Hay veces que puedes intuir que un concierto va a ofrecer algo distinto de lo habitual antes de que suene incluso la primera nota. En el escenario vacío de La [2] de Apolo a medio llenar esperaban en una perfecta fila horizontal los instrumentos a sus dueños, con la batería ocupando el centro de escenario y de la atención. Los que faltaban por aparecer, entonces, eran Squid, grupo de Brighton que forma parte de la avalancha de bandas británicas que gravitan en torno una idea ambigua de post-punk, una escena que se ha denominado en algunos medios como post-brexit y que para otros toma el nombre de la sala de conciertos Windmill de Brixton, Londres.
Con escuchar un poco de sus dos álbumes hasta la fecha queda claro rápido que Squid se aleja bastante de la norma más convencional del subgénero, tomando elementos de krautrock, electrónica, psicodelia o funk para formar una experiencia irreal, extraña. En directo, sin embargo, permitiéndose alargar, deformar o fusionar su repertorio el quinteto de Brighton se permite profundizar, convertirse en algo más que en su versión de estudio.
La introducción al concierto fue una primera muestra de esto, un pasaje instrumental insistentemente rítmico, con tres miembros haciendo percusiones sobre líneas abstractas de sintetizador y guitarra que derivaron en Swing (In a Dream), el primer tema de su nuevo álbum O Monolith, seguido, precisamente, del último, If You Had Seen the Bull’s Swimming Attempts You Would Have Stayed Away y el single Undergrowth, cambiando entre guitarras, bajos, trompeta, chelo o teclados a cada tema, adaptándose al progresivo caos de sus canciones.
Con apenas espacio entre pausas para que el cantante y batería Ollie Judge dedicara un escueto “gracias” al público de la sala, el conjunto (formado también por Anton Pearson, Arthur Leadbetter, Louis Borlase y Laurie Nankivell) continuó sin pausa por su propio viaje. Antes de volver a temas de su disco de debut, Bright Green Field, Squid pasaron antes por otra agitada y cacofónica instrumental debutada recientemente en directo y apodada Leccy Jam que desembocó directamente en el groove de G.S.K., la vertiente más bailable del grupo. Inmediatamente después vino Narrator, que cogió este ritmo a lo largo de ocho minutos y lo transformó en catarsis enloquecida.
After the Flash, precedida de un solo de trompeta que llenó la sala y, posteriormente, Documentary Filmmaker trajeron una suerte de calma a una noche definida hasta el momento por el estruendo. Igualmente, este no tardó en hacerse de nuevo presente con la dupla final de Pamphlets y The Blades, que dieron lugar a un pogo que se hacía de rogar. Y así, sin bis y sin descanso en la casi hora y media de concierto ofrecida, los británicos se marcharon mientras a través de los altavoces sonaba Can’t Take My Eyes off You. Los que habíamos estado inmersos en el pogo nos quedamos un rato más cantando y bailándola antes de volvernos a casa.
Autores de este artículo
Miguel Lomana
Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.