En 2007 aparecieron Dos pájaros de un tiro, cinco años más tarde volvieron a piar con Dos pájaros cotraatacan y ahora reinciden en No hay dos sin tres. Todo parece indicar qué éste espectáculo va ser el último encuentro en directo entre Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, aunque si las fuerzas aguantan y el público responde (eso no lo duden ni un segundo) son capaces de seguir haciendo travesuras. Han arrasado en Sudamérica completando el éxito con cuatro llenos en Madrid (WiZink Center) y uno postrero en el Palau Sant Jordi barcelonés. El de Úbeda (Jaén) asevera sin cortarse: “Juntos trabajamos la mitad y cobramos el doble”. Este ataque de sinceridad no cautiva pero ni engaña ni consigue que su pléyade de adeptos les dejen de acompañar allá donde van. Más de 1.000.000 de enardecidos fans habrán seguido estas tres giras, los números cantan como los susodichos pájaros cuyo diestro trino empieza a desgastarse seriamente, factura de lo vivido. ¿Habrá cuarta convocatoria? No sería de extrañar, quizá encontrar un título seductor será lo complicado, mejor no imaginarlo.
Una impactante filmación de dibujos animados, en la que dos cuervos (doblados por los protagonistas) intentan llegar a la ciudad de destino en avión, dio el pistoletazo inicial a un espectáculo bien tramado, teatralizado con gusto y provisto de un ingenio audiovisual notable, repleto de imágenes que subrayaron el sentido de las canciones elegidas. Liderado por el maestro Ricard Miralles (más de 50 años junto a Serrat) el conjunto de expertos músicos se mostró compacto dentro de un discurso musical sobrio, sin alardes, aunque algo plano en general. No le ayudaron ni la excesiva amplificación típica de los grandes recintos ni el empeño en edulcorar algunos pasajes con notas de metal a lo Kenny G. Cumplieron con creces el cometido de secundar a los reyes de la noche, no hacía falta más.
La pareja apareció ataviada con vistosas americanas estampadas, uno luciendo bombín (adivinen quien) y el otro cabellera plateada. Son amigos, casi hermanos y cómplices en todo. Se critican mutuamente pero se respetan y admiran, el jienense adora al catalán, sus primeros pinitos en las calles de Londres, fueron gracias a su inspiración, ahora le llena de orgullo estar junto a él en escena. Platican constantemente con diálogos entrenados más o menos graciosos en pos de demostrar complicidad, empatía hacia el público o para el necesario descanso de las cuerdas vocales; casi tres horas de show son muchas, el vuelo de ambos ha sido muy largo.
La compilación de temas vino a ser una retrospectiva de su exitosa carrera donde mostraron los más emblemáticos y faltaron muchos otros, sobre todo en el caso del “nano” del Poble Sec. Serrat visitaba su ciudad natal creándose el compromiso (Sabina aplaudió la iniciativa) de cantar en catalán, sustituyendo algunas de las canciones interpretadas en otros lugares. Acertó recordando Canço de matinada, M’en vaig a peu y sobre todo Pare, composición sobrecogedora y por desgracia eternamente vigente. Sin embargo erró eligiendo Barcelona i jo y Plany al mar claramente inferiores a las sustituidas Lucía o Señora, nos las perdimos aunque pudimos volver a creer en el Mediterráneo.
Comenzaron enlazados para ir alternando la presencia conjunta con la solitaria. “Vamos a interpretar nuestro primer éxito en pareja” comenta Serrat. Entonan Cinco lobitos tiene la loba, uno de los primeros chascarrillos que interrumpirán para atacar las notas de No hago otra cosa que pensar en ti. A Serrat le quedan dos hilos de voz pero el sentido melódico sigue intacto, superando fácilmente el más tosco de Sabina. Su perenne delicadeza cantora la lucirá en Una canción para Magdalena y en Nanas de la cebolla, canción que tomó prestada a Alberto Cortez, uno de los mejores momentos de la velada escuchada con reverencia y un silencio sepulcral, respeto al eterno Miguel Hernández y al inspirado cantautor. En ella surgió el gran Serrat, aquel del que brotan emotivas lágrimas desde su garganta. Cuando lo deje lo hará con la cadencia puesta.
No hubo pelea, sin embargo Joaquín Sabina empatizó más con el repleto pabellón. Criticó las políticas europeas ante el problema de la inmigración y vivificó al personal ayudándose de sus más emblemáticas creaciones. A sus incondicionales no parece importarles ni que cante fuera de tono Por el bulevar de los sueños rotos (la corista Marita Barros le echó un gran cable) ni que desdibuje las prestaciones de su compinche en Cantares o Hoy puede ser un gran día. Le basta rumbear con gracejo 19 días y 500 noches y sacarse de la manga ases tipo Peces de ciudad, Y sin embargo o Princesa, que tocó en tono rockero, para elevar todo un Palau al cielo, carisma infinito.
De ese atractivo se sirvieron para jugar, vestidos de piratas, La del pirata cojo (a Serrat no le pegan estos numeritos) y embelesar al unísono en el tramo final con la dupla Noches de boda / Y nos dieron las diez. Al terminar desaparecieron (sin avión) abrazados. Debían volver y volvieron. Contigo, Paraules d’amor, Pastillas para no soñar, Aquellas pequeñas cosas y la maravillosa Fiesta, sirvieron el definitivo colofón.
A dos de los mejores trovadores que ha dado este país se le pueden criticar, actualmente, muchas cosas. Podríamos citar el excesivo interés por el marketing, lo de la retirada a tiempo es una victoria, y alguna frase manida más, sin embargo el atractivo sigue inalterable, la sapiencia pervive y el pundonor supera las carencias. El sacrificio de Sabina retorciendo su maltrecha garganta en Lo niego todo impide hundir el dedo en la llaga.
Se apodan pájaros, prefiero equipararlos a los zorros, les queda mejor, por astutos, pillos y sabios, ése es su secreto.







Autores de este artículo

Barracuda

Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.