Corría 1981 y acababa de cumplir 17 años. Por aquel entonces, buscando nuevos estímulos musicales, tropecé, casi sin querer, con un delirante grupo vasco que lideraba un tal Javier Gurruchaga. El 26 de febrero de ese año se presentó, en El Palacio de los Deportes de Montjuic (Barcelona), “la apasionante” Orquesta Mondragón, no podía faltar a la cita.
El impacto fue grande. Contemplar a un tipo, vestido de novia, levantándose de una silla de ruedas para entonar el Rock‘n’Roll de Lou Reed con una fuerza y calidad desbordantes, me dejó patidifuso; habían ganado un nuevo fan. Aquello no era un chiste, se trataba de una gran banda de rock, liderada por el enorme guitarrista Jaime Stinus, que combinaba el humor y la música de manera descacharrante. Gurruchaga hacía las veces de entertainer y su compadre Pedro Ayestarán “Popotxo” (fallecido de un infarto en 2020) ponía la guinda sibilina; un desmadre corrosivo levanta muertos.
Pese a múltiples cambios en la formación o los socavones producidos por modas perversas, el crooner donostiarra nunca ha lanzado la toalla y, pasadas más de cuatro décadas, sigue dando guerra, regalando sabiduría escénica a quienes quieran apreciarla.
Su última fantasía, después de dos años parado por la pandemia, ha sido crear un espectáculo, inspirado en el universo de Edgar Alan Poe, titulado Historias Extraordinarias; con él llegó al BarnaSants. Allí estuvimos para volvernos a poner la peluca, ahora sí nos hace falta.
El actor
Se apagan las luces de la sala y aparece un señor astroso, ataviado con una ajada gabardina, portando un viejo maletín y unos libros de segunda mano. Dirigiéndose, en tono quejoso, al numeroso público que llena el teatro (parece haber, encaramado al sillón de atrezzo, un cuervo irritante) comienza un soliloquio lleno de recuerdos nostálgicos no exentos de vitriólico humor. Lo han adivinado: se trata de Javier Gurruchaga.
Antes de aposentarse en una tronada butaca junto a la cual avistamos telarañas, candelabros, calaveras y un gato negro (universo Poe) nos contó, entre otras anécdotas (relataría muchas más durante toda la fantástica velada), que en el mismo Teatre Joventut estrenó Golfos de Roma. También confesó haber comprado los libros usados en el Mercat de Sant Antoni, bromeó con el paso del tiempo e inició una desternillante conversación con el dichoso cuervo apodado Nevermore.
Gurruchaga es, además de buen cantante (conserva una voz impoluta) y colosal band leader, un actor de primera a quien no se le ha sabido extraer todo el jugo posible. Súmenle su pasión por la música, el cine y la lectura, no hay duda: Javier es una figura necesaria, de las que no quedan.
¿Hubo música en estas Historias Extraordinarias? por supuesto, mucha y buena, empezó después de que el protagonista absoluto nos leyera unas líneas de El Cuervo, uno de los poemas más populares del escritor romántico.
Hits y versiones
La Orquesta Mondragón siempre ha sido sinónimo de excelencia rocanrolera y en esta ocasión no iba ser distinto. Un quinteto sin fisuras y ajeno a las filigranas pueriles, arrancó con una lúgubre intro (lo que tocaba) para seguidamente atacar las notas del primer tema: Garras humanas, inspirada en la obra maestra dirigida por Tod Browning en 1927. Le siguieron Tic, tac (mi viejo despertador), Caperucita feroz, Corazón de neón, el magnífico blues Anda suelto satanás (Luis Eduardo Aute), una aceleradísima versión de Mis gafas, Bon voyage (la más floja), Adiós, adiós, un Ponte peluca a lo Blues Brothers o las extenuantes (en positivo) Lola, Lola y Viaje con nosotros (nos fuimos a Kiev); todas ellas fechadas, convenientemente por nuestro querido anfitrión.
En el apartado covers, los más destacados fueron Stand by me, un Roadhouse blues (The Doors) potentísimo y la oportuna Back in the U.S.S.R. . No estuvo tan lúcido en el That’s all right del rey Elvis (bromas con el emérito) ni con Imagine, el penoso tema de la guerra contra Ucrania la hizo necesaria.
Entrelazadas con el set gozamos de otras ingeniosidades: un hilarante gag sobre las mascarillas (Gurruchaga es único quitándole hierro a los infortunios, él mismo padeció la Covid), dos hermosas lecturas (fragmentos de El corazón delator y La máscara de la muerte roja) y un emotivo homenaje a Popotxo, ilustrado con hermosas fotografías de sus vivencias con Javier y la orquesta.
Javier Gurruchaga sentenciaba en una reciente entrevista: “Dentro de poco, la gente no va a conocer ni a los Beatles”. El singular showman no andaba muy equivocado en su afirmación, pero esperemos que aunque tan solo sea por justicia divina, este desastre no suceda nunca. Los de Liverpool y su simpar orquesta deben morar en los corazones de los melómanos inteligentes hasta el resto de los días.
Señor Javier Gurruchaga: le rogamos encarecidamente que retorne lo más pronto posible. Necesitamos su socarronería, esa que siempre nos deja una sonrisa en la boca e invita a sobrevivir o vuelva tan solo, si lo desea, para escucharle decir otra vez: “Saxophone”. Que así sea.
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.
