Los amantes de la música emergente tenían cita este fin de semana con el Primavera Club, la propuesta otoñal del equipo organizador del Primavera Sound, para ver con sus propios ojos y oír con sus propias orejas la selección de artistas que podría petarlo en los próximos años. Una batería de músicos de géneros diversos, con propuestas prometedoras e originales, mezclados entre sí en una programación muy, pero que muy intensa. En Barcelona, el festival contaba además con otro aliciente para acercarse al Apolo: la primera ocasión de echarle una ojeada a las reformas del club antes de la inauguración oficial de la sala [2]. He aquí un resumen de lo mejor que se vivió en el Primavera Club.

Viernes: sala nueva, rock, R&B y electrónica vibrante
Para cualquier habitual del Apolo, los cambios de la planta baja son desconcertantes. La tienda ha sido sustituida por una espaciosa entrada en la que también se encuentran las taquillas. La [2] parece mucho más grande y dispone ahora de una enorme barra cuadrada, cuyas botellas brillan como lámparas. Los baños lucen nuevos y aún sin tapas. Las escaleras han cambiado de sitio, pero siguen conservando franjas rojas de led en cada escalón. Dos habituales de la sala discutían de lo difícil que era ubicarse en el nuevo club. «A los trabajadores también nos cuesta», les dijo bromeando un señor con barba, «pero bueno, ya nos iremos acostumbrando».
Arriba, los Aloha Bennets inundaban la sala con las letras desenfadas y veraniegas de sus hits más exitosos, como Púdrete o Varadero. Les siguió la banda americana de rock Starcrawler, que montó todo un show mientras presenta los temas que conformarán su debut LP. Ataviada con unos gayumbos con brillantes incrustados en el paquete, una camiseta de tirantes rosa y unas bambas, la vocalista del grupo, Arrow de Wilde, se contoneaba sensualmente mientras cantaba, se tiraba al suelo y se llenaba la boca con sangre falsa. Hacía muecas como una auténtica psicópata o se pasaba el dedo por la garganta como si se la fuera a rajar. Nada que ver con Gold Connections, la banda de indie-rock liderada por Will Marsh, que deleitó al público de la [2] con las canciones que el cabecilla del grupo compuso y produjo con la colaboración de su amigo de la universidad Will Toledo, también alma de la banda Car Seat Headrest.
A medida que la noche avanzaba, ubicarse por el laberinto de escaleras del nuevo Apolo empezó a ser más fácil para todos. Cuando PAULi. saltó al escenario, ya no quedaba prácticamente nadie que no supiera cómo llegar a la sala principal. Conocido por haber trabajado con Damon Albarn (blur) y con Jamie xx, el artista logró llenar el escenario a pesar de estar solo en escena e hizo (literalmente) vibrar la sala gracias al beat de sus temas. «Wow! It feels like my birthday!», bromeó el músico ante una sala llena y entusiasmada tras oír su éxito más aclamado, Believe in me.
La primera velada del Primavera también contó con presentaciones de discos debut de registros variados, entre las que destacaron la de Girl Ray y Medalla. Originarias de Inglaterra, las tres chicas – de apenas 19 años de edad – enternecieron al público con las canciones que conforman Earl grey (Moshi Moshi, 2017), publicado el pasado agosto. Por su parte, la banda de rock barcelonesa Medalla, formada este mismo año con dos ex miembros de los ya disueltos The Saurs, entonó los temas de Emblema y poder (El Segell del Primavera, 2017).
El concierto del DJ italiano Cristiano Crisci, más conocido como Clap! Clap! siguió en la línea de presentación y de mezcla de proyectos originales. Acompañado por dos baterías y un bajista que configuran su Full live band, Crisci combina la electrónica más trallera con percusión africana y la música en vivo. El resultado engendró un sonido vibrante que despegó los pies de los espectadores del suelo y les obligó a menear el esqueleto como si no hubiera mañana.

