2004. En pleno auge indie mundial, cuatro desconocidos de Glasgow revolucionan el panorama musical con una forma de combinar ritmos y guitarras nunca antes escuchada: Franz Ferdinand estaban aquí. Pronto empezaron a visitarnos y llenaron hasta en dos ocasiones el Olímpic de Badalona, un hito no al alcance de cualquier grupo y tampoco nada fácil de gestionar, teniendo en cuenta que estas asistencias de casi diez mil personas se repetían por todo el globo.
Unos cuantos años después, con las irremplazables bajas del carismático guitarrista Nick MacCarthy y el batería Paul Thompson de por medio, las aguas van más calmadas, y los escoceses han seguido tranquilamente su camino, sin importarles irse a un registro más discotequero con Always Ascending (Domino, 2018) o no publicar nuevo material en varios años. A los miembros originales Alex Kapranos (guitarra, voz) y Bob Hardy (bajo), los acompañan Dino Bardot (guitarra), Julian Corrie (teclado, guitarra) y la última incorporación de Audrey Tait (batería).
En su última gira por salas, allá por 2018, su única parada nacional fue en La Riviera de Madrid (cerca de 2000 personas), lo que hizo preguntarnos a más de uno si los reyes del indie perdían interés poco a poco, aunque viendo cómo se seguía poniendo cualquier festival de primer nivel con ellos, quizás se debía más bien a que empezábamos a ir a macroeventos en detrimento de las salas. Podríamos debatir también sobre la ausencia de otro pelotazo mundial posterior a sus primeros años en su discografía (como sí ocurrió con AM de los Arctic Monkeys), pero lo dejaremos para otro día. En esta nueva ocasión, con su primer recopilatorio y un par de temas nuevos bajo el brazo, han decidido doblar la apuesta y dar tres shows en grandes recintos como el WiZink madrileño o Miribilla en Bilbao. En Barcelona, el Sant Jordi Club no se llenó como en 2014 (5000 asistentes), aunque registró una muy buena entrada.
Por si hubiera dudas…
Un telón translucido dejaba ver parcialmente al grupo mientras sonaban los primeros ritmos de la noche. Un, dos, tres… y cae el telón con el estallido del glorioso riff de The Dark Of The Matinée. “Take your white finger…”, y ya cantaba todo el mundo: toma arranque. Los escoceses tenían muy claro el objetivo de la noche: tocar la mayor cantidad de hits en el menor tiempo posible. Encadenaron uno tras otro, casi sin tiempo para respirar, abarcando casi la totalidad de Hits To The Head en hora y media. Sonaron las clásicas Nou You Girls (de Tonight, 2009), Walk Away (You Could Have It So Much Better, 2005) y otros singles más recientes como Evil Eye (Right Thoughts, Right Words, Right Action, 2014). Sorprendentemente, tuvieron un sonido mejorable, sobre todo en el primer tramo, cosa rara en sus shows. Las luces sí que cumplieron e hicieron que lucieran aún más todos los saltos y gestos de su líder Alex Kapranos.
Otra bomba como Dou You Want To fue la que prendió la mecha e hizo saltar a todos los asistentes, que no dudaron en seguir las instrucciones del cantante y cantaral unísono el “lucky, lucky”. Una noche más, se demostró que esta banda no hubiera sido lo que ha llegado a ser sin un maestro de ceremonias como Kapranos al frente. Es de los mejores en lo suyo. Se mueve, salta, toca, baila, canta y maneja al público a su antojo, haciendo gritar a miles de personas solo con levantar las cejas. Es pura actitud y disfruta cada guitarrazo, un gran lujo seguir viéndole tan en forma y con la misma sonrisa de hace casi 20 años. Esta noche, sin embargo, no tenía tanto tiempo para interactuar con el público (igualmente lo hizo) y continuó, tras unas breves palabras, comandando pepinazos como Love Illumination o Darts Of Pleasure.
¿Alguien ha dicho temazo?
Llegó la hora también de la canción de la cual se decía en su momento que, solo con su intro, le daba varias vueltas a la discografía entera de los Strokes; estamos hablando, por supuesto, del tema indie-rock por excelencia: Take Me Out. Lució poderoso con las tres guitarras desafiando al borde de la pasarela y el público disfrutó saltando y cantando a su ritmo; siempre, un momento top. Para el colofón previo al bis arrasaron, como de costumbre, la fiestera Ulysess y Outsiders, alargada con la clásica batucada grupal alrededor de la batería. Aquí tuvo más protagonismo Audrey Tait, quien se mantuvo más discreta pero igual de eficaz (menuda técnica) que su predecesor Paul, durante el resto del concierto.
Tras buena acogida de la nueva Billy Goodbye, llegó el incendio final de la sala a cargo de Michael y This Fire, el cóctel perfecto para arrasar con todo. Primero, duelo de guitarras entre Kapranos y Bardot con una tenue luz roja, cual salón de vaqueros, para apoderarse el frontman después de la voluntad de su público y hacernos corear hasta enloquecer eso de “this fire is out of control / we’re gonna burn this city, burn this city!” mientras nos agachábamos. Podríamos haber seguido con tres o cuatro temazos más, tranquilamente, pero todo llega a su final. El bueno de Alex festejó subido al bafle y levantando su guitarra un nuevo éxito con la banda de su vida.
Poco más hay que añadir. Los de Glasgow volvieron a demostrar ser un grupo irrepetible y que nunca falla, dando la enésima lección de actitud y disfrute encima del escenario. Y se podrían permitir ir a pasar el trámite solo con la popularidad de sus canciones, pero ese no es su estilo; son fieles a sus inicios, en un tiempo en que los directos cada vez se trabajan menos. Sus fans, y también los no tan fans, lo agradecen como el primer día. Son lo que debería ser siempre una banda de rock, son la banda que nos merecemos. Mientras exista Franz Ferdinand, habrá rock, habrá fiesta y habrá buena música en directo.







Autores de este artículo

Mikel Agirre

Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.