Llegué a Los Planetas gracias a Nando Cruz. En su libro Una semana en el motor de un autobús. La historia del disco que casi acaba con Los Planetas (Lengua de Trapo, 2011) me presentó a J, Florent, Eric, Kieran, Jesús, May… y todas esas personas que orbitan alrededor de lo que ahora reconozco como un grupo de referencia. Pasé de cero a estar sentada en el auditorio del Festival Jardins Pedralbes a punto de escuchar Una semana en el motor de un autobús (BMG, 1998), el álbum que sentó las bases del indie español, pero acompañado de la orquesta sinfónica Arts Symphony Ensemble y del coro Arsinnova para celebrar sus veinte años de vida.
Quizá por eso este concierto recordaba a un reencuentro de exalumnos varios lustros después de haber celebrado la graduación: a la mayoría los reconoces, pero esos outfits formales no se comparan a las pintas que llevaban cuando tenían 19. Eso sí, cuando tocaron Segundo premio (con unos arreglos épicos de la orquesta) volvíamos a ese momento. Podía, por ejemplo, imaginarme a J escribiendo la letra mientras esperaba que Florent saliera de un polígono granadino y llegara con la mínima capacidad de sostener una guitarra. También cobraron sentido algunos mensajes para May, exbajista del grupo que había decidido (no sin razones de peso) dejar Los Planetas justo después del segundo álbum.
El disco de la gran ‘X’ no va de un amor perdido y de una adicción a las drogas por despecho, sino que es un homenaje a un amor por la música, un conflicto sobre la manera de abordarla (ser o no ser indie), una apuesta de vida, una lucha contra las adicciones (o algunas de ellas) y un perpetuo enojo sobre las circunstancias que acontecían un verano del siglo pasado en el granadino barrio del Albaicín.
Mientras yo recordaba e hilaba su historia, los asistentes descubrían la incómoda sensación de estar escuchando a Los Planetas sin poder bailar. Algunos miraban de reojo por si había algún valiente que quitara la tirita mientras sonaba Desaparecer, himno que configuró un poco más a Los Planetas actuales. Toxicosmos, La copa de Europa y Linea 1 se sucedieron en un in crescendo lo suficientemente persuasivo para que alguna valiente se dejase de tonterías y se acomodara al frente de todo ocupando el lugar que siempre le perteneció. Y para cuando sonó la repetición de Cumpleaños total —Los Planetas hicieron un bis muy al estilo de un concierto sinfónico— la gente se soltó los convencionalismos y abrazados recordaron cuando los escuchaban en el FIB o en Apolo.
Cerraron la noche tocando El viaje. Solos los cuatro. Una voz que se quiebra, una batería, una guitarra y un teclado… como comenzaron. Recordándoles a los asistentes que sí que les queda bien el frac pero ellos siempre serán de bambas.
Autores de este artículo
Maca Arena
Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.