Sábado: el Primavera Club cumple sus promesas
Apenas dos días antes del inicio del festival, Indiespot indicaba en un artículo las siete «joyas» de esta edición del Primavera Club. Grupos o artistas que, lejos de llegar a ser los cabezas de cartel del festival, tienen el potencial suficiente como para sorprender al público y arrasar este año. Cor Blanc, Smerz o Yellow Days eran algunas de las actuaciones que la revista consideraba más prometedoras a parte de las de aquellos artistas consagrados del festival, como podrían ser la de la nueva banda de Amber Coffman, ex vocalista de los Dirty Projectors; el concierto en solitario de Gabriel Garzón-Montano, que fue sampleado por Drake y telonero de Lenny Kravitz; o el de Blanck Mass, en el que participan la mitad de los ya inactivos Fuck Buttons. Y si las joyas no fallaron, no fueron las únicas en brillar.
A pesar de que fueron los encargados de despertar a los espectadores tras una larga noche de conciertos – no es tarea fácil teniendo en cuenta que las últimas sesiones de música electrónica acabaron a las seis de la madrugada – el dúo de pop catalán Cor Blanc logró cautivar un público aún soñoliento con sus canciones en las que priman el sintetizador y la cándida y sutil voz de Mireia Bernat.
El duo sueco Smerz, cuyo primer EP (Okey; Escho / ESC75, 2016) sedujo al sello XL Recordings, causó sensación en la sala Apolo con sus ritmos techno y sus voces de pura inspiración R&B. Los temas de su segundo EP que han ido apareciendo en el transcurso del año, Oh my my, No harm y Half life, dejan entrever un proyecto con bases muy gélidas en las que los sonidos metálicos cobran protagonismo y se entrelazan delicadamente con las voces de ambas integrantes. Otra de las jóvenes promesas del día, Yellow Days, logró llenar y conservar la [2] plagada de espectadores a pesar de coincidir con el concierto de una de las artistas más anunciadas del festival, Amber Coffman, que presentaba su primer trabajo en solitario, City no reply (Columbia, 2017). El vocalista, guitarrista y compositor de la banda, George van den Broek, es también el responsable de Harmless melodies (Good Years, 2016), un trabajo que mezcla letras cargadas de desazón y sensualidad con soul, blues y melodías de sintetizador.
A pesar de que no figuraban entre las joyas de Indiespot, los bilbaínos Vulk dieron un concierto con mucho nervio, en el que demostraron que la escena post-punk emergente vasca no está para nada perdida. Les siguió el dúo turco Jakuzi, que fue el encargado de clausurar las actuaciones del sábado antes de las sesiones de DJs con la presentación de su último disco, Fantezi Müzik (City Slang, 2017), cuyas canciones se alejan de sus inicios punk y garaje y se cargan de influencias del pop ochentero occidental.

Domingo: la guinda del pastel
A pesar de contar con menos conciertos, la programación del domingo no aflojó en ningún momento. Combinando artistas prometedores de la esfera nacional (como Marina Herlop e Intana) con las más alabadas de la esfera internacional emergente (como Low Island o Superorganism) el Primavera Club logró demostrar que su programación estaba plagada de talento y aún dejó espacio para otras sorpresas.
Marina Herlop fue la encargada de inaugurar la jornada en el Centre Cultural Albareda. Las piezas de su álbum de debut (Nakook; Instrumental Records, 2016), que abordan los temas del miedo y la baja autoestima, lograron crear un ambiente íntimo, en el que la exquisita voz de la artista y las notas que se escapaban de su piano parecían flotar por la sala. La otra sensación nacional, Intana, presentó su disco de debut, What if (Satélite K, 2017), que publicaron en mayo, y cuyas canciones son una preciosa muestra de folk con letras líricas y tiernas.
A pesar de no ser la más esperada, la actuación de los Happy Meals fue una de las más positivamente sorprendentes de la tarde. El dúo de electrónica escocés supo cautivar a la audiencia ofreciendo lo que sin lugar a dudas fue el show más erótico del festival. Nacida de una mezcla de estilos sin igual – entre los que se encuentran el disco, la cósmica y la vieille chanson francesa – su música enamora por su carga erótica. Ella, Suzanne Rodden, es una performer sin igual: sabe cómo seducir a su público, y sabe cómo convertir un concierto en una fiesta. Suzanne no duda en bailar en el escenario de la forma más desenfadada, ni en bajar a bailar con el público, ni en estirarse en la barra o en el suelo y hacer las poses más sexuales mientras canta. Los espectadores se quedaron absortos con ella: la seguían por la sala, gritaban «¡Woooooooooooooooh!» y bailaban alocados.
Mientras los Happy Meals montaban un festival erótico en la [2], Low Island presentaba la batería de canciones que les ha llevado a ser comparados con artistas de la envergadura de Radiohead o Caribou. Los ingleses ofrecieron un show impoluto, en el que los hits que han ido lanzando en el último año – The lines, Tomorrow o That kind of love, entre otros – fueron ejecutados con mucha maestría y sonaron totalmente limpios.
La clausura del festival fue otorgada a uno de los grupos más intrigantes de la esfera emergente internacional: Superorganism. Aparecieron en la red a principios de año subiendo su primer single, Something for your M.I.N.D., en Soundcloud. Su pop refrescante, plagado de sonoridades electrónicas que recuerdan a los videojuegos; sus letras con temáticas profundas o incluso tristes, así como la aura de misterio de la que se han rodeado desde su aparición los han convertido en una de las bandas que generaban más expectación de cara al Primavera Club. Con una estética muy trabajada, repleta de purpurina y de proyecciones futuristas; y unos estilismos llenos de color y alusiones al mundo de la infancia; los ocho miembros de Superorganism aparecieron en Apolo como si fueran los Goonies del siglo XXI, ofreciendo un cierre alegre y muy milenial a un festival cargado de jóvenes promesas musicales.
Autores de este artículo
Marina Montaner

Sergi Moro
Desde que era un crío recuerdo tener una cámara siempre cerca. Hace unos años lo compagino con la música y no puedo evitar fotografiar todo lo que se mueve encima de un escenario. Así que allí me encontraréis, en las primeras filas.