La música de Guadalupe Plata podría describirse como se habla de las pinturas negras de Goya: oscura, tétrica, ancestral y española. Los de Úbeda han dicho en varias ocasiones que parte de su inspiración es el país que habitan, con costumbres “que dan tan mal royo como el vudú”. 2018 ha sido el primer año par en que publican álbum, con el que parece que se alejan paso a paso de lo actual para inspirarse en el folclore más clásico. El trío, con más de diez años de trayectoria, cinco discos homónimos, varios premios y un bajo-barril a sus espaldas, ha visitado La [2] de Apolo para darnos el mejor plan de viernes, por el módico —y en mi opinión casi ridículo para el grupazo que son— precio de 11 euros.
No se anduvieron con rodeos. Su música fue todo lo que llevaron a la pequeña sala roja del Poble Sec, pero fue más que suficiente. Asumo que más por personalidad que por vergüenza, desde el público no recibimos palabra alguna de ninguno de los tres, menos para dar las gracias al final. “Si interactúan pierden el compás, es muy chungo tocar esta música” le comenta una chica que tengo cerca al amigo que se queja de ello. Y es verdad que la mayoría de temas de Guadalupe suenan a trance hipnótico demoníaco, pero también es verdad que durante la primera mitad del concierto la audiencia simplemente se movió mesmerizada de izquierda a derecha sin queja ninguna.
Hicieron acto de presencia el bajo-barril y el de caja de madera caseros de Paco, y el sonido de la botella de anís, instrumento que han introducido en el último disco. La dinámica fue cambiando del trance hipnótico de temas como Corral Corral o Navajazo a más cañeros como Corralera del veneno y el mágico Lo mataron. La mayor parte del tiempo rodeados de humo y luces rojas de fondo, las cuales solo vimos cambiar a blanco durante un corto periodo al principio.
Es una maravilla tener grupos como Guadalupe Plata tan cerca de casa y ver cómo crecen poco a poco y a su gusto. Hacen lo que quieren, como quieren y cuando quieren (incluso en años pares). Llenaron La [2] de blues oscuro y de cementerio, y se despidieron de Barcelona con la canción favorita de muchos, Calle 24. Desaparecieron detrás de aquella neblina roja infernal, seguramente para seguir con su folclore satánico en algún otro sitio.
![](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2019/01/190111_SMV-GUADALUPE-PLATA_LA2-2.jpg)
![](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2019/01/190111_SMV-GUADALUPE-PLATA_LA2-8-1537x1024.jpg)
![](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2019/01/190111_SMV-GUADALUPE-PLATA_LA2-3-1537x1024.jpg)
![](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2019/01/190111_SMV-GUADALUPE-PLATA_LA2-7-684x1024.jpg)
![](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2019/01/190111_SMV-GUADALUPE-PLATA_LA2-4-682x1024.jpg)
![](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2019/01/190111_SMV-GUADALUPE-PLATA_LA2-1-1537x1024.jpg)
![](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2019/01/190111_SMV-GUADALUPE-PLATA_LA2-12-1534x1024.jpg)
Autores de este artículo
![Picture of Nadia Dubikin](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2018/08/avatar_user_21_1535451198-300x300.jpg)
Nadia Dubikin
![Picture of Sergi Moro](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2018/05/Sergi-300x200.jpg)
Sergi Moro
Desde que era un crío recuerdo tener una cámara siempre cerca. Hace unos años lo compagino con la música y no puedo evitar fotografiar todo lo que se mueve encima de un escenario. Así que allí me encontraréis, en las primeras filas.