Yo confieso: Adorar a deidades como John Coltrane o Thelonious Monk, a menudo dificulta el reconocimiento de otros titanes. Es tanta su grandeza que oscurece, a modo de espesísima niebla, el loable empeño de contrastados músicos intentando ofrecer otra dimensión en el ámbito jazzístico. No me duelen prendas al reconocer que, por los motivos esgrimidos, siempre he tenido ciertos prejuicios ante el género del jazz fusión y otras experimentaciones. No obstante, sería de necios no reconocer la valía (Grammys aparte), trayectoria y esa incesante búsqueda de nuevos horizontes sonoros, de un instrumentista avalado por sus colaboraciones con monstruos sagrados de la talla de Sarah Vaughan, Miles Davis, Herbie Hancock o Gary Burton; exponentes de una lista inacabable. La obcecación, un defecto a arrinconar. Nuestro virtuoso nació hace 76 años en Chelsea (Massachusetts), su nombre: Chick Corea.
“La curiosidad musical es lo que da sentido a mi vida”, afirma Corea en una reciente entrevista. Sentencia indispensable para cualquiera que se dedique a este arte. La investigación es imprescindible para avanzar, aunque inútil si no se sustenta con una resistente base a la que se debe retornar continuamente, hacer lo contrario es sinónimo de ligereza. Chick Corea se ha reunido con Steve Gadd, baterista y colega de correrías en su primeriza banda Return to Forever, con el objetivo de afrontar nuevos retos recordando aquel glorioso pasado que les unió eternamente. Juntos, acompañados de cuatro instrumentistas de relumbrón, han emprendido una gira y grabado Chinese butterfly, de próxima aparición.
Night streets, tema extraído de My spanish heart (1976) e inicio del concierto, define perfectamente el estilo del pianista, donde se hallan todas sus aptitudes y vicios. Chick Corea exhibió un estado de forma sensacional, esa digitalización perfecta que le ha hecho célebre, el sonido cósmico y al mismo tiempo melodioso marca de fábrica, su asombrosa manera de sincronizar las improvisaciones de los músicos; pero también su predilección por el exceso: la desproporcionada duración de la pieza (más de dos horas de show para tan solo una decena de composiciones), una desmedida aparición del saxo soprano de Steve Wilson, por otra parte magnífico intérprete, o el desatinado final a modo de batucada con Corea tocando la campana y Gadd malgastando la batería. Un disfrute para la mayoría que se regocija con la pericia y un cansancio para los necesitados de mensajes más directos. Contraste de pareceres.
En Serenity, una de las novedades del repertorio, apareció el Corea ilusionista capaz de embrujar con el piano acústico, sacar notas de singular beldad conduciendo a la banda por senderos mágicos, donde se fundieron los sonidos de las escobillas de Steve Gadd y el contrabajo de Carlitos Del Puerto de modo sencillo y preciosista. Chick’s chum’s (regalo de John McLaughlin) es otra primicia de su nuevo álbum que encandila por su tono funk y acertada cadencia, juntas alcanzaron el cénit de la noche. Su madre le llamaba Chick, pero en realidad su verdadero nombre es Armando Antonio Corea, anécdota que le sirvió para declarar su amor a la música española y presentar A spanish song. Introducida por un brillante solo a lo Bach, el genio volvió a salir de la lámpara sirviendo en bandeja todos los deseos pedidos por la audiencia, incluido un duelo entre su piano y el contrabajo del que salieron chispazos de Quizás, quizás y otros fragmentos de piezas populares. A continuación de Quartet no. 1, del disco Three quartets (1981), acometió la parte final con la nueva versión del clásico Return to forever, perteneciente asimismo a Chinese butterfly. Acertada recreación, para quitarle alguna telaraña pegada, en la que sus punteos de sintetizador rivalizaron frente a los sorprendentes efectos de la guitarra de Lionel Loucke. No deberíamos olvidarnos de las prestaciones del percusionista Luisito Quintero, una auténtica fiera, rey de la velada.
El público de un Palau de la Música abarrotado y mejor sonorizado que nunca, entonó a coro la famosa melodía de la mítica Spain utilizada por el de Massachusetts como fin de fiesta. Chick Corea, esta vez junto a su compañero Steve Gadd, volvió a arrollar en el Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona, una de sus casas preferidas. El respeto por un precursor logró que por un día, dejáramos nuestros favoritismos en el cajón. Cuestión de humildad.
Próxima parada: Eliane Elias. Permanezcan atentos.
Autores de este artículo
Barracuda
Oliver Adell
Me gusta viajar, la buena compañía y, sobre todo, la música; en especial el jazz. Fotógrafo de eventos, conciertos, bodas y lo que surja. Me gusta fotografiar no solo el instante sino la emoción de lo que hay detrás.