En Meet Me in the Bathroom (Will Lovelace, Dylan Southern, 2022), documental basado en el homónimo libro sobre la escena rock de la Nueva York de principios de siglo, podemos ver a unos Interpol jóvenes y pre-fama, definidos casi completamente por contraposición al resto de grupos que poblaban la ciudad. El carisma y fama de The Strokes o la energía desquiciada de Yeah Yeah Yeahs poco tenían que ver con la visión musical de Paul Banks, Daniel Kessler, Sam Fogarino y Carlos D, mucho más oscura e introvertida.
Más de 20 años más tarde, mientras que sus contemporáneos han ido evolucionando y alejándose de esa fórmula primigenia, Interpol se han mantenido ahí, en ese espacio, profundizando con cada nuevo disco (siempre a un ritmo regular de entre dos y cuatro años) y, en consecuencia, quedándose estancados desde hace varios años en este modo, persistiendo gracias a la leyenda de sus tres primeros álbumes, Turn on the Bright Lights, Antics y Our Love to Admire. En su concierto en la sala Razzmatazz de Barcelona (segundo en un año tras su paso por el Primavera Sound) quedó representado el limbo en el que Paul Banks y los suyos se mueven desde hace un tiempo.
Desenfundando rápido
El repertorio de Interpol siempre se ha movido entre dos estilos antagónicos: temas de guitarras cortantes, tensos, de batería incesante y cortes más lentos, letárgicos y agónicos. El pistoletazo de salida del concierto fue ya una muestra total de esta dinámica, comenzando por la lenta Toni, introducción de su último disco The Other Side of Make-Believe, para pasar directamente a dos de sus mayores ‘hits’, Evil y C’mere, de su disco Antics, dos disparos para asegurarse el favor del público rápidamente. Sin embargo, Evil, interpretada con un tempo renqueante, inseguro, convirtió lo que debía ser un tema infalible en una experiencia algo decepcionante, especialmente comparada con la precisión de su versión en estudio.
Fue en su versión más atmosférica en la que el grupo pareció verse más a gusto. Lights, única canción de su olvidado álbum homónimo que la banda mantiene en su repertorio, fue el primer destello de brillantez de la noche, la oscuridad profunda de la canción lentamente apoderándose de la sala.
Encendiendo las luces brillantes
Su primer álbum, Turn on the Bright Lights, todavía a día de hoy su trabajo más reverenciado e icónico, tardó en hacer verdadero acto de presencia, llegando a la parte final del concierto habiendo sonado solo Obstacle 1, otro tema que, corriendo la misma suerte que Evil, no llegó a igualar en directo la impecabilidad de su versión de estudio.
Pasada una segunda mitad poco emocionante, la guitarra de Roland retomó el ánimo de la sala, sonando rotunda, esta vez sí, a la altura. El retorno a este disco continuó con una The New que transicionó directamente a PDA, dos de las mejores canciones que la banda ha escrito, una detrás de otra, abandonando el escenario a la espera del bis.
Tras el breve descansó el concierto se reaunudó con No I in Threesome, Not Even Jail y Slow Hands, quizás la canción más directa y cañera que tienen, una elección clara y que sí funcionó en un concierto en el que no todo lo hizo tanto hubiéramos deseado.





Autores de este artículo

Miguel Lomana

Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.