Irremediablemente, a la hora de hablar de Talking Heads, el primer nombre que nos viene a la mente es el del todopoderoso David Byrne. Sin embargo, esta formación, clave en la evolución del pop y rompedora de esquemas a finales de los setenta, no hubiera existido sin Chris Frantz, su cofundador. Tampoco se entendería soslayando la colaboración de Tina Weymouth, bajista de la banda y esposa del autor de este absorbente relato. A pesar de su decisiva aportación en la guitarra y teclados, Jerry Harrison (el cuarto busto) queda relegado a un segundo plano.
Debbie Harry (Blondie), compañera de generación junto a formaciones históricas como Television o Ramones, engulló en un santiamén las más de quinientas páginas de este libro necesario para conocer los confidenciales secretos sobre el auge y caída de un grupo irrepetible. Háganle caso a Deborah y plántense delante de este tomo para revivir unos tiempos gloriosos que no volverán.
Música y amor
Lo primero que provoca interés de Amor Crónico (Libros del Kultrum, 2021), edición traducida por Iñigo García Ureta y de título original Remain in Love, es la portada policromada presidida por una imagen del matrimonio Frantz/Weymouth, fotografía capturada por el artista norteamericano Jimmy De Sana en 1969. Esta llamativa cubierta nos lleva a una consideración inicial: La autobiografía escrita por el baterista es más que un listado de andanzas, conflictos y develamientos, también esconde una gran historia de amor que perdura cincuenta años después; la dedicatoria (Para Tina) refleja esta aseveración. Tina y Chris se conocieron en una escuela de diseño de Rhode Island, allí se convirtieron en amantes y configuraron el sueño de crear una banda de rock atrevida, diferente. Juntos formaron la sección rítmica en la que se fundamentó Talking Heads, sirviendo de imprescindible abrigo a Byrne, la estrella que relucía en el escenario.
En una tregua del viaje con los Heads, situada al principio de sus desavenencias, crearon Tom Tom Club, primoroso proyecto que, si bien no funcionó a la altura de su precedente, alcanzó un éxito notable con el álbum primigenio. Temas como Wordy Rappinghood o Genius of love (sampleado hasta la saciedad) son perlas de pop-funk electrónico capaces por sí solas de dignificar una década tan controvertida musicalmente como la de los ochenta.
Desde un trono privilegiado
Probablemente el ex cómplice y polifacético astro escocés opinará lo contrario, pero los sentires de Frantz nos parecen justos. Desde el taburete de baterista, uno domina todo lo acontecido en un concierto. Confiesa que se sentía ministro del ‘tempo’, maestro del ‘groove’, capaz (sin fardar) de mostrarse poderoso, de construir, apoyando al resto de músicos, el edificio sonoro. Quizá esa seguridad le ha conducido a escribir su trayectoria sin pensar en lo que dirán, alejado de fútiles debates.
Desarrollo
“El mejor asiento de toda la sala” (título que daba pie al anterior párrafo) es el comienzo de un relato que consta de cincuenta y seis capítulos.
Chris Frantz utiliza catorce para contarnos, entre otras cosas, sus orígenes (Kentucky), el descubrimiento de la música negra (quedó conmocionado con Otis Redding), la naciente pasión por Tina (septiembre de 1971) hasta llegar a Nueva York, ciudad donde escribieron las canciones de su grabación inaugural. A partir del decimoquinto episodio aparecerán el primer concierto, los contactos con Lou Reed y Andy Warhol, toda su discografía, la gira con Ramones o el nacimiento de Tom Tom Club, para finalizar con “Sin aventuras ya no habrá historias” en el que Frantz nos revela el… mejor lo descubren ustedes. Únicamente les adelantaremos que el amor continúa siendo crónico.
David Byrne sigue incluyendo en sus espectáculos la excelsa Psycho Killer, un hito imposible de olvidar incluido en Talking Heads: 77 (Sire Records, 1977), trabajo que hoy en día resulta más moderno que la mayoría de producciones encubiertas con la etiqueta de innovadoras. Especie de mixtura entre The Velvet Underground y Otis Redding, definición exacta de la música que Byrne y Frantz maquinaron en sus mentes aventajadas.
Tina Weymouth enseñó a David cómo debía pronunciar, en francés, el estribillo que él inventó. Ojalá al recordarlo les entren ganas de repasar su discografía y sobre todo de leer las memorias que Chris Frantz escribió desgarrando toda su alma.
Psycho killer, qu’est-ce que c’est. Fa fa fa fa fa fa fa fa fa fa, better. Run run run run run run run away. Oh, oh, oh, oh, yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
Psycho Killer, Talking Heads
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