Si alguien duda de la relevancia de los Lagartija Nick en el rock español, sólo tiene que ir a verlos en concierto para darse cuenta de su grandeza. Aparte de ser unos absolutos perros verdes, la coherencia de su propuesta, en sus 35 años de existencia, y su actitud sobre las tablas son una lección de vida. Antonio Arias y los suyos son carne de escenario, disfrutan torturando sus instrumentos, y se nota. Y eso, tras 35 años de viajes en furgonetas y noches de hotel, es digno de admiración.
Decía el injustamente olvidado Roy Buchanan que “probablemente, la razón por la que nunca conseguí el éxito es porque nunca me preocupó (…) Tú marcas tus propios objetivos de éxito. Y, cuando triunfas, no significa necesariamente que llegues a ser una gran estrella, o consigas mucho dinero. Lo notas en tu corazón, si has logrado el éxito o no”.
Las reflexiones de Buchanan se amoldan como un guante a la larga e inestable trayectoria de los Lagartija Nick, que conmemoran en su presente gira. Se nota a la legua que su motivación para crear discos y defenderlos en los escenarios es, sencillamente, vivir con intensidad esos momentos y producir algo que perdure en el tiempo. Rondando los 60, Arias y los suyos (excepto el teclista JJ Machuca, que es más joven) demuestran su capacidad de noquear en directo como si fueran jovencitos dominados por los impulsos de la edad. En su caso, por el impuso de la creación.
Afirmaba Antonio Arias en una reciente entrevista en La Razón, que “La música es un juego del que no te hartas. Puedes bajar cada día a jugar. Es un diálogo sincero contigo mismo, que es sano, es una cuestión de salud. Esa motivación y ese encontrarte. Otra cosa es que el mensaje no encaje con la ideología de los festivales, pero es que la poesía a veces tiene una llamada, un grito. A veces hay milagros de emergencia”.
Esa fue la sensación durante el extenuante concierto de más de dos horas en la sala La Nau. Un milagro de emergencia que se extiende por 35 años. Una belleza oscura que te aplasta como un agujero negro y te traslada a otros universos. Un desafío constante a las convenciones, que trasciende lo esperable para alcanzar lo inaprensible.
Con su habitual humor socarrón, Arias decía en el concierto que se ha dado cuenta de lo parecidas que son sus canciones. Partiendo del post punk, del ideario de hacerlo uno mismo y de esa querencia por los recovecos más siniestros, la música de Lagartija Nick tiene la extraña coherencia de la búsqueda verdadera, de la introspección en las motivaciones, hasta convertirse en una desconocida isla que ofrece grandes tesoros si te atreves a nadar contracorriente hasta arribar a ella.
Arias comandó la nave acompañado de su sempiterno sombrero pork pie y haciendo del negro la suma de todos los colores posibles. Lo ves con su extrema delgadez y puedes pensar en debilidad, pero cuando hace sonar su bajo, crece como un gigante.
Mientras, Juan Codorniu ofrece lo mejor de la tradición de los héroes de la guitarra rock. Sus gestos son siempre la transmisión de sus sonidos, no hay impostura, sino sentimiento. Fue emocionante ver los momentos de intercambio de sonrisas entre él y Arias, como niños que compartían en silencio una pequeña gamberrada.
Hablaba de los colores del negro. Los teclados de JJ Machuca, nunca evidentes, sino sutiles en la creación de atmósferas, envolvían la oscuridad de la propuesta con matices llenos de belleza. Era un espectáculo ver cómo surfeaba con sus manos sobre las teclas en un estado de plenitud chamánica.
Y, qué decir del batería, Eric Jiménez. Reventó los tímpanos y, posiblemente, el pedal del bombo de su batería, con esa contundencia marca de la casa, que convierte los golpes a los parches en martillazos a nuestra conciencia.
Los he visto en varias ocasiones, pero, su actuación en La Nau me pareció superlativa, la creación colectiva en directo y en estado de gracia. Qué manera de despedir una gira. Afortunados los que pudimos dejarnos engullir por la oscuridad una noche de sábado de diciembre.
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2 comentarios en «Lagartija Nick: Oscura belleza»
Superlativos, futuristas, cyberpunks!, lo eran hace 35 años, cuando nos pisotearon las creencias que teníamos del rock, y lo siguen siendo ahora.
Muy buena crónica, no estuve allí, si en Málaga un mes antes, y la sensación es aplastante. Punk- rock oscuro, sin fisuras, y con una personalidad a prueba de bombas.
Antonio y los suyos está crecidos! Larga vida a la lagartija!
¡Muchas gracias, Fernando! ¡Saludos cordiales y que los podamos seguir disfrutando en este estado de gracia!