Rosario siempre se acuerda de sus progenitores cada vez que pisa un escenario, les debe todo lo que es. De su padre, Antonio González ‘El Pescaílla’, ha heredado chispa rumbera y de su madre Lola Flores, ‘La Faraona’ de Jerez de la Frontera, esa fiereza y desparpajo con la que arrasa en las tablas. Dos de los mejores momentos del espectáculo, que la menor del clan Flores presentó para el festival Guitar BCN en el Auditorio del Fòrum, fueron dedicados a ellos. La voz del genio rumbero, nacido en el barrio barcelonés de Gràcia, bajó del cielo iluminando Al son del tambor, potente rumba donde Rosario se desgañita emocionada clamando: “ya no se canta la rumba como la cantaba el Pescaílla”.“Turututurútararantán”. Mamasota, de su último disco en estudio Gloria a ti (Universal, 2016), presentada en directo con una preciosa proyección de fotografías de la cantante y bailaora fallecida en 1995, es el sentido homenaje que la madrileña dedica a su madre; la madre que la parió, frase repetida en más de una ocasión y lanzada desde un corazón dañado por su pérdida.
A Rosario Flores se le pueden reprochar algunas cosas: rodearse de pseudo-artistas que no le llegan ni a la punta de sus llamativos tacones plateados, pertenecer al poco edificante mainstream hispano o acudir de jurado a programas de TV deleznables, pero nunca se podrá cuestionar su calidad como artista. Si se lo propusiera, podría ser una perfecta heroína del rap, aptitud demostrada en el arranque fulgurante con la dupla Mi piel / Como me las maravillaría yo, o una estupenda cantante de blues (Quiero cantar). Capacidades le sobran. A sus 54 años, Rosario luce espectacular melena rizada y forma física envidiable, circunstancia que le permite exprimirse en el escenario recorriéndolo de punta a punta sin parar, como lo hizo en Estoy aquí. Le acompañó una sólida banda de siete elementos, incluida la corista Mayte Pizarro, liderada por el bajista y director musical Fernando Illán, pieza clave en su trayectoria artística, al igual que el teclista Tato Icasto, quien ya colaboraba con su hermano Antonio.
El llamado Noches de gloria, es un show milimetrado, sin resquicios de ningún tipo, con gran sentido del ritmo, aunque poco dado a la improvisación, elaborado para el lucimiento de la cantante, cruzando sus nuevas canciones con éxitos de antaño. Sabor sabor o Qué bonito siguen tan frescas como siempre, emocionando al entregado público, a pesar de haber cumplido más de veinte años. Aún está por ver el recorrido exitoso que puedan tener las nuevas creaciones, pero la citada Mi piel (de estribillo pegadizo) o Y qué le importa a nadie (interpretada de manera brillante), apuntan alto. No tanto la excesivamente lánguida Por un beso tuyo e incluso la meliflua pieza que da título al álbum Gloria a ti, exhibida junto a su video promocional.
Rosario se despidió en olor de multitudes entonando el himno No dudaría y recibiendo de manos de Xènia Rafí (responsable de comunicación de la promotora The Project) un ramo de flores que acabó compartiendo con los presentes. Un triunfo por todo lo alto. De ley.
P.D.: Se me olvidaba, el concierto pareció una especie de prórroga del Mobile World Congress, ya que la, esta vez, poco respetable audiencia, se pasó la noche grabando todo lo acontecido en el escenario. Uno cree que la música debería recordarse en la memoria y guardarse en el corazón, no encerrada en esos fastidiosos aparatejos. La industria nos ha vencido llevándonos a la mala educación. Una verdadera lástima.





Autores de este artículo

Barracuda

Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.