Dicen que son las hermanas pequeñas de los Allman Brothers; el Glastonbury Festival las encumbró en 2014; T Bone Burnett o Elvis Costello les han prestado enorme apoyo y todas sus grabaciones se cuentan como éxitos; son de Georgia, pero tienen su base en Nashville (cuna de la country-music) ¿necesitan mejores avales?
En ocasiones, los currículos engañan, puro marketing. El de Larkin Poe responde a una realidad palpable: son de lo mejor que le ha pasado a la música de raíces americanas (llámenla blues, rock, folk o un conglomerado de estos estilos) en la última década.
Las hermanas Lovell derrochan personalidad. No importa que en Kindred Spirits (Tricki-Woo, 2020) hayan decidido versionar, entre otros, a Robert Johnson, Elvis Presley, Neil Young o Lenny Kravitz, su sello, innegociable, siempre destaca.
En la Sala Apolo íbamos a saborear la penetrante voz de Rebecca, las armonías vocales de Megan y su dominio de la lap-steel. Probablemente las cajas rítmicas u otros sonidos con patrones modernos, utilizados en sus tres postreros álbumes, iban a desaparecer. Apetecía una buena ración de fresco blues-rock sin aditivos.
Del bluegrass al rock duro
La principal conclusión que podemos sacar del concierto de Larkin Poe es que sus iniciales coqueteos con el bluegrass están enterrados. Las Lovell, actualmente y en vivo, apuestan por un sonido hard y lo hacen sin disimulo: contemplar a Rebecca en continuo desmelene y estrujando, con dureza, las cuerdas de su guitarra, fue fiel prueba de ello. Únicamente la sutileza de la lap-steel de su hermana Megan, recortó tímidamente el ímpetu, pero el estrépito (armónico) no bajo nunca su intensidad.
Tuvimos que esperar hasta el séptimo tema para que las aguas se calmaran, la tradicional John the Revelator entonó el mea culpa. Los seis primeros, incluido el impresionante cover de Preachin’ blues (Eddie James “Son House”) fueron tratados en modo apisonadora: She’s a self made man, Trouble in mind parecieron sacadas de un álbum de Led Zeppelin, mientras que Bleach blonde bottle blues, lució cual huracán, muy alejada del carácter más pausado que refleja el vídeo promocional. Un hit en el que agradecieron a la sala el buen sonido prestado, en esas lides los técnicos del Apolo son unos maestros. Para producir esta catarata sonora, tan solo necesitaron el apoyo de bajo y batería, sostén admirablemente cimentado.
Quizá algunos estén pensando que en estos comentarios va implícita una cierta crítica, no van del todo desencaminados. Uno piensa que en la variedad está el gusto y honestamente, se echó de menos.
Por suerte, nuestras talentosas artistas bajaron el pistón en Mad as a hatter, Black echo, Blue ridge mountains (maravillosa exhibición de Megan con su inseparable Steel) y en el regalo final: una apoteósica lectura de Come on in my kitchen del gran Robert Johnson. En esta impagable coda florecieron todas las virtudes de las hermanas: calidad vocal, buen manejo de los instrumentos, sensibilidad y respeto por los clásicos, virtudes por las que son tan valoradas.
En nuestra humilde opinión, este tipo de guiños hubieran sido imprescindibles en medio de un set que acusó monotonía e incluso algo de frialdad, la potencia no lo remedia todo. Sirva de ejemplo la novedosa y poco inspirada Bad spell en la que Rebecca (al igual que sucedió en Wanted woman-AC/DC) quiso emular al fallecido Bon Scott sin demasiado éxito.
Escaso seguimiento
Larkin Poe miman esmeradamente la promoción de su carrera. Famosos son los cuidados vídeos para su canal de YouTube, la potenciación del merchandising (los forofos pudieron agenciarse todo tipo de adminículos) y en general su poderoso y bien calculado look. Sin embargo, la sala del Poble Sec barcelonés solo llenó la mitad su aforo, ni fue necesaria la apertura del primer piso.
Los organizadores de eventos musicales saben, por experiencia, que el éxito de una propuesta nunca está asegurado y que las causas del fiasco pueden ser múltiples e inescrutables. En el caso que nos ocupa el motivo parece meridiano: la falta de aliciente, en nuestro territorio, que provoca este tipo de propuestas. Ni magazines tan significativos como Popular 1 , Ruta 66 o festivales como el Blues & Ritmes, quienes ponen toda la carne en el asador para lograr más apego al género, lo han logrado del todo y es una lástima porqué buena parte de lo mejor que se cuece hoy en día proviene de territorio norteamericano. Cierto es que días antes The White Buffalo desbordó el Razzmataz, aunque, en esta ocasión, una serie televisiva tuvo mucho que ver con el triunfo conseguido; “una flor no fa estiu” como decimos por estas tierras.
Larkin Poe han sobrepasado los diez años de trayectoria y todavía deben darnos muchas alegrías y giros estilísticos. Les sobra categoría, agallas y su presencia escénica es de órdago. Si uno prefiere más o menos ruido, es cosa de gustos y entre ellos no hay disputas. Ya lo decía Serrat.
Blue ridge mountain memories. I gotta get back to my home among the ferns and dogwood trees. That’s the dirt whre I was grown, backwoods living set me free, gotta get back to my roots. This city life is killing me. Pretty soon I’m gonna shake my roots
Blue ridge mountains, Larkin Poe








Autores de este artículo

Barracuda

Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.