Hay muchas pequeñas salas en nuestras ciudades que conforman y son parte esencial de su tejido cultural
A mediados de agosto fui a mi primer concierto post-pandemia. Curiosamente, mi retorno fue con la misma artista con la que despedí los conciertos en Barcelona: la gran Núria Graham. ¡Qué bien empezar de nuevo con ella! Es una de nuestras joyas y no hace falta que os lo diga, ¿verdad? Buena música, con buena compañía, al aire libre, respetando las distancias de seguridad, con geles para limpiarse las manos a la entrada del recinto. Cultura segura. La verdad es que fue una muy buena experiencia y un buen concierto de Núria. También fue algo extraño no poder abrazar a la amiga con la que fui después de tantos meses sin vernos, no poder ponerme en primera fila como intento hacer siempre para disfrutar bien del concierto, no poder levantarse a bailar, no poder quitarse la mascarilla (algún listo había sin ella durante todo el concierto, también es verdad, y moviendo su silla de sitio para estar bien a gustito. Y eso da rabia, para que negarlo. Siempre hay alguna persona inconsciente que le importa un pimiento la seguridad de los demás). En fin, cosas de toda esa nueva normalidad que nos acompaña desde que el maldito virus llegó a nuestras vidas. Estaréis pensado, ¿qué nos estás contando Anabel, si hace bastante que la gente va a conciertos de nuevo? Y seguro que muchas y muchos de los que leeréis estas líneas habéis ido a algún que otro este verano. Pero os cuento esto por algo que me vino a la mente mientras estaba allí. Y no es el cómo lo echaba de menos, que también. Para mí la música es como respirar y si es en directo, más aún.
No queremos un mundo sin música en vivo, sin conciertos, sin ese punto de encuentro para los amantes de la música, esencial e imprescindible
Mientras estaba disfrutando del concierto de Núria al aire libre, con un simpático mosquito picándome en la pierna (suerte que mi amiga llevaba antimosquitos, ¡hay que estar preparada para cualquier contingencia!), no pude evitar pensar: ¿Y cuándo llegue el frío qué? Cuándo no podamos disfrutar de las cálidas noches de verano para escuchar música en directo, ¿qué pasará? Cuando las salas de nuestra ciudad tengan que limitarse a hacer conciertos en el interior y no tengan espacios como el Fòrum o el Castell de Montjuïc o estén arropados por los festivales de verano, ¿qué pasará? Hay muchas pequeñas salas en nuestras ciudades que conforman y son parte esencial de su tejido cultural. Estas salas lo tendrán muy difícil para mantener las medidas de seguridad necesarias y aun así conseguir que los conciertos no les cuesten dinero y acaben teniendo pérdidas desastrosas. Tras los meses de confinamiento y las dificultades que, aún a día de hoy, siguen sufriendo, estoy segura de que esa incertidumbre tiene que estar siendo aún más difícil de sobrellevar.
No queremos un mundo sin música en vivo, sin conciertos, sin ese punto de encuentro para los amantes de la música, esencial e imprescindible. No queremos un mundo sin nuestras salas, a las que hemos ido toda la vida a disfrutar de la música, a encontrarnos con nuestros amigos y amigas, a vivir experiencias únicas e irrepetibles. No queremos perder eso, queremos soluciones definitivas, evidentemente, pero hasta que llegue la vacuna seguramente no podrá ser. Por eso, es necesario que tanto administraciones como público presten todo su apoyo a nuestros templos musicales, sin ellos, no seríamos nada. Se me presentan muchas dudas y preguntas, y a medida que el frío y el mal tiempo se acerquen, más aún. Temo que nos va a resultar muy difícil volver a disfrutar de los conciertos como hacíamos antes en una muy larga temporada. Y eso me entristece muchísimo. No sabéis cuánto.
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