Este verano estuve de vacaciones en Rotterdam unos días. El objetivo era ver a los Osees en la sala Maassilo. Es una banda a la que intento ver mínimo una vez al año. Adoro a John Dwyer y los suyos, así que cada gira me planto en una ciudad distinta para verlos. El año anterior tocó Ámsterdam y este año, Rotterdam. No es una ciudad que me llamase mucho la atención. Estuve anteriormente. No es la imagen de Holanda que tengo. Fue completamente destruida durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y poco queda de su antiguo encanto. Eso sí, es el paraíso de los amantes de la arquitectura. Hay tantos edificios modernos con estilos totalmente diferentes entre ellos, que no te aburres. Me estoy yendo por las ramas, pero lo cierto es que me he reconciliado con Rotterdam y le he encontrado su atractivo. Si esto fuera una columna sobre viajes os contaría por qué, pero no lo es. Así que volvamos a los Osees.
El día del concierto quedé con un par de amigos que estaban vacacionando también en Holanda y coincidíamos en la ciudad durante esa jornada. Ni que decir tiene que nos pateamos media ciudad. Si no andamos 20 kilómetros aquel día, no andamos nada. Ideal si luego tienes un concierto, con dos teloneros además. La verdad es que, para la hora del concierto, habiéndome despedido de mis amigos tras una deliciosa jornada de turisteo, el cuerpo aguantó milagrosamente el envite. Primera prueba de fuego superada.
Los locales Library Card y The People Pleasure’s Ground, la banda de Jimmy De Kok (de Iguana Death Cult), abrieron la noche. Dos interesantísimas propuestas que apunté en mi lista de bandas a explorar. Pintaba la cosa tranquilita y yo estaba la mar de contenta en mi primera fila delante de la posición en la que se coloca John Dwyer, el líder de la banda. Una simple valla metálica nos separaba más o menos un metro del escenario. En cuanto los Osees empezaron a tocar, la valla se estampó contra el escenario, salimos propulsados hacia delante y empezó la locura.
Que conste que he visto a los Osees bastantes veces y que ya sabía a lo que iba, también que suelo ponerme en primera fila en el lado de Dwyer siempre y jamás me habían espachurrado, empujado y estrujado tanto en mi vida. Umm, salvo quizá aquella vez en la que fui a ver la gira de despedida de Los héroes del silencio y mis pies no tocaron el suelo cuando Bunbury empezó a cantar aquello de: Avalanchaaaaaa… Joder, aquel día pasé miedo. Iba con una amiga que, afortunadamente, jugaba el rugby y a codazo limpió nos sacó del centro de la pista hasta un lateral. Salvadas. Pero como que me llamaba Anabel, que yo me quedaba en mi primera fila disfrutando del concierto de Osees.
Al lado mío a la derecha tenía un chavalín que no debía de llegar a los 20 años y que me pegaba latigazos en la cara con su melena al viento cada vez que hacía headbanging. A la izquierda había una señora en silla de ruedas y su compañero que le hacía de parapeto defendiendo el fuerte para que los empujones no la zarandearán. Era un muro de contención, junto a mi cuerpecillo bamboleado, primera línea de choque. Mientras, clavaba las uñas del escenario, por mis ovarios, que a mí no me sacaban de ahí. Y vaya, que no me sacaron. Tengo que reconocer que en más de una ocasión me pregunté entre oleada y oleada de melenudos, ¿tengo edad para esto? Los incontables moratones que tenía al día siguiente y el cuerpo dolorido gritaban al viento: Noooooooooooooo. Pero el conciertazo de los Osees gritaba más fuerte, más alto, más demencialmente que sí. Sí que tengo edad. Aunque no me guste ser zarandeada. La mayoría de los pogistas suelen ser tíos que se adueñan del espacio expulsado a los demás. Yo también quiero disfrutar de sus conciertos en primera fila y no me van a impedir hacerlo. Hay gente que pogea con más estilo que otros que solo van a hacer daño. Esos son los peores. Machotes con ganas de desahogarse. Iros de paseo.
A pesar de todo, tengo que decir que fue uno de los mejores conciertos que les he visto a John Dwyer, Paul Quattrone, Dan Rincon, Tim Hellman y Tomas Dolas. Los temas de su nuevo disco, Intercepted Message suenan brutales. La banda está en plena explosión energética, disfrutan y nos hacen disfrutar. Dwyer regalaba tapones para los oídos a los fans menos precavidos. Aquello era destrucción sonora de la buena. Lo disfruté como una niña. Y tal como empezó, se acabó, dejándonos con una sonrisa de oreja a oreja y tan hechos polvos, que yo no sé el resto de la sala, pero yo dormí como un lirón. A ver cuando vuelven de gira que voy preparando los músculos para sobrevivir a otra primera fila demencial.
Autora de este artículo
