Frecuentemente cometemos el error de situar al mismo nivel de figuras legendarias a jóvenes talentos que todavía deben demostrar su real valía. Por añoranza, o simplemente para agarrarse a un clavo ardiente, se crea a la nueva Billie Holiday, aparece la substituta de Amalia Rodríguez o la recreación de Ottis Redding. Desengañémonos, hablamos de pioneros, artistas únicos en su género, creadores de escuela, personajes irremplazables e inimitables, nadie llegará nunca a su altura. Sin embargo, aunque parezca una contradicción, no debemos obcecarnos con el pasado, hoy en día sería anacrónico imaginar una representación operística como las de antaño donde los cantantes parecían estatuas de mármol entonando gorgoritos. Los tiempos han cambiado y aunque siempre giraremos nuestras orejas hacia Louis Armstrong, también nos podemos deleitar con Terrell Stafford. Apostando por esta teoría, no me parece justo nombrar a Lila Downs sucesora de Chavela Vargas o heredera de Lola Beltrán, además de hacerle un flaco favor es engañoso, ella misma lo reconocería. La cantante, nacida en el estado de Oaxaca (México), es una cantante de tronío, poseedora de unos registros vocales inusitados, capaz de cambiar en unos segundos un tono grave por un filo de voz sin aparente esfuerzo. Es cierto que no tiene el espíritu corta venas de las gloriosas señoras antes citadas pero su nivel cantor es de primer orden, poco común en los tiempos que corren. Lila Downs acaba de ganar el Grammy al Mejor Álbum de Pop Tradicional (el nombrecito se las trae) gracias a Salón, lágrimas y deseo (2017), disco producido por ella misma y Paul Cohen, grabación estimable virada hacia el bolero, aunque bastante inferior al anterior y maravilloso Balas y chocolate (2015), ganador también del dichoso gramófono.
La triunfadora cantante se presentó por primera vez en el Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona, acompañada de una solvente banda y de una hinchada enfervorizada que no paró de jalear a su diva. No hay nada mejor para empezar un recital que un buen trago de mezcal, y con Mezcalito inició su camino triunfal. Su gran versatilidad quedó ya demostrada en este éxito del disco Pecados y milagros (2011) y el precioso bolero Inmortal, incluido en su más reciente álbum. Una mutabilidad que le da grandes satisfacciones al poder jugar con distintos géneros pero que al mismo tiempo le induce a caer en terrenos resbaladizos como sucedió en Peligrosa, una balada mainstream poco afortunada, o en el erróneo intento de emular a Nina Simone en Keeper the flame, un yerro considerable. A pesar de que los arreglos escogidos distaron de ser estrictamente tradicionales, no afectaron para ver a Downs zapatear en La Iguana, cantando emocionada su último gran éxito Urge, desplegando sus alas en la exuberante versión de Cucurrucucú paloma (éxtasis generalizado) o en Son de Juárez, sentido homenaje a todos los idiomas del mundo y en concreto al político mexicano Benito Juárez, padre de aquella célebre frase que desgraciadamente no ha quedado en el olvido: «Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es a la paz». Entre lo mejor del recital situaríamos la monumental Vámonos, original de José Alfredo Jiménez, donde el duelo acordeón (Texas) versus violín (Michoacán) provocó chispazos abrasadores, y las canciones dedicadas a la muerte: «Nuestro culto a la muerte es culto a la vida», decía Octavio Paz. Viene la muerte echando rasero (jarana en mano) y Son de difuntos, ejercieron de ejemplos para explicar la visión de los mexicanos sobre la cultura de la muerte, a la que se rinde culto y con la que incluso se puede bromear. Una desmitificación fascinante.
Ataviada con sombrero negro mexicano entonó Zapata se queda abriendo la tanda de bises junto a la estremecedora Paloma negra y La cumbia del mole, no incluida en el repertorio previsto y causante del delirio final.
Desde el cielo, Lola Beltrán, quizá frunció en algún momento el ceño al contemplar a su discípula, pero su orgullo de maestra quedó intacto, la herencia está en buenas manos.
Me haces menos y ese es mi coraje
Y si no, y si no te gusta lo que traje…adiós
Qué de algún modo…
Seguiré mi viaje… (Seguiré mi viaje)






Autores de este artículo

Barracuda

Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.