La época de conciertos está en plena efervescencia y en pocos días aterrizará el aluvión de los engrandecidos festivales. Nos quedan pues, muchas cosas por ver y contar, sin embargo, pocas actuaciones van a alcanzar la altura de la ofrecida por Dominique A en una Sala Apolo convertida en acogedor teatro con sillas para la ocasión; así lo decidió el astro francés. Necesitaba este tipo de intimidad para su actual propuesta, comunicándolo al público presente, aunque también lamentó la dificultad que el entramado suponía para acceder a las barras, todo un detalle en tono irónico. Dominique Ané (su nombre real) es un artista sobrio que no pierde el tiempo en chácharas baratas, le basta con su canto poético para seducir, pero en esta ocasión se mostró locuaz, empático y agradecido, sacando su genialidad a relucir sin regatear ni un céntimo, un regalo de valor incalculable.
Dominique A se ha embarcado en una larga gira para presentar sus dos últimas grabaciones, ambas producidas el pasado año con pocos meses de diferencia entre ellas: Toute Latitude (Cinq7/Wagram/Popstock, 2018) y La fragilité (Cinq7/Wagram/Popstock, 2018), obras complementarias aunque antagónicas estilísticamente. La primera utilizando la electrónica, la segunda en modo acústico e intimista. No importa mucho la elección pues en el caso del ecléctico poeta, no se le recuerda ninguna tacha en casi 30 años de carrera, una proeza sólo al alcance de privilegiados.
Pocos artistas en la actualidad, por no decir nadie, pueden congratularse de tener a una audiencia absolutamente encandilada, pendiente de cualquier movimiento suyo durante dos horas con solo el apoyo de la palabra, una guitarra, pedales, alguna bonita filmación y unos atinados efectos lumínicos. ¡Cuánto con tan poco!
La poésie, tema inicial de La fragilité, sirvió de arranque y para demostrar, al primer aliento, que estábamos frente al relevo natural de Brassens, Ferré o Gainsbourg. La chanson, fue arrinconada injustamente por las hordas anglosajonas y no es hasta la década de los 90’s cuando vuelve a resurgir gracias a talentos como Benjamin Biolay y nuestro protagonista. Ellos, utilizando las nuevas tecnologías, han conseguido darle un toque distinto sin olvidar aquel pasado imperecedero.
Monsieur Ané alternó la guitarra acústica y la eléctrica sin alteraciones bruscas, combinando los tiempos suaves como Les soleil, J’avais oublié que tu m’aimais autant, la superba Tout sera comme avant, con Gisor, Antonia o Corps de ferme à l’abandon, en las que rasgueó la guitarra impetuosamente, cuales latigazos punk. El cantautor también se sacó un peso de encima, después de sesenta conciertos seguidos, pudo decir las palabras “chalecos amarillos” sin miedo a estúpidas represalias. Lo hizo en Le grand silence des campagnes. No son habitual en él las reivindicaciones directas, pero su compromiso en ese sentido no admite dudas: “La inestabilidad social en Francia es inevitable y necesaria”, subrayó en una entrevista para El Mundo. Quien se calla es porque quiere.
Sublime en Au revoir mon amour, repitiendo la fantasía en el díptico final con Éléor y la extensa L’horizon. Punto culminante donde apareció lo mejor de su talento, tanto compositivo como interpretativo. Impresionante cierre antes de los bises.
Unas bellísimas filmaciones adornaron En Surface, rematando la faena con Rendez-nous la lumière y Le courage des oiseaux. En ésta se movió balanceando su cuerpo, cual árbol sacudido por el viento, mientras sonaban unas bases pregrabadas conmovedoras. Sobran las palabras.
Dominique A juega en la división de los superdotados que nunca hierran el tiro, sabes a ciencia cierta que no decepcionará. Aún a sabiendas de ese hecho, repetido en tantas ocasiones, superó las mejores expectativas, impartiendo otra lección mayúscula de dominio escénico, carisma y savoir faire. Maestro en el arte de emocionar a través de la palabra y los sonidos, sean éstos clásicos o innovadores. Gloriosa madurez.
Au revoir mon amour, la vie n’est pas finie, la vie n’est passé
(Au revoir mon amour)
P.D.: El magnífico fotógrafo que ilumina estas palabras saldrá con éxito de las restricciones sufridas por los profesionales de la imagen fija. ¿Veleidades de genio? Lo perdonaremos, aunque preferimos la libertad de movimientos, y un tirón de orejas no viene mal de vez en cuando. El lector merece esta atención.
Autores de este artículo
Barracuda
Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.