Estar durante tres décadas al lado de una figura tan gigantesca como la de James Brown puede ser un arma de doble filo. Por un lado es evidente que curte, nadie rechazaría un regalo de estas características, sin embargo, si la artista en cuestión tiene calidad, esa sombra puede oscurecer la personalidad y quién sabe si arruinar una carrera. A Martha High no parece haberle importado sentirse arrinconada por el Padrino de Carolina del Sur, al contrario, sabedora de sus posibilidades artísticas, se hizo famosa a su lado y ha labrado una interesante trayectoria en solitario. Sin ánimo de criticarla y viendo su actual estado de forma vocal, a los 74 años, pensamos que quizá debería haber volado más tiempo sola logrando así un reconocimiento aún mayor, pero nuestra bella protagonista tendrá razones suficientes para haber actuado de esa manera, mal no le ha ido del todo.
En el panorama del soul actual conviven artistas que viven de refritos con otros insuflando fuerza innovadora. Martha High está situada entre estas dos opciones. Podría vivir cantando únicamente las canciones de Brown y nadie le diría nada, dadas sus fabulosas prestaciones como artista, pero a pesar de poder usar un repertorio tan loable, High utiliza en directo un acertado conglomerado que reúne piezas (poco manidas) de James Brown con composiciones propias de altura; acabamos de descubrir el secreto del éxito. Dicho triunfo está basado en varios factores: uno de ellos es la amalgama de géneros utilizados, desde el góspel al blues pasando lógicamente por el soul y el funk, aunque incluyendo también retazos de estilos como el reggae que ofrecen un aire fresco muy de agradecer; el otro componente importante se llama The Soul Cookers.
Desgraciadamente la excelente banda, que acompaña a la de Virginia, no cuenta con una sección de vientos indispensable para temas con los rasgos de Gonna have a funky good time o Cold sweat (tampoco hubieran cabido en las tablas de la minúscula e incómoda Sala Marula) pero a pesar de ese déficit, su capacidad instrumental (excelente labor de Leonardo Corradi en el Hammond) les permite salir del atolladero con prestancia y sin aspavientos innecesarios, permitiendo a la voz de su líder ser auténtica protagonista. Posiblemente el hecho de ser corista la mayor parte de su trayectoria, le ha facilitado llegar, pasados los setenta, con una vitalidad vocal pasmosa; el desgaste de ser la estrella principal puede ocasionar retiradas antes de tiempo, en el caso de Martha Harvin (nombre real), eso no ha sucedido y ahora, sintiendo al público desde lugar privilegiado, se desata cual huracán renovado. Estuvo excelente toda la noche, matizando los medios tiempos y arrasando en temas feroces tipo Showdown, hit discotequero de 1979.
El citado segundo plano, donde casi siempre ha estado situada, no le ha permitido labrar una extensa discografía en solitario que tan solo consta de seis títulos: el primero High (Salsoul, 1979) y el último editado hace tres primaveras. Singing for the good times (Blind Faith Records, 2016) es un disco pletórico, claro ejemplo del dulce momento por el que atraviesa nuestra intérprete, donde anidan piezas del calibre de The hardest woman working in town o I’m a woman, rotundas declaraciones de principios. Nos atrevemos a apropiarnos de ella, porque el grado de empatía transmitido desde el escenario lo permite. Simpática hasta decir basta y guapísima, luciendo ese tan característico pelo rubio, transformado en melena rizada para la ocasión, arrebatadora. No les extrañe pues, que más de uno estuviera de acuerdo con ella al entonar la soberbia You need a woman like me, quizá le pidió una cita al finalizar el show.
Es posible que el avispado lector haya supuesto, debido a nuestros comentarios algo maliciosos, que la figura de James Brown fue un obstáculo más que una ayuda para Martha High, no pretendíamos crear confusión. Martha vivió junto al genio momentos gloriosos e inolvidables que un servidor hubiese pagado lo indecible por haber estado. A parte de cientos de conciertos monumentales, entre los cuales destaca el del Boston Garden en 1968, la noche posterior al asesinato de Martin Luther King, también tuvo la suerte de poder cantar ante 60.000 enfervorizadas personas en ‘Rumble in the jungle’, concierto previo a la pelea por el campeonato del mundo de los pesos pesados entre George Foreman y Muhammad Ali en Zaire, ahí es nada. Sumemos también a ello compartir experiencias al lado de los The J.B.’S, probablemente la mejor sección de metales que haya existido. No se queja, lo juramos por quien sea.
Dejando batallitas a un lado, debemos centrarnos en el presente y en el futuro y éstos se presentan muy halagüeños. De no suceder ninguna contrariedad nada deseada, a Martha High le queda cuerda para rato, por facultades, carisma e inspiración. Estamos convencidos de volver a verla muy pronto, quien sabe si con nuevas creaciones, no se la pierdan, les contagiará su vitalidad.
Make me high / Make me high / Make me high / A ghetto high / Giant high / High / High
(Gonna have a funky good time, James Brown)
Autores de este artículo
Barracuda
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.