo como el Olímpic de Badalona, el Sant Jordi Club o el festival Cruïlla, lugares en los que nos han presentados sus discos a lo largo de los años. Ahora, dos décadas después, volver a los orígenes parece una apuesta más segura, siendo plenamente conscientes de que ya se mueven en unos números más discretos. Igual que ellos, su público se va haciendo mayor, costando encontrar menores de cuarenta entre la parroquia que llenó sin esfuerzo la sala, aunque alguno había.
A pesar de recibirlos con gran efusividad, sus fieles casi les vieron las costuras en los primeros compases de la noche. Si bien Night And Day – la mejor de su reciente LP – se cantaba con alegría entre la gente, el siempre certero Alex Kapranos no estaba nada cómodo ni con su voz ni con la guitarra. Fueron minutos de relativa incertidumbre en los que el cantante sufría para dar con las notas más exigentes de sus más recientes temas, que ciertamente piden un registro diferente al que suele ser habitual en él. Intercalando lo antiguo con lo novedoso, los visibles nervios en la cara del frontman se disipaban a golpe de guitarrazo: al regresar a los clásicos (Michael, Nou You Girls), todo volvía a la normalidad y sonreía al ver la reacción encendida de sus seguidores. “Están conmigo”, parecía decirse a sí mismo.
Cualquier atisbo de duda desapareció definitivamente al sonar – al tercio de show – Do You Want To. Con toda la carne en el asador (perfecto empaque de banda y juego de luces), nadie se pudo resistir a saltar otra vez al ritmo de su pegadizo riff. A partir de ahí, volvió el Kapranos desatado de siempre, que ofreció un nuevo recital, incluso sin forzar el agotador despliegue físico al que acostumbra (tampoco le sobraba el sitio para ello). De todas maneras, el concierto no lo hubiesen podido defender si The Human Fear no hubiera estado a la altura, cosa que, definitivamente, no pasó.
Las nuevas composiciones realmente funcionaron, añadiendo capas e influencias a lo que todos conocemos como un concierto de Franz Ferdinand. Fue, pues, una velada distinta – pero igual de satisfactoria – en la se escuchó por primera vez el bazouki (Black Eyelashes), se cantaron estribillos pegadizos cual chicle (Build It Up, The Doctor) o triunfó la catarsis electrónica de Hooked, tema en el que Kapranos relata el amor indescriptible que sintió con el nacimiento de su primer hijo (“I thought I knew what love was, and then I met you”). De las nueve novedades presentes en el setlist, solo una, Everydaydreamer, bajó algo el ambiente.
Dicen de ellos mismos que con la actual formación suenan mejor que nunca y, visto lo visto, nos obligan a darles un poco la razón, por mucho que añoremos a los antiguos integrantes MacCarthy y Thomson. Los temas más emblemáticos como Ulysess, The Dark Of The Matinee o Take Me Out realmente sonaron mejor incluso que en los últimos años, favorecidos por la sala y los constatables kilómetros de rodaje a las espaldas de los nuevos miembros. Entre los componentes que habitualmente ocupan un segundo plano, pero dieron claramente el paso, brilló especialmente la baterista Audrey Tait, que se ha hecho suyos los temas y derrocha energía al mando de las baquetas.
Con el partido ganado, incluso se permitieron un bis más tranquilo de lo habitual, de la mano del canturreable pop de Stand On The Horizon y Audacious, acompañadas de la también nueva The Birds, que promete. Eso sí, en cuanto sonó el bombo de This Fire la sala volvió a estallar sin remedio por última vez. Por algo es su sello de clausura. Un balance final de veinte temas muy bien defendidos en poco más de noventa minutos (duración más que apropiada para un martes) y muchas sonrisas al desalojar la sala. “Sois viejos, ¡pero lo habéis hecho muy bien!” – felicitaba un miembro del público al resto, aludiendo al mencionado envejecimiento de los indies presentes. Como recordaba otra espectadora: “cuando hay que dar brincos, se dan”.
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Mikel Agirre
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Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.