Definir el estilo musical de Robert Glasper es harto complicado. De hecho, Black Radio, con el que ganó el Grammy en 2012, fue el primer álbum en ocupar, en cinco géneros distintos, (hip hop, R&B, urban contemporary, jazz y jazz contemporary) un Top 10. Su continuación, Black Radio 2 repitió la misma proeza. Ganas de marear la perdiz e hinchar el producto ya que, como hemos repetido en multitud de ocasiones, las etiquetas sólo sirven para la ropa.
Lo trascendente es, que el trabajo del pianista, compositor, productor y arreglista de Houston, constituye una parte crucial en la música negra de las dos últimas décadas. Sus colaboraciones con artistas del calado de Bilal, Jill Scott, Erykah Badu, Herbie Hancock o el gurú Kendrick Lamar (y así hasta el infinito) dan la medida correcta de la jerarquía del amigo Glasper.
El 25 de febrero del corriente salió a la venta Black Radio III (Loma Vista, 2022). En él persiste con la costumbre de acompañarse por prestigiosos vocalistas como Esperanza Spalding, Layla Hataway o Gregory Porter, entre otros. No sabemos hacia donde se dirigirá la cuarta entrega (nos consta que existirá) pero en esta, el jazz más ortodoxo, ha quedado apartado por las tendencias urbanas actuales y black music de todo tipo.
Estaba por ver qué nos depararía su actuación en la Sala Apolo, una incógnita que acrecentaba la, ya de por sí, enorme expectación por su presencia. Glasper in action.
Genio moderno
En principio, podríamos pensar que la propuesta sonora del músico de Houston sería más apropiada para un local de pequeñas dimensiones, donde sus tupidas atmósferas encontraran un cobijo más placentero. Musicalmente estamos en lo cierto, pero vista la excelente entrada que registró el club sito en Nou de la Rambla o la necesidad de espacio para emplazar la zona de control del Dj, los teclados y sobre todo la gigantesca batería (volumen nada baladí), nuestros deseos eran imposibles de ser correspondidos.
Jahi Lake DJ fue el encargado de inaugurar la velada con una sesión en la que combinó reggae, hip hop y negritudes variadas con cierta maestría, aunque la dilató desmedidamente. El público anhelaba escuchar a Don Roberto.
Glasper arrancó con Find you y Pack like sardines in a crushd tin box (Radiohead). Espectacular inicio, repleto de potentes beats, que marcó la tendencia de un show intachable, enmarcado por tímidos recuerdos a sus inicios jazzísticos y rebozados con una masa innovadora e hipnótica que fue calando poco a poco hasta acabar abrazándonos cual poderoso octópodo. “I’m a reasonable man get off my case, get off my case, get off my case”.
A pesar del gentío y los problemas de magnitud ya comentados, el maestro (ya le podemos denominar de este modo sin temor a equivocarnos) pidió a los técnicos una luz tenue que propiciara un ambiente más relajado y agradable.
Desde su púlpito, dirigió, cantó y tocó con una cualidad reservada tan solo para los elegidos. Jugó a ser Bach, Chick Corea, Joe Zawinul o sabio psicodélico con seguridad, sin temor a morir en el intento. Conoce sus infinitas posibilidades, no estamos hablando de chulería si no de convencimiento.
Consiguió el milagro de transformar una sala de conciertos en estudio de grabación, tal fue la perfección de lo ejecutado. Jahi Lake manejando los samplers con exactitud, Burniss Travis (bajo) y Chris Dave (batería) fueron los máximos responsables de tal proeza. El percusionista y un invitado de excepción merecen punto y aparte.
Dave y Def
Chet Baker no era un enamorado de los bateristas y el que firma esta crónica tampoco, sin embargo, el insigne trompetista hubiera claudicado ante la portentosa exhibición del señor Chris Dave; un servidor cayó prostrado ante su inmenso talento y potestad.
La aparatosidad de su batería nos llevó al engaño a las primeras de cambio. En numerosas ocasiones hemos visto desaprovechar las posibilidades de un instrumento. De nada sirven los aparatejos si se infrautilizan o simplemente se colocan como adornos navideños. El amigo Dave dispuso de muchísimos recursos, utilizando cada uno de ellos con mimo y cordura. Preciso en el tempo, fino cuando tocaba acariciar y magnánimo en el fuerte golpeo. Por si fuera poco, se convirtió en faro del jefe, quien no paró de fijarse en cada una de sus evoluciones. Los dos se convirtieron en uña y carne, alcanzando cotas de complicidad altísimas que incluso les llevó a dialogar, musicalmente, en tonos latinos. Asombroso.
La guinda del pastel la puso el rapero Yasiin Bey (Mos Def), colaborador habitual de Glasper, ofreciendo otra soberbia lección de cómo se debe modular el hip hop. Sobrado de flow, ágil de verborrea (incluso en castellano), divertido, torrencial. Otro portento.
Robert Glasper afirmó, en una entrevista, que, si Miles Davis hubiera coincidido con J Dilla, hubiera tocado su música. Este comentario explica la obsesión de Glasper en trabajar desde un perfil de fusión orgánica. El resultado no puede ser más natural. Tocar hip hop sabiendo el nombre de su progenitor: el jazz.
“Para ser moderno lo primero que tienes que ser, es honesto”. Glasper es moderno, honesto, listo, talentoso y cien cosas más. Los que estuvimos en su glorioso show del Apolo lo afirmamos con rotundidad. Noche gloriosa.
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.