Noche de viernes de íntimo rock y actuaciones incendiarias en la sala Razz 3 de Barcelona, a cargo de dos bandas de alto nivel que venían con premisas bien distintas cada una. Los más jóvenes se despedían, al menos por una larga temporada, tras el parón indefinido anunciado hace unos meses, mientras que los veteranos se encuentran en la previa de su veinticinco aniversario, que llegará en 2024, en un gran momento y presentando nuevo disco.
El cuarteto Liher –venidos desde Donostia– abría la noche. Unos desconocidos para la mayoría de presentes, excepto para la parroquia vasca que se acercó a la Razz. Formación de esencia stoner, punk y rock, pero de alma gospel y soul. En activo desde 2016, han publicado cuatro notables álbumes, siendo quizás el más destacado Hemen Herensugeak Daude (2020), composición conceptual entorno al abuso sexual sufrido por una mujer y sus posteriores consecuencias. Lamentablemente, la pandemia truncó el ambicioso trabajo y gira que llevaban meses preparando; puede que un golpe demasiado duro –aunque se resarcieron con Eta Hutsa Zen Helmuga (2022)– que vaticinó el principio de su (esperemos que breve) fin.
El tempranero horario de su set amenazaba con dificultarles la noche, pero nada por lo que preocuparse: Liher son expertas en ganarse a base de música y actitud hasta la plaza más difícil. Su saber hacer pronto empezó a lucir, con el stonerdance de Teloia abriendo la pista de baile a las órdenes de las dotes vocales de Lide Hernando o la melena de Iñigo Etxarri ondeando a lo Dave Grohl, mientras machacaba las seis cuerdas en la feroz Kintsugi. Las composiciones más rápidas de sus últimos dos largos coparon la actuación de casi una hora, aunque también hubo tiempo para la pausa y otros registros. El afilado blues de Zulo Bat Gehiago (“un agujero más”), con la cantante tomando el escenario sin guitarra, propició uno de los momentos de mayor conexión de la noche, narrando con el soul de sus entrañas y una sentida interpretación el relato de una mujer que ha matado a su violador.
Poco a poco se hicieron suya la sala con un derroche de tablas y el entusiasmo del público presente fue creciendo a medida que se sucedieron los temas. La rabiosa aliteración de Arrakasta –“arrakastak arrastaka narama” (“el éxito me lleva a rastras”)– o la emoción de estadio en Eramaten, lo bordaron todo, además de mostrarse sin filtros y de forma muy honesta ante el público. Qué decir de la impecable sección rítmica, con ese set up de batería que nunca deja indiferente a nadie. Con el imperial riff de Nor da Piztia?, que puso a cantar en euskera a todo el mundo, concluía la última visita de los vascos (esperemos que no por mucho tiempo) a nuestra ciudad.
Llegaba el turno de The Capaces, una de las formaciones clásicas de la escena punk-rock barcelonesa y estatal. Comandados por la imponente presencia de su frontwoman Martillo, ofrecieron un show implacable y sin fisuras, a la altura de lo que nos tienen acostumbrados. Jugaban en casa y se notó, en un ambiente casi familiar en que se sucedieron los abrazos y bailes entre artistas y sus fieles de la primera fila.
All That Is, tema homónimo de su último trabajo Filferro/Ghost Highway (2023), dio el pistoletazo y la engrasada apisonadora ya no paró. Se movieron perfectamente tanto en los aires más rockanrolleros de sus últimas composiciones (Sudden Burst) como en el punk que llevan dominando toda la vida (Roots). Martillo no paró, moviéndose por todo el escenario como si del salón de su casa se tratase, tirándose agua por encima y enseñando mucho músculo (literalmente); el resto no se quedaron atrás, al ritmo de las baquetas del certero Beddy, ejecutaron perfectamente casi una veintena de temas que repasaron gran parte de su extensa discografía de ocho LPs.
No faltaron algunos de su exitoso trabajo previo Zoetrope (2021), como la fugaz Primitive o Bruning the Days, en los que el guitarrista Cleve mostró su dominio clavando con maestría cada riff, punteo y solo. Entre la juerga y el distendido ambiente entre amigos que se vivió, se pudo ver también alguna escena curiosa como selfies punkis en mitad de un tema o pogos de un total de dos personas que acabaron casi en susto. Martillo, Jawa y Sergi no dudaron en ofrecer sus mejores poses a los fotógrafos que se acercaron al bolo, aunque estos seguro echaron de menos no disponer de juego de luces en ninguno de los dos conciertos.
Llegando al final, los locales echaron el resto combinando las frenéticas For Good y Scarwoman, dos de sus clásicos con aire Motörhead, en los que los guitarristas se animaron a bajar junto al público. Un derroche espectacular, pero que no sorprendió a nadie de los presentes, su larga trayectoria que celebrará veinticinco años muy pronto no ha sido en vano. Pasando de las tablas a mimetizarse con sus seguidores, amigos y la banda que los había precedido, se daba fin a una noche rápida y de lo más intensa que recordó, salvando las distancias, a las que se vivían en los garitos de rock ya desaparecidos de esta ciudad.
Autores de este artículo
Mikel Agirre
Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.