A cada uno le llega Natalia Lafourcade desde un punto concreto. En el caso del que escribe, fue a través de una colaboración con El Canto del Loco. Muchos otros la habrán conocido gracias a la interpretación de Hasta la raíz realizada por una concursante de la última edición de Operación triunfo. Ambos ejemplos sirven para explicar, con gesto algo impresionista, el funcionamiento práctico de la industria musical. Hablamos de dos accesos deliberadamente pop de una artista que, tras esa punta visible del iceberg, se despliega como una figura verdaderamente interesante. Excavemos, pues.
Natalia Lafourcade: ficha técnica
1. Una adolescente danzarina
En 2002, Natalia Lafourcade no tenía 35 años. De hecho, apenas se encontraba en el abismo de los 18. Era, pues, una adolescente mexicana. Por ser, no era aparentemente nadie. Si gritabas ¡Natalia Lafourcade! en medio de una plaza en 2002, nadie se reconocería en ese nombre. Ella decidió nombrarse a sí misma. Lanzó un álbum que le ponía su nombre a sí misma. Natalia Lafourcade -el disco, no la artista- nació en 2002.
Antes de empezar con la música, el primer corte de su primer álbum, titulado Introducción, nos pone en nuestro sitio. Natalia Lafourcade tararea cosas ininteligibles. Turumturum, delague, camalén, turumturum, lalala. Termina y dice: «Pues sí, es así como la idea. Ah, me choca que se me olviden mis canciones». Y empieza a bailar.
2. ¿Desde dónde bailamos?
Una de las cuestiones latentes en toda la música de Natalia Lafourcade es la del espacio. La del espacio como origen, la del espacio como lugar de recreo, la del espacio como motivo relacional que explica los vínculos humanos. En su primer álbum, todo eso se plantea desde una enrabietada genética adolescente: ella quiere amar, quiere bailar, quiere vivir.
Natalia Lafourcade es un disco divertido, ágil, atravesado por una pulsión vitalista que entronca directamente con la tradición musical mexicana: desde los boleros de Agustín Lara a las rancheras de Chavela Vargas, Lafourcade está imbuida por la raíz palpitante del cancionero latinoamericano, por la plasticidad lírica de Mercedes Sosa, por la agilidad de las imágenes de Violeta Parra.
Natalia Lafourcade canta desde el presente pero cura sus heridas en un pasado fértil, luminoso, en el que la música era un espacio libre, revolucionario y verde. Ella baila, ante todo, desde México. Pero baila en todas partes. Porque Natalia Lafourcade ama bailar.
3. La emoción expresiva de la onomatopeya
Hu hu hu. Así, desde la onomatopeya, desde la asociación balbuceante de fonemas. Así tituló Natalia Lafourcade su segundo álbum, que aterrizó cuando la adolescente ya se había marchado. Aquella danza ancestral del disco de apertura se abrió por la mitad, floreció hacia espacios desconocidos y se encontró con una voz misteriosa, que bebía de más espacios, que encontraba comodidad en registros múltiples, que se permitía a sí misma… la calma.
El salto en la sensibilidad de Natalia Lafourcade fue grande entre sus dos primeros discos, separados por siete años. Si el primero contagiaba libertad, el segundo permite establecer una habitación con márgenes oscuros en los que refugiarse ante la luz. Esa generación de un espacio de intimidad rompió con la propuesta estilística de Natalia Lafourcade, que lo apostaba todo al baile, que se jugaba la vida en cada envite.
4. Las ramas y las raíces
Natalia Lafourcade habla, nosotros callamos.
Para Vanity Fair, en febrero de 2018:
«Realmente siento que en la música he encontrado un refugio que me da la oportunidad de llegar casi hasta un espacio espiritual en los conciertos. Mi intención es, simplemente, no dejar de sentir esa conexión tan especial con la música»
5. Hasta las dos raíces
Correcto: antes de la publicación de Hasta la raíz, Natalia Lafourcade era una artista en relativa formación. Desde la punzada adolescente de su álbum homónimo hasta el baile ambiguo de Hu hu hu, pasando por su disco homenaje a Agustín Lara, flotaba en el ambiente la sensación de que algo estaba en proceso, de que aquel reflejo rutilante era el anticipo de una artista ‘por llegar’. Hasta la raíz es el certificado inexpugnable de una voz, de una vocación autoral. Su sonido, que encabalga con minucioso cuidado la tradición mexicana con las influencias poprock latino que atraviesan su música, supone un amalgamado historiográfico tan interesante como vivo.
