Earth, Wind & Fire es, sin ningún tipo discusión, una de las grandes bandas de la historia de la música disco-funk. Su marca, a nivel comercial, sigue teniendo un enorme gancho, no es de extrañar que, a pesar de los altibajos, el desgaste y la desaparición del carismático Maurice White (justo ahora se cumplen cinco años del deceso) sus herederos no quieran arrancarse el tatuaje de ninguna manera. La nomenclatura original se sigue manteniendo con el cantante Philip Bailey a la cabeza, pero antiguos miembros representativos de la formación, como el guitarrista Al McKay, han montado su propio proyecto para continuar la tradición. Unos le llamaran estirar el chicle, otros mantener viva la llama de ese sonido único e irremplazable, todo depende de la benevolencia de cada uno.
Si a uno no le fallan las cuentas, el galardonado músico de New Orleans, y miembro de Earth, Wind & Fire en el periodo 1973-1981, ha reunido para este festivo homenaje diez músicos y tres cantantes de nivel óptimo, no hablamos pues de una orquesta de fiesta mayor sino de algo con mayor fuste. Se pueden hacer fotocopias con una impresora de inyección de tinta, pero si calificamos el agasajo como tal, la copia ha sido editada con una máquina Xerox (perdonen el spot promocional) de última generación. Un poderoso arranque dio claras muestras de ello.
El grueso del repertorio estuvo formado, lógicamente, por los éxitos del grupo formado en Chicago en 1970, pero también por piezas propias que no desentonaron como Allstars shuffle. Su primer trallazo significativo fue Got to get to into my life, célebre tema de The Beatles que hicieron suyo Maurice White & cia. Que me perdonen los fans de los de Liverpool, pero ese inicio arrebatado de los vientos, el chasquido de dedos y el penetrante solo de guitarra, es inigualable, elevando el nivel del precioso original.
Las voces de White y Bailey serán siempre insustituibles, sin embargo, el trio formado por Tim Owens, Devere Duckett y Claude Woods rayó a un excelente nivel, al igual que toda la banda, destacando especialmente su percusionista, de aspecto rastafari, descomunal haciendo retumbar los bongós. Únicamente podemos criticar los excesos con el uso del gorgorito, en After the love has gone o Fantasy, de Tim Owens. Al cantante principal le faltó algo de nervio en esos medios tiempos y se excedió indebidamente utilizando esas veleidades más circenses que musicales, aunque eternamente jaleadas. Un truco demasiado fácil.
Podríamos citar varios momentos notorios: las espléndidas revisiones de Saturday nite y Shining star; un interludio musical relumbrante enlazado con el colosal Brazilian rhyme (con tumbao cubano incluido) o también Getaway, iluminada con original gusto y espectacularidad.
September es la canción más popular de Earth, Wind & Fire, un tema que es la unión perfecta de calidad y comercialidad. La eterna canción del verano para la que no pasan las épocas, ya la puedes tocar haciendo piruetas, ella seguirá intacta, inmaculada como un bebé recién nacido. Impasible a seísmos producidos por modas estúpidas, ni un iceberg la rompería. Imperecedera. Seguidamente llegó otro aluvión de hits: Best of my love (popularizada por The Emotions), Boggie wonderland, Let’s groove o Outta here, corto y afilado final, creación de Al McKay. Bailaron hasta las camareras y no tenían edad de turistas del Imserso, lo juro. La buena música no cumple años, quisiera estar presente dentro de cuatro décadas para ver si alguien tararea o baila alguna canción de Trap. Pueden enviarme un mensaje allí donde se encuentre mi alma si mi predicción es equivocada.
McKay, a sus 71 primaveras, no está para muchas fiestas (la noche de autos estaba algo enfermo), pero todavía aguanta el tipo dirigiendo con sapiencia a sus músicos.
Quizá nos pueda la nostalgia y el concierto vivido en la Sala Apolo no fue tan bueno cómo creemos, lo innegable es que superó mis expectativas y en general las de todos los presentes.
Ser un caradura y vivir de rentas es una práctica demasiado habitual. El show de Al McKay’s Earth, Wind & Fire Experience distó mucho de ser algo semejante. Gratísima sorpresa.










Autores de este artículo

Barracuda

Mario Olmos
Vinculado a la fotografía desde el siglo XX. En los últimos años he juntado mi locura por la imagen y mi pasión por la música. Me consideran fotógrafo, pero me defino como alguien que deja momentos congelados con la intención de provocar una reacción.