En 2017 asistimos, en el Palau de la Música Catalana, al ecléctico espectáculo Jazz free, ofrecido por el contrabajista originario de Kibbutz Kabri (Israel). En ese momento, Cohen estaba inmerso en un juego de complicidades musicales que despistaron a más de dos. No era motivo para criticarle (pueden recuperar la crónica en esta web), pero sí para tener incertidumbres sobre el camino que escogería después de esa curiosa tentativa que incluía hasta The Beatles.
Han pasado casi siete años y, mientras tanto, el insigne instrumentista ha continuado experimentando en diversos campos, incluso componiendo bandas sonoras o reeditando clásicos como Continuo (2016). Pese a que acaba de editar un nuevo single, donde podemos escuchar acentos de hip hop, lo que íbamos a presenciar en L’Auditori era, en teoría, la ejecución de Shifting Sands (Naïve, 2022), excelente disco, de tono más clásico, que iba a ser tocado por un terceto formado por: Avishai Cohen (contrabajo), Guy Moskovich (piano) y Roni Kaspi (batería). ¿Habría sorpresas?
Si se debe catalogar como sorpresa que se anuncie un repertorio o la interpretación de un álbum concreto y que, posteriormente, el protagonista del concierto, haga lo que le venga en gana, la hubo, ya que de Shifting Sands (que además era el nombre anunciado por los promotores), tan solo escuchamos dos temas, Below y Hitragut, el resto fueron composiciones que casaban con el estilo de la formación. ¿Importó? para nada, el público quedó entusiasmado y marchó hacia sus hogares más contento que las Pascuas que ya se avecinan. El señor Cohen es de los que sabe muy bien lo que hace y cómo agradar a sus seguidores. Les contamos algo más.
No vamos a entrar en debate (no existe) sobre el nivel técnico que posee el señor Cohen, pocos hay quien le tosan, en el panorama actual, a la hora de pellizcar (pizzicato) las cuatro cuerdas de su herramienta sonora. Tampoco dudamos de su sensibilidad como autor ni del criterio utilizado para optar por estos acompañantes, la elección de sus jóvenes compatriotas demuestra enorme tino e inteligencia. Si Moskovich impresiona, con tan solo 26 años, no les cuento nada de la baterista Kaspi con tan solo 23, una mujer que ya juega en primera división y se codea con los mayores. Entró siempre a tiempo, no necesitó inútiles estruendos para epatar y, únicamente, tuvo un merecido momento de gloria (excesivo por la duración) en Bright light, tema que culminó el show. El piano de Moskovich llevó, en todo instante el peso de la melodía con exquisitez, buen gusto y un virtuosismo adquirido de su educación clásica. Dicho dominio, quedó patente en la majestuosa lectura del Liebestraum de Franz Listz, uno de los mejores momentos de la velada.
El fenomenal engarce entre los tres músicos, esa innata sofisticación canora, que siempre ha poseído Cohen, la precisa y bella iluminación y una acústica inmejorable, valieron por sí solos el precio de la entrada. Sin embargo, tanta finura y cálculo matemático, niega la frescura y, por supuesto, se aleja de cualquier tipo de improvisación.
Si exceptuamos Roni’s Swing, en la que aparecieron ligeras gotas de bebop, la mentada pieza de Liszt o la inevitable Alfonsina y el Mar (cantada con estilo y emoción), el resto de partituras acusaron cierta monotonía. Poco afectó que sonaran Dreaming, Chutzpan, Remembering o Seven Seas, dos de los hits más cotizados; el ritmo apenas varió.
La languidez no es antónimo de belleza, no obstante, el exceso de azúcar provoca diabetes. Creemos, con humildad, que sumando melancolía y sabrosura, el efecto mejora y dispersa la pesadez, si encima añadimos la falta de melodías fáciles de memorizar, el discurso queda más matemático que harmónico. Si el israelí tratara su exposición melodiosa cual suite (sin interrupciones) nuestra teoría estallaría por los aires, pero no es el caso.
No es ningún pecado preferir la sensatez e ignorar el riesgo. Muchas de las músicas que nos enamoran (a los que nos gustan los artistas que intentan superar escollos), no son excesivamente aventureras, pero estamos hablando de jazz, uno de los caminos con más peligrosidad que conocemos y es por esto que creemos que Cohen resulta, en ocasiones, demasiado acomodaticio.
L’Auditori no se llenó del todo, no obstante los asistentes, despidieron a la lujosa terna puestos en pie, regalándole una ovación atronadora (el tercer bis no estaba previsto).
Racionamientos concretos aparte, merecieron, de largo, el rotundo triunfo. La calidad manifestada, destruye cualquier crítica negativa. Estamos dispuestos a admitirlo.
![Avishai Cohen Trio © Marina Tomàs](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2024/03/Foto-AGENDA-1600-×-1067-31.jpg)
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Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.