Se echaba de menos a los de Greg Dulli en sala, los vimos este año en la última edición del Azkena Rock Festival, pero ya hacía cinco años que no pisaban una sala en Barcelona. Ya era hora de que volviesen. Aunque los conciertos en festivales están bien, donde mejor se disfruta a una banda como The Afghan Whigs es en las distancias cortas.
Abrió la noche Ed Harcourt, siempre divertido, tocó la guitarra y los teclados para presentarnos algunas canciones de su nuevo álbum que aún no ha publicado como Strange Beauty o la rockera Deathless que abrieron la noche, pero sonaron también temas clásicos como El magnífico con alguna frase en un castellano bastante macarrónico, todo hay que decirlo. Harcourt suplió algunos problemas de sonido de su micro y algún acople a base de carisma sobre el escenario. Harcourt amigo de la banda canta además en una de las canciones del nuevo disco de The Afghan Whigs.
Diez minutos sobre la hora prevista, Greg Dulli y los suyos asaltaron el escenario y no pararon durante una hora y media de brutalidad musical. Nos dejaron exhaustos, pero felices. Se nota que la banda se lo pasa bien tocando y consigue transmitir esa fuerza e intensidad. Cuando ves a Dulli y Curley sonriendo mientras tocan, sabes que te lo vas a pasar bien. Esta noche vamos a disfrutar y a lo grande, parecían decir. Y así fue. Así fue. Venían a conquistarnos y nosotros nos dejamos.
La noche empezó con la rítmica Jiya de How Do You Burn? Sonidos ardientes, canciones que queman. Melodías abrasadoras. Eso sin contar el descomunal volumen de decibelios que hacía sangrar los tímpanos si no llevaban tapones. El técnico de sonido de la banda y el propio Dulli ofrecieron tapones a algunas personas del público. Dulli jocoso comentaba que se tenía que venir de casa con los tapones, que ya tenemos una edad. Mientras nos confesaba que se preocupaba por nosotros y nos quería. Nosotros también te queremos Gregorio.
Los veteranos The Afghan Whigs tendrán una edad, pero se nota que esta banda está por encima del bien y del mal. Están tan conjuntados que son como una apisonadora. La voz de un Dulli exultante y pletórico junto con su guitarra guían el camino. Y que voz, proyecta con potencia y arrebato vocal. Mientras, el gran John Curley arremete rítmicamente su bajo, Patrick Keeler toca la batería con pulso firme, Christopher Thorn (de los geniales Blind Melon) nos regala su guitarra impresionante y Rick G. Nelson toca la guitarra, el violín, las castañuelas y lo que haga falta. Esto es una BANDA, con mayúsculas.
Aunque se centraron en muchos temas de sus últimos discos hicieron un buen repaso a toda su discografía. De su nuevo trabajo a parte Jiya pudimos escuchar I’ll Make You See God, y Please, Baby, Please. Sonaron joyas como Oriole, Matamoros, Somethin’ Hot, Fountain and Fairfax, John The Baptist, Gentlemen o el Who Do You Love? de Bo Didley. Pudimos corear incluso algunos acordes del Angie de los Stones hasta dejarnos el alma. Porque aquí veníamos a entregarnos, a dejarnos la piel, como la banda.
Hacia el final del concierto Dulli cambió la guitarra por el teclado y nos ofreció una desgarradora Demon in Profile. Al final de la noche, tras un Into The Floor que casi nos hizo llorar, llegó There Is A Light That Never Goes Out de The Smiths que nos dejó rotos. Y que, a pesar de no haber bises, nos regaló una sonrisa de oreja a oreja. No hay mejor manera de pasar una noche de domingo que así, con música que te sacude hasta el último átomo del cuerpo. The Afghan Whigs son muy grandes. Nos lo dieron todo y nosotros los aceptamos con los brazos abiertos.
Autores de este artículo
Anabel Vélez
Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.