Y si Hasta la raíz es el certificado de calidad de una voz propulsada hacia el exterior, Natalia Lafourcade ha hallado contrapeso en su siguiente -y, hasta la fecha, último- trabajo: Musas. En un juego de espejos de tintes mágicos, la artista mexicana muestra simultáneamente lo que ahora es y la causa de haber llegado hasta ahí. En ese diálogo permanente entre el pasado y el presente; en esa dulce armonía del navegar a través de una grieta temporal de aguas limpias, vive la pura esencia de esta creadora que, en efecto, cumple ahora 35 años. Y seguimos sin saber si eso es mucho o es poco. Tampoco es que importe demasiado.
Cinco canciones de Natalia Lafourcade
1. En el 2000 (Natalia Lafourcade, 2002)
La pura esencia de la primera Lafourcade. Ágil, beligerante, esperanzadora y esencialmente generacional, la artista adolescente agarra la tesis feminista de sus letras y la barniza con un sonido estival, con un decidido carácter festivo. «Ya no soy la de ese cuerpo extraño, ahora siente el corazón. Y a ver qué pasa en el siguiente día». Ese giro hacia dentro marcaría su evolución posterior. En aquel momento, ella lo tenía claro: tocaba el baile. Sin olvidar nunca lo que hay detrás, claro.
2. Cursis melodías (Hu hu hu, 2009)
El arranque del segundo disco de la mexicana es fulgurante: una serie de voces anticipan el florecimiento suave de su timbre, de esa nueva artista que ya abandonó la adolescencia, como anticipaba en En el 2000. ‘Solía lamentar todos los días que el atardecer terminaría’, canta sumida en una melancolía revestida de fortaleza. Esas dos capas se alternan permanentemente en su música, que es, al mismo tiempo, un charco de añoranza y un muelle hacia un futuro luminoso.
3. Hasta la raíz (Hasta la raíz, 2015)
Podemos concluir que Hasta la raíz ya no es canción: es, como ocurre con esos temas que de alguna manera trascienden el espacio público de diálogo, una suerte de emblema. Sólo el empaque del sonido de su apertura, de ese riff acústico la atraviesa por completo, anuncia a una Lafourcade renovada, madura, engrandecida. La clave, sin embargo, está en lo que permanece, y ella misma lo asevera: ‘Yo te llevo dentro, hasta la raíz, y por más que crezca vas a estar aquí’.
4. Lo que construimos (Hasta la raíz, 2015)
La artista honda que anunciaba Hu hu hu se reafirmó con gesto rotundo en Hasta la raíz, con canciones de la sensibilidad amarga de Ya no te puedo querer, Nunca es suficiente o, en la corona de las cosas, Lo que construimos. ‘Esta historia terminó. No existe’. Quizá hablemos de la cima lírica de Lafourcade, un diálogo entre tiempos, una historia de fantasmas rota por la mitad. Un estallido de añoranza producido con elegancia, con una guitarra marcando el paso y un piano que siempre mantiene el pulso, que siempre aviva la conversación. Una canción que se confunde con el viento.
5. Alma mía (Musas vol. II, 2018)
De todas sus relecturas del cancionero mexicano y latinoamericano, quizá Natalia alcance una gestión más precisa de los matices emotivos en Alma mía, esa poderosa canción compuesta por María Grever que ya se ha convertido en carne de versionado múltiple. La interpretación de Lafourcade junto a Los Macorinos es dulce, ligera, descansada de afectación, un remanso que comparte espacios con la pena y el amor. Y uno piensa en la adolescente que fue. Y uno admira la mujer que es.
Imagen de portada © Andreea Dragomir
Autores de este artículo

Adrián Viéitez

Andreea Dragomir
Hice mi primer curso de dibujo cuando tenía cinco años. Ahí comenzó mi camino. Años después me doy cuenta de que no podría haber sido más bonito. Soy diseñadora gráfica y tengo un bebé, la marca Meraki Design, que ilustra tradiciones.