El pasado viernes nos las apañamos para llegar, entre la lluvia, a Razzmatazz, donde esperábamos refugiarnos por unas horas con un buen espectáculo. Dentro del local, había bullicio y se respiraba una gran expectación. ¡Hacía tanto tiempo que no peleaba por un trocito de metro cuadrado! La ocasión prometía y tanto yo como el resto queríamos estar cerca para presenciarlo. Las canciones del dúo Fuel Fandango me robaron el corazón hace años con su particular fusión de estilos, su propuesta vanguardista y su fuerte identidad. Ciertamente, tenía muchas esperanzas puestas en su directo y quedé un tanto decepcionada. Quiero creer que, tal y como sucede en los días de lluvia, fue algo accidental.
El abanico quedó eclipsado
Fuel Fandango se escribe con ‘F’ de folclore, de flamenco y de fusión. Y todos estos ingredientes los vimos reflejados en su puesta en escena. Un espectacular telón de ambiente, una cuidada decoración floral y un vestuario completo nos hicieron llegar, a través del plano visual y performativo, un mensaje que, sin embargo, no viajó tan intensamente a través del sonido. Los allí presentes tuvimos dificultades para oír la voz de Cristina Manjón (Nita), que quedó totalmente eclipsada por la instrumental y en especial por las dos baterías. Algo andaba mal, puesto que el técnico de sonido tuvo que irrumpir el escenario varias veces. Mientras la vocalista entonaba su espectacular quejido flamenco, el especialista trató de resolver la encrucijada, aunque en mal momento y sin mucho éxito. El abanico de posibilidades musicales que habitualmente presenta el proyecto quedó un tanto desvirtuado, al no poder distinguir bien sus distintas capas. Lamenté sobre todo que los temas se precipitaran hacia los estribillos electrónicos, sin prestar demasiada atención a las partes cantadas.
Un público ávido de beat
Pese a los incidentes de los primeros temas, los músicos no vacilaron y siguieron adelante con su actuación. En el interludio, el productor Alejandro Costa (Ale) quedó solo con su masterclass de electrónica. Con el tema Medina, se añadió Nita, completando el dúo original y recuperando cierta armonía. La fiesta, no obstante, se inauguró oficialmente con el grito “¡Que empiece la parranda!” de su festejado tema Mi danza. El público, que quizá asistía por primera vez después de mucho tiempo a un concierto sin mascarilla, se mostró receptivo y no necesitó demasiado para ponerse a saltar. Con recursos como el contraluz, los apagones y el silencio repentino, el dúo supo sacar partido a la parte más electrónica de sus canciones, consiguiendo levantar el ánimo general. Temas como Toda la vida y Salvaje fueron especialmente bailados. Asimismo, de la mano de canciones como la La primavera y Huracán de flores vimos eso de “al mal tiempo, buena cara”.
El regreso y mucho tema en la recámara
El concierto del viernes se presentó enérgico y un poco anclado en el pasado. Y es que, después de dos años de shows interrumpidos por la pandemia, Nita y Ale tenían mucho material musical acumulado. Enmarcado en su gira Romances, presentaron un disco que salió hace dos años, Origen (Warner Music, 2020) y tocaron también temas de su anterior trabajo Aurora (WM, 2016). Aunque mucho ha llovido desde entonces, resultaba imposible aunar nuevos y viejos temas en una sola noche.
No quisiera que la mala fortuna de esta actuación restara valor a un proyecto tan innovador, único y vanguardista como es el de Fuel Fandango. Aunque el concierto del viernes no cumpliera con mis expectativas, nadie les quita esos catorce años que llevan en la carretera. Después de tanto tiempo inactivos y castigados por las circunstancias pandémicas, no debe ser fácil volver al ruedo. El pasado viernes el público no se quitó el sombrero en Razzmatazz, sino que fueron los músicos quienes les tiraron flores (literalmente) al acabar. Claramente, se les vio agradecidos por la vuelta a la normalidad.
Autores de este artículo
Júlia Palacín
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.