Es muy habitual que bandas de larga trayectoria –Los Fabulosos Cadillacs llevan casi ocho lustros haciendo brincar al mundo entero con esa especial mezcla de ska, reggae y salsa que les ha hecho únicos– recuperen su disco más exitoso cuando este cumple años. Lo podían haber hecho con El León (Sony Music, 1992), esencial álbum del grupo y el mejor que han realizado, según Gabriel Fernández Capello Vicentico (cofundador y vocalista), pero han decidido emprender un generoso viaje para conmemorar el 30 aniversario de Matador, su mayor bombazo, canción que apareció como complemento, junto a V Centenario, en el recopilatorio Vasos vacíos (Sony Music, 1993). Curiosidad que no pasa de ser una anécdota. Si se tienen ganas de celebrar cosas, se hace y punto. Bienvenidos sean los festejos.
La ocasión se merecía un lleno absoluto, lo hubo. Aunque en realidad, creemos que la hinchada hubiera colgado el cartel de sold out tan solo con su presencia. El exuberante combo argentino (compuesto por nueve elementos) es idolatrado tanto por sus compatriotas como por los que no lo son, el reconocimiento general se lo han ganado a pulso.
La montaña de Montjuic y el recinto del Poble Espanyol corrían peligro de hundimiento, los saltos provocados por el baile del “pogo” eran toda una amenaza. Todo salió perfecto. Ningún daño a resaltar.
Dudas y éxtasis
Antes del comienzo del tour, existían desconfianzas sobre el estado de forma de Vicentico y de la formación en particular. Llevaban una temporada sin tocar juntos y los desajustes podían aparecer en cualquier instante. Para evitar reveses, se alejaron del mundanal ruido una temporada para preparar los conciertos a conciencia. El resultado del cónclave no ha podido ser más triunfante.
Los Cadillacs que vimos en el Poble Espanyol fueron un tornado imparable que mejoró incluso las prestaciones de los orígenes. Frescos, divertidos, tocando mejor que nunca, como si el tiempo no hubiera transcurrido. Una auténtica lección de fusión de ritmos concebida con la sabiduría que tan solo poseen los eruditos.
Con el escenario a oscuras, sonó (pregrabada) la James Bond Suite que introdujo a los francotiradores del ska más regocijante. Nada más lejos de la realidad, ya que el bajista (ataviado con la camiseta albiceleste) Sr. Flavio nos lanzó ráfagas de tiros ficticios con su instrumento, una manera de decir, cariñosamente, “de aquí no saldréis vivos”.
A la atronadora pieza instrumental Cadillacs le sucedió Manuel Santillán, el León y aquello se vino abajo. El público, enloqueció, cantando aquello de: “Van al mar, van al mar. Llanto y dolor, sufrimiento de un pueblo. Se ahoga y se hunde en el mar”. Tal fue el impacto que uno de los presentes aseveró: “y ahora ¿cómo van a superar esto?”, pues lo hicieron, combinando estilos y temas más o menos conocidos sin aburrir al personal. Unos sabios, ya lo hemos comentado.
Los primeros destellos de dub (excelente ejecución para un género muy difícil de trasladar al directo) aparecieron en El muerto, modo certero de encarar otro de los momentos más esperados: Carmela. El público, que debió acabar afónico, continuó desgañitándose: “Salta Carmela que el barco va a naufragar”. Por si le faltara algo al desmadre, la empalmaron con Estoy harto de verte con otros, un trallazo skatalítico a 300 km. por hora.
Si no nos fallan las cuentas interpretaron hasta veinte canciones. Quizá no fueron de las más coreadas, pero a un servidor le gustaron especialmente Calaveras y diablitos (a ritmo del A Message to you Rudy), Los condenaditos (magnífico acercamiento a los The Specials y The Beat más innovadores y que contó con unas preciosas filmaciones) o Siguiendo la luna, una maravilla para anudarse con la pareja in aeternum, que contó con unos estupendos punteos guitarrísticos a lo David Gilmour (no se asusten) del saxofonista principal Sergio Rotman.
Estallido final
Para la traca de despedida escogieron V Centenario, Carnaval toda la vida, Mal bicho y por supuesto Matador. Cuatro perlas que sirvieron de antesala a los bises y que constituyeron uno de los mejores pasajes musicales de la histórica noche. En él se juntaron folclore, ritmos africanos (incluso afrobeat del mejor), funk y hasta apuntes de dancehall jamaicano. Aquellos gamberros de los ochenta estaban demostrando que son unos musicazos. Chapeau.
Como los incondicionales no se iban ni con aguarrás, Vicentico y los suyos, regalaron Mi novia se cayó en un pozo ciego (lo más punk de la noche), Vasos vacíos (ideal para borracheras enternecedoras con los amigotes), El satánico Dr. Cadillac y Yo no me sentaría en tu mesa, interpretada con pundonor por el Sr. Flavio, enardeciendo todavía más a unos fans que terminaron exhaustos.
Que el concierto iba a ser un éxito era indudable, hubieran salido en hombros incluso haciéndolo mal. Lo que no estaba previsto es que el que escribe estas líneas (nunca he sido un seguidor empedernido) se quedara anonadado de ver y escuchar lo acontecido. Probablemente una de las veladas más conmovedoras y bulliciosas que uno recuerda en años y con alta calidad por bandera. Masterclass en toda regla. Memorable.
P.D.: Una foto del ex Fabulosos Cadillacs, Gerardo “Toto” Rotblat, fallecido en 2008, presidió toda la actuación. Homenaje que les honra. Admirable detalle. El percusionista sigue con ellos.
Autores de este artículo
Barracuda
Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.