En esta querida revista se ha hablado, ampliamente, de la artista nacida en Santa Coloma de Gramenet e hija de emigrantes granadinos que, como muchos otros andaluces, se establecieron en Catalunya para labrarse un futuro, teóricamente, mejor. Poco me queda que añadir (indaguen ustedes mismos) a la presentación de nuestra protagonista de hoy: Queralt Lahoz.
Con todo el papel vendido, la colomense se presentó en Paral·lel 62 para culminar, de modo triunfante, la gira que emprendió para dar a conocer su primer larga duración titulado Pureza (Say it Loud Records, 2021), exitosa prolongación del EP 1917, debut en estudio.
Junto a ella, Oscar Soriano (guitarra), Marc Soto (batería), Pau García (teclados) y Fede Jahzzmvn, el DJ encargado de las mezclas y un total de ocho convidados (individuales o en grupo) más las filmaciones de Diego Califato, conformarían el apoyo de una conclusión de tour dispuesta a ser esplendorosa. Allí estuvimos con el fin de saber si este tipo de festejos ayudan o disminuyen el efecto de un show.
Queralt Lahoz: Protagonista absoluta
Por suerte, las sospechas de que el espectáculo podría convertirse en un desfile de artistas sin orden ni concierto (no sería la primera vez) se disipó rápidamente. Queralt Lahoz configuró la misma actuación de la gira y la presencia de sus compinches sumaron más que restaron, concluyendo el evento, todos juntos en escena, interpretando unas jubilosas bulerías. En ese sentido todo funcionó a la perfección, sólo hubo una heroína muy bien acompañada. Nos congratulamos de ello.
Con la banda uniformada y arrancando con potentes beats, apareció la intérprete vestida de morado invernal (pronto cambiaría de atuendo) para entonar Con poco; el recinto se vino abajo.
Pasará el tiempo y no dejará de sorprenderme el poder de las redes sociales en cuanto a la inmediatez del éxito. Lahoz no ha grabado ni una veintena de canciones y la locura desatada por su presencia fue impactante. No vamos a desmerecer sus poderes vocales (los tiene) pero el discurso musical distó muy poco de la coyuntura actual, al menos en la primera parte de la sesión.
Poca sutileza rítmica (más bien acentos plomizos) alimentaron a Como puñalá y Valor, aunque en esta última comenzaron a relucir sus posibilidades en el cante. Los tonos aflamencados se abrazaron con el hip hop ofreciéndonos la enésima muestra de que las modas están gobernadas por un mismo patrón inalterable. De todos modos, Queralt parece querer huir del encasillamiento, y a base de incluir en el dogmatismo imperante gotas de flamenco puro, recetas ochenteras, son cubano e incluso algo de dance, consigue formar un coctel, ligeramente, deshilachado, pero que acaba convirtiéndose en talente diferencial. La colaboración de Las Ninyas del Corro , en La prueba, fue un golazo por toda la escuadra, ejemplo de la singularidad mentada.
Momentos capitales del concierto en Barcelona
No es necesario subrayar que todo se saldó con un triunfo apabullante, no obstante, siempre es necesario poner unas piedrecillas en los zapatos con el objetivo de lograr credibilidad, nunca nada es del todo blanco o negro, lo grisáceo es más común. Ante tan aplastante victoria (nadie le puso ni un pequeño pero a lo acontecido) intentaremos allanar el camino y nos centraremos tan solo en lo bueno. Esta chica tiene madera.
María la molinera (imponente Soriano a la guitarra flamenca) abrió un bloque flamenco de mucho valor. En él relució especialmente Si la luna quiere. La cantaora (título merecido cuando se olvida de los ripios raperos) entonó los versos de manera brillante y rompió la noche: “Y al alba le he pedido que me quite de la lengua este veneno, que no es mío. Que me quite este veneno de la lengua, que no es mío”. La emoción continuó con La Misa y El tiroteo (su tema preferido). En este cierre apareció desde lo más alto el que siempre está: Enrique Morente. Conociendo el atrevimiento del genio granadino, no nos extrañaría que le gustaran las veleidades electrónicas utilizadas, aunque, no hay duda de que lo haría con ese talento que nadie ha tenido ni tendrá jamás. En cualquier caso, Lahoz compuso un pequeño homenaje sabio y respetuoso.
El flamenco se tornó rumba de cassette con el dúo La Plazuela, quienes, emulando a Los Chichos, se lucieron con Realejo Beach; de los mayores aciertos de la velada. Una mirada al pasado muy conveniente, como también sucedió con la aparición de la Orquesta Venchavales.
A esta agrupación no le salió nada mal su sabrosa dedicatoria al sonido de La Sonora Matancera. Su colaboración en Vendavales y De la cueva a los olivos despertó a la Lahoz capaz de enfrentarse a terrenos difíciles y olvidados. Su aportación al terreno salsero fue de sombrerazo. El ínclito Diego el Cigala debería tomar buena nota de esta sincera demostración.
El tramo final tuvo menos interés. Jugueteó con el reggae (En otro lugar), el dance (Drogas caras), finiquitando el asunto con Dame doblones y Me gusta (influencias de Lola Flores)
Tiempo habrá para averiguar si Queralt Lahoz hizo bien en dejar la carrera de criminología y dedicarse a labores artísticas. Uno piensa que acertó con la decisión y que se asentará definitivamente; el público enloquecido que reventó el recinto del Paral·lel, ya ni les cuento












Autores de este artículo

Barracuda

Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.