Joaquín Sabina regresa al Palau Sant Jordi, de la mano de su gira ‘Contra todo pronóstico’, tras el parón de 3 años provocado por la caída en directo que vivió en el Wizink Center de Madrid. El Sant Jordi no luce como otras noches. A rebosar, el palacio irradia alboroto, júbilo e impaciencia. Será cosa de la energía sabinera.
Sabina no defrauda; es bastante puntual. Al pisar el escenario, saluda a modo de reverencia a su público devoto, quitándose el característico bombín que atribuye al personaje artístico. Precisamente, en el documental Sintiéndolo mucho (2022), Fernando León de Aranoa retrata a un Joaquín despojado de lujos y tópicos que, aunque parezca mentira, reconoce sentir nervios en el estómago y estar acojonao antes de salir a actuar. En este sentido, se crea un paralelismo entre la cogida que impactó al torero, José Tomás, y el accidente que sufrió el artista en 2020 al caerse en mitad de un concierto. Parafraseando a Sabina, “el torero oficia una liturgia donde siempre está presente la muerte, la valentía, el miedo, la gloria, el éxito. Todo junto. Todo puede ocurrir en un minuto”.
Durante las dos horas de velada el cantante brinda por los clásicos y los temas antiguos que pasaron desapercibidos, recogidos en Juez y Parte, El Hombre del Traje Gris, Mentiras Piadosas, Física y Química, Esta Boca Es Mía, Yo, Mi, Me, Contigo, Enemigos Íntimos y Dímelo En La Calle, así como por los más actuales, incluidos en Lo Niego Todo.
“Siempre he querido envejecer sin dignidad”
Cuando Era Más Joven es la primera canción que Sabina interpreta junto a su banda exquisita. Una lírica que retrata un Joaquín jovenzuelo, estudiante de Filología Románica en la Universidad de Granada y “de izquierdas, sí, con un lado anarquistón, y ateo, también, pero semana santero” que tuvo que huir a Gran Bretaña como consecuencia de frecuentar ambientes políticos e intelectuales alineados contra el régimen de Franco. En el exilio se ganaba la vida tocando en los pubs, en el metro y en los bares hasta llegar a convertirse en una pequeña estrella local dentro del circuito underground de establecimientos de hostelería latinos.
Un Joaquín que quiso alejarse e incluso se rebeló contra el recuerdo casposo de su tierra natal, una Úbeda entonces “clerical, llena de militares y de curas, fascista y nacionalcatólica”. De la mano de la libertad y la realidad democrática de la cual gozaba en el extranjero, la artesanía de Bob Dylan mediante la palabra le resonó de la misma manera que lo hizo la poesía de César Vallejo y Pablo Neruda.
“¡Buenas noches Barcelona, bona nit a tothom!”, les dedica a los asistentes mientras añade que tenía ganas de volver a la ciudad donde atesora recuerdos imborrables y cuyas “calles añoradas” le rejuvenecen las hormonas. Su don poético queda sellado en la forma en que describe su Palau, “la patria del corazón del fugitivo”.
Sintiéndolo mucho es la siguiente que viene con su honesto verso “Siempre he querido envejecer sin dignidad”, algo que Sabina cree estar consiguiendo al tiempo que, en su momento, compartió haber transitado de la adolescencia a la vejez sin rozar la madurez. La balada pop rock Lo Niego Todo, acompañada de una persiana medio abierta a través de la cual se instala una luz veraniega, abre paso a Mentiras Piadosas, tema que hace levantar el ánimo y contagia una juerga expansiva como el Mediterráneo.
“Tan joven y tan viejo, like a Rolling Stone”
“Lo peor que le ocurre a uno cuando va cumpliendo demasiados años es que van desapareciendo amigos muy queridos”. Sabina cita a su mejor amigo, maestro y compañero en La Mandrágora, Javier Krahe, que falleció en 2015, y a Pablo Milanés. También alude a la retirada de “su primo”, Joan Manuel Serrat, y a Chavela Vargas, a quien tuvo la oportunidad de escribirle Por el Bulevar de los Sueños Rotos y cantársela mirándola a los ojos para celebrar su fantástica vida.
El cantautor presume de su banda de rock and roll, lejos de encarnar “una pandilla de machirulos con pelos en la espalda”, en un acto de generosidad en el cual va entrelazando las anécdotas que unieron a los miembros, a la vez que los nombra a todos: Marra Barros, Jaime Asúa, Pedro Barceló, Laura Gómez, Borja Montenegro, Josemi Sagaste –a quien dice que lo contrató con la condición de que se pusiera una falda escocesa en los directos, porque le transportaba a ese Edimburgo fresco al que fue a parar al escaparse del “siniestro franquismo”– y Antonio García de Diego, “un músico como la copa de un pino”.
A continuación, Sabina cede el micrófono a Mara Barros para que interprete Yo Quiero Ser una Chica Almodóvar. Ella lo aliña con una técnica vocal y una presencia escénica despampanantes, y una elegancia, mezclada con un lenguaje no verbal sedoso, que hechiza a los ahí presentes.
Tan Joven y Tan Viejo, cuya melodía nos traslada al Sitio De Mi Recreo de Antonio Vega, es cantada con una voz rasposa que navega por el skyline de Nueva York y se ensambla a medida con la dulzona armonía. Al pronunciar el mítico verso “Tan joven y tan viejo, like a Rolling Stone”, Sabina se despide del sombrero por unos instantes que se dilatan gracias a la ovación, llena de solemnidad, que recibe del gentío. Emocionado y conectado con el Joaquín niño, parece asombrado por el calor y el cariño desbordados.
Entre la nostalgia, la copla y el homenaje al mariachi
El alma festiva sigue ensanchándose y, en esa línea, Sabina deleita a los espectadores con 19 Días y 500 Noches, canción sostenida por el desamor que compuso en sesiones de tres días sin dormir. Luego llega Peces de Ciudad y en cuanto entona “Que al lugar donde has sido feliz / No debieras tratar de volver”, ya que “el tiempo habrá hecho sus destrozos”, una atmósfera nostálgica se inmiscuye en el recinto.
Mara Barros vuelve a estar en el foco y sale a lucir su voz al homenajear la copla española con Y Sin Embargo Te Quiero. Dentro del repertorio no ha podido faltar Contigo, o lo que viene a ser lo mismo, un alegato que enaltece la pasión tratando de huir de la vida de pareja cotidiana y convencional. En Y Nos Dieron las Diez queda expreso el amor hacia el mariachi, hacia José Alfredo y, a grandes rasgos, hacia la cultura popular mexicana de la cual Sabina se siente hijo y deudor.
Finalmente, Sabina redondea la gala con Pastillas para No Soñar y un “Si lo que quieres es cumplir cien años / No vivas como vivo yo”. Una vida entregada a los escenarios, a sus luces y sus sombras; a la felicidad y las angustias. Unas canciones que han calado en distintas generaciones y han sabido llevarse bien con la cursilería decadente, tal y como la denomina Joaquín Sabina, con el deseo y la picardía, pero sobre todo con el desamor.
Autores de este artículo
Raquel Ashby
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.