En la pantalla se ve una cara pixelada. “M’escoltes?”, dice en catalán para darse cuenta inmediatamente de que tendrá hacer el switch al castellano. Después de unos 20 segundos de forcejear con la tecnología, se disculpa: “¡Me ha entrado una llamada, mejor me cambio al ordenador y así hablamos más tranquilas!”, decía Queralt Lahoz.
Otra de las grandes desgracias que ha dejado la pandemia es el aceleramiento de la digitalización de cada aspecto de nuestra vida. La posibilidad de hacer entrevistas en persona y de crear un ambiente de intimidad queda anulada. Pero con Queralt no fue así: la honestidad es su icebreaker y su esencia, humilde y sencilla, facilita el proceso de comunicación. Las cervezas, el café y la posibilidad de entablar una conversación entre hermanas –porque da la impresión de que así podría ser con ella–, quedarán para el anhelo. Por ahora, iremos al grano.
El flamenco experimental
Lo primero: su próxima producción discográfica verá luz en mayo. Este álbum, que viene asomándose poco a poco desde el verano pasado con La Misa, luego con Tu boca y ahora con Dame Doblones, promete ser una dócil fusión entre sus raíces flamencas –también de bolero y son– con el hip hop, trap, dancehall, soul y jazz. En relación a su proceso de construcción dice: “La verdad es que yo nunca pretendo hacer cosas muy premeditadas, rara vez hago las cosas con una estrategia detrás. Yo hago las cosas porque me salen del corazón. La mayoría de las canciones ya las venía componiendo al mismo tiempo en el que venía haciendo 1917 (Say It Loud, 2019)”.
Para ella, este disco es poderío. “Aquí entran muchas Querales internas que juegan su papel cada una. En 1917 mi seguridad tambaleaba todavía, porque no se veía claro hacía dónde iba el sonido. Me hacía falta rematar, encontrar ese punto en el que podía decir “¡aquí le doy el broche¡”. Yo creo que el sello en sí es el poderío y la reafirmación de mi ser con esa fuerza inmensa que siento que llevo dentro”, reconoce.
Aunque no lo parezca, el no sentirse totalmente ni de un lado ni de otro le hizo tambalearse al tomar la decisión de si seguir con la música o no. «Cuando yo era más chiquita y empecé a cantar para shows de flamenco, las cosas tenían que ser de una manera o simplemente no eran: esto hasta me hacía dudar de mi personalidad. Creciendo, descubrí que muchos cantantes flamencos tenían una personalidad muy marcada y que, precisamente eso, era lo que los hacía destacar entre los demás. Como Camarón».
«En un momento dejé de plantearme qué estaba bien o qué estaba mal, me di cuenta de que adaptaba el flamenco a mi manera. Me he dicho, ¡yo no soy cantaora, yo soy cantante! ¡Yo voy a hacer un poco lo que a mi me de la gana, yo soy una anarquista! Esto me ha permitido entender que lo puro existe, pero viene de la mezcla. El flamenco existe gracias a las migraciones. Es cierto que hay patrones y que cada música tiene sus tecnicismos, pero cuánto más los mezclemos, más creceremos los artistas. No voy a hacer que una música crezca, pero yo si puedo crecer de la música, y eso es lo que yo intento hacer, no más que eso».
Párate, vuelve a estudiar, haz algo que te lleve pa’ otros lugares y sigue aprendiendo música de forma autodidacta, busca tu voz.

Un debut improvisado y un break forzoso
El comienzo de la carrera artística de Queralt Lahoz no fue premeditada. Aunque supo que quería ser cantante desde que tuvo uso de razón, algunas dificultades le hicieron alejarse de la música por un tiempo. Su cronología se vio interrumpida. Momentáneamente.
“Yo de pequeña siempre decía que quería ser cantante, pero lo veía muy lejos, y un día, de pronto, en unas fiestas de mi barrio, en Santa Coloma, viene mi prima y me dice que si no me atrevo a cantar un corrillo. Y canté. Allí conocí a una gente que tenía una banda sin cantante y me invitaron a ser parte, y así fue mi debut: a los 16 años con dos conciertos y banda nueva el mismo día”. La banda se llamaba Pokas Luzes, con K y con Z: exponentes de lo que ellos llamaron “flamenco moderno”.
Por aquél entonces, explica que se rodeaba siempre de gente que le quería encasillar. “¿Es que yo no puedo ser Queralt Lahoz y punto? Me veía como muy desubicada en ese momento. También me cansé de tener que demostrar muchas más cosas por el hecho de ser mujer y de ver cómo no se me entendía y no me valoraban. Entonces pensé… “párate, vuelve a estudiar, haz algo que te lleve pa’otros lugares y sigue aprendiendo música de forma autodidacta, busca tu voz”.
Lola Flores, Celia Cruz, La Lupe, La Negra Sosa, Gata Cattana, su madre y su abuela
“Una anécdota que siempre recordaré de cuando era pequeña, fue ver en la tele a Lola Flores con Celia Cruz. ¡Me estalló la cabeza! Vi a esas dos enormes mujeres con una energía, una sabrosura y yo pensé: ¿¡qué es esto!? También recuerdo tener unos 18 años y empezar a juntarme con otra gente en jam sessions y compenetrarme con peña que manejaba otros estilos musicales y me di cuenta de que la salsa y el flamenco tienen algo muy en común y es que los cantantes cantan sus penas con alegría”.
Si Queralt es fan de alguien, es de su madre: su mayor influencia. “A mi madre la he visto pelear por la vida. Siempre he buscado referentes muy auténticos como los que tenía en mi casa y eso es muy difícil de encontrar. Si hablamos de mujeres famosas, digamos que la top para mí es Lola Flores. Quiénes la rememoran no tienen ni idea. Están adorando a la tía más punky y más gitana al mismo tiempo que ha tenido la historia. Eso se llama autenticidad. Y eso a mí me pone muy cachonda porque a ella le daba igual todo y yo eso no lo veo hoy en día. Por eso me flipan la Negra Sosa, Chavela, La Lupe o Gatta Catana. Han sido más que lo que la gente esperaba de ellas. Me empoderan”, reconoce.
Queralt habla de las grandes y se exime de ese grupo. Lo cierto es que podría ser parte de él. “No me da miedo decir que soy hija y nieta de mujeres de clase obrera. Una hija de madre divorciada, de madre que ha sacado a sus dos hijos adelante. Ahora en este momento de mi vida siento la necesidad de reivindicar cosas que a mi hieren y de recordarle a la gente que seguimos estando en el mismo punto en el que estaban nuestras abuelas. Yo tengo muy presente la memoria histórica, que no solo es recordar a los que ya no están, sino resaltar a las que todavía están”.
En un momento dejé de plantearme qué estaba bien o qué estaba mal y simplemente entendí que yo tenía que estar en otro circuito. Y entré en formatos de salsa, de jazz, en jam sessions…

El tiquismiquismo
Queralt es una “curranta loca”. De esas que se empeñan en hacer absolutamente todo: desde el vestuario hasta las llamadas para reservar un recinto. “Soy muy tiquismiquis”, dice. Es capaz de crear su propio imaginario y realizar piezas audiovisuales con alto valor simbólico. Cogió todas las cosas de la casa de su familia y se las llevó a casa de la abuela de su novio para filmar el videoclip de María La Molinera. En Como puñalá, hizo hasta la producción de campo. En Dame doblones también se encargó de gran parte: vestuario, gira de locaciones, dirección de arte.
Ya casi para cerrar nuestra conversación, le pregunto cómo se siente con todo esto que se le viene encima y me dice: “Fíjate que yo no disfruté 1917 porque pasé por un tiempo de mucha ansiedad, el proyecto se me hizo muy grande, pero ahora estoy disfrutando muchísimo todo lo que estoy haciendo. Estoy súper feliz, superando todos mis demonios y gestionando muy bien todas mis emociones y sobre todo la ansiedad. Estoy feliz de ver que mi música está saliendo y mi mensaje está llegando”. Y así, justo cuando salen los demonios y la ansiedad, tuvimos que terminar nuestra conversación porque ya eran casi las 11 de la noche.
Imagen de portada © Yanis